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La construcción del caño del Zaporito

El Zaporito, historia, recuerdo y porvenir

Cuando La Isla contaba con apenas 300 habitantes, Juan Domingo Saporito, caballero genovés de noble cuna, llega a Cádiz donde se establece, llega a ser Administrador de Aduanas, y se compra una gran finca que comprendía los terrenos que se extiende desde la Alameda Moreno de Guerra hasta el caño de Sancti Petri y desde la calle Santísima Trinidad a la calle Dolores

Lápida de las obras del IV Marqués de Ureña, Manuel Molina.

27 de noviembre 2010 - 01:00

JUAN Domingo Saporito fue un hombre de negocios con una gran visión de futuro, pues supo aprovechar la importancia que a principios del s. XVIII tenía el caño de Sancti Petri como vía natural de comunicación entre Chiclana y San Fernando.

Por él circulaban las embarcaciones cargadas de pescado, sal, arena etc. Por este motivo Juan Domingo decidió construir un canal que uniera el embarcadero de su finca con el mencionado caño, y con este motivo el 14 de noviembre de 1711 firmó un contrato con Juan de la Cueva, Diego de Molina entre otros, para realizar las obras. Este canal será llamado luego caño como otros de la zona, por ser artificial y llevar agua de mar.

Como consta en el documento de contratación de la obra, el caño se extendía desde la Puerta de la Albina (hoy San Marco) hasta el caño del río de la Villa de Chiclana de la Frontera, que va al Puente de Zuazo. Tenía una anchura de diez varas y de fondo tres. Pagó la vara cúbica de dragado a razón de 18 maravedíes de vellón. Teniendo en cuenta que una vara eran 836 centímetros, el caño debió tener por entonces una anchura de 8,360 metros y una profundidad de 2,508 metros.

Más tarde en 1789 Gaspar Molina y Zaldívar, III Marqués de Ureña y IV Conde de Saucedilla, realizaría reformas en él, pues lo que hasta entonces existía, más que un muelle, era un embarcadero.

El mencionado Marqués era bisnieto de José Micón, rico comerciante también genovés y afincado en Cádiz, quién en 1717 compró a Domingo Saporito la finca que tenía en la Isla.

Esta fue una más de las obras que, este arquitecto, ingeniero, pintor, poeta y viajero gaditano de la Ilustración, Gaspar Molina y Zaldivar realizó en la Isla, ya que él mismo fue el diseñador de los planos del Real Observatorio de la Armada, y dirigió las obras de la Población militar de San Carlos, construyendo el puente de Ureña y la Iglesia de la Purísima Concepción, luego Panteón de Marinos Ilustres.

Su hijo, el IV Marqués de Ureña, Manuel Molina y Tirry, en 1819 realizó nuevas obras en el muelle heredado de su padre. Como testimonio de ellas se ha conservado una lápida con la siguiente inscripción:

En Mayo de 1819 se reparó esta muralla de la pertenencia del molino y se construyó en ella el muelle a expensa de su dueño E(L) M(arqués de) U(reña).

Está lápida se conserva en el Museo Histórico Municipal de San Fernando.

DE SAN HIPÓLITO 'NA DE NA'

El lector estará observando que estamos escribiendo unas veces Saporito con S-, cuando nos referimos al apellido Saporito antes del año 1748 y otras con Z-, cuando nos referimos al Barrio propiamente o bien al apellido después del año 1748. No se trata de una falta de ortografía sino de una evolución de un vocablo en un contexto determinado, que inmediatamente vamos a ver:

Durante mucho tiempo popularmente se creyó que el nombre del barrio de Zaporito debía su origen a San Hipólito que había sufrido una complicada derivación fonética. Se pensaba que la peculiar forma del habla de aquí era la causante de semejante evolución.

Pero esto de ningún modo es cierto, porque del apellido Saporito, de origen italiano, escrito con S-, se tiene constancia desde el siglo XIII. Está relacionado con el adjetivo saborido que en italiano significa gracioso, sabroso. Y aquí fue introducido por Juan Domingo Saporito y conservado y extendido por sus descendientes.

Cuando la Casa de Contratación del Comercio con América pasó a Cádiz, la ciudad se llenó de comerciantes, posaderos, mesoneros y toda clase de gente que quería aprovechar el momento para enriquecerse. Llegaron franceses, belgas, holandeses, portugueses, italianos y entre ellos llegó el genovés Juan Domingo Saporito, venido a Cádiz como tantos otros al olor del dinero que circulaba por las calles gaditanas. Se hizo rico, muy rico. Ocupó un cargo muy importante y se compró un terreno en la Isla, como casi todos los ricachones de Cádiz.

Esta finca lindaba con el caño de Sancti Petri que era una excelente vía de comunicación entre La Isla y Chiclana. Por tanto con fines también comerciales, Juan Domingo Saporito construye un embarcadero y un caño menor hasta el gran caño de Sancti Petri. Él lo construye, él lo paga. Por tanto, se trata de su caño, es decir, del caño de Saporito, como el Campo de Soto o la Casería de Osio, que se conocen en la Isla por los nombre de sus propietarios.

Pero es verdad que la forma de hablar andaluza es peculiar, y probablemente desde el primer momento se pronunció /Zaporito/, de la misma manera que Suaso y Cambiasso se pronunciaban /Zuazo / y /Cambiazo/, apellidos todos que con el paso del tiempo acabaron escribiéndose como se pronunciaban: Zaporito, Zuazo y Cambiazo.

Sabemos que en 1748, ya aparece escrito con Z en una carta que Bartolomé Saporito, hijo de Juan Domingo y Cardenal Arzobispo de Génova, escribió al Obispo de Cádiz, Tomás del Valle. Era el 12 de Junio de ese año y en ella se puede leer:

Génova.- Carta de Aquel Señor Arzobispo a S.I. en que se trata sobre la Capellanía que fundó su padre el Señor Zaporito en la Isla…

A finales del siglo XIX, José María Carpio en su libro Cosas de la Isla, también lo escribe con Z y así lo escriben también Cambiazo y Cristelly.

No existe relación alguna entre Zaporito y San Hipólito. Esta no fue más que una teoría, tal vez de origen espontáneo popular pero sin ningún fundamento.

El caño del Zaporito lleva el nombre de quien en su origen fue su propietario y su constructor, y el barrio del Zaporito lleva el nombre del caño.

En el año 1972 Pedro Martínez Chamorro publicó en el desaparecido periódico Mirador un artículo para demostrarlo: De San Hipólito na de na.

LA ISLA DURANTE EL DESARROLLO DEL BARRIO DEL ZAPORITO ENTRE EL S. XVIII Y EL XIX.

En 1717 Juan Domingo Zaporito, probablemente ya viudo, a la edad de 62 años, decide volver a Italia, pero antes toma la determinación de vender su hacienda a José Micón, hombre de negocios, también de origen genovés y afincado en la ciudad de Cádiz, casado con la gaditana Constanza Porrata y García de Mora, que fue propietario de la finca hasta 1732.

Es muy probable que entre 1732 y 1768, fecha del mapa de la Isla de León de Vicente Tofiño, los terrenos de la zona fueran pasando, al menos en parte, a ser de dominio público. En el mencionado mapa, el suelo del término municipal aparece distribuido en huertas, y el trazado de calles entre la de Tomás del valle y Santísima Trinidad aparece muy similar al que conocemos hoy día.

Esta época coincide también con el gran desarrollo urbano que se produjo en la Isla gracias a la influencia borbónica, que primero le llevó a la titularidad de Villa de la Real Isla de León en 1793, y luego en 1813 al título de Ciudad de San Fernando. Es, hasta entonces, la época de desarrollo urbano más importante de San Fernando.

En el s. XVIII el establecimiento de la Marina jugó un papel fundamental en la ciudad, porque conllevó un gran aumento de población, lo cual supuso un importante progreso para la urbe, tanto en lo demográfico como en lo económico y lo cultural.

Se construye buena parte de los monumentos isleños: La Academia de Guardias Marinas, el Real Instituto y Observatorio de la Armada, el Arsenal de la Carraca y el Panteón de Marinos Ilustres, la población de San Carlos, la imponente Casa Consistorial (una de las más grandes de España), la Iglesia Mayor, la Iglesia del Carmen, la Iglesia de San Francisco, el Castillo de Sancti Petri y el Teatro Cómico, hoy Real Teatro de las Cortes.

No podemos dejar de mencionar, ahora que se está celebrando el Bicentenario de las Cortes, que fue en el Teatro de las Cortes, donde tuvo lugar el acontecimiento más importante de la historia de San Fernando, acaecido a principios del siglo XIX, durante la Guerra de Independencia Española: la redacción de la primera constitución liberal española y la tercera del mundo, la Constitución Española de 1812.[] Durante el periodo que va desde septiembre de 1810 hasta febrero de 1811, mientras la Isla de León era sitiada por las tropas napoleónicas y era, junto con Cádiz, el único bastión de la resistencia española frente al invasor, los Señores Diputados se reunieron en el llamado entonces Teatro de Comedias o Teatro Cómico. Estos diputados elaboraron el texto constitucional que finalmente se promulgó en Cádiz, y por lo tanto durante ese periodo, la capitalidad de España se situó en San Fernando. Gracias a este hecho, la localidad obtuvo el título de Ciudad y el nombre de San Fernando, en honor al entonces monarca Fernando VII.

Todo esto fue posible gracias a que en el lugar conocido como La Poza de Santa Isabel, junto a Punta Cantera y la Clica, el 14 de junio de 1808, la escuadra que mandaba el Almirante francés Rosily -y que llevaba en aguas gaditana desde la Batalla de Trafalgar-, fue derrotada frente a San Fernando, por la Armada Española, en un combate en el que fue decisiva la intervención de las baterías de Punta Cantera y en el que intervinieron muchos isleños, sirviendo las baterías y embarcados en pequeñas lanchas cañoneras.

Esta Batalla de Rosily -poco difundida- fue decisiva para el curso de la Guerra de la Independencia española, por cuanto supuso que toda la escuadra comandada por el Almirante Rosily pasara a manos de la Armada Española, comandada entonces por el Almirante Ruiz de Apodaca. Este combate adquiere así doble importancia: ser la primera derrota del ejército francés por parte del español (y no la Batalla de Bailén); y que la Bahía de Cádiz estuviera libre de amenaza de la Armada Francesa y pudiera dedicarse a la redacción de la Constitución de 1812.

El Ayuntamiento y la Fundación Municipal de Cultura de San Fernando reivindican que, por fin, a partir de ahora se recuerde y se tenga en cuenta la fecha del 14 de junio de 1808 para recordar estos hechos.

UNA DE CANDRAYES Y FALUCHOS: EL COMERCIO A TRAVÉS DEL PUERTO DEL ZAPORITO

Este barrio se encontró en el s. XVIII con la herencia de unas infraestructuras muy adecuadas para el desarrollo comercial. El muelle, el embarcadero, el caño y el molino de mareas daban a esta parte de la ciudad el título de Puerto del Zaporito, situado en una zona mucho más céntrica e interior que el de Gallineras.

Cada vez más las embarcaciones adaptadas a la navegación de los caños, candrayes y faluchos, iban y venían por este caño hasta el de Sancti Petri en dirección al Puente Zuazo o a Gallineras transportando el pescado y las otras mercancías.

Un comercio interurbano entre San Fernando y Chiclana se movió a través del puerto del Zaporito. Gallineras recibía el pescado que venía de la Bahía o de otros puntos. El Zaporito lo recibía, lo recogía en cestas dispuestas en el suelo, lo despedazaba en un entarimado dispuesto a tal efecto y lo vendía en puestos ambulantes en tornos al propio muelle.

Toda clase de pescado entraba por el puerto del Zaporito: lenguados, langostinos, brótolas, sargos, lisas, robalos, doradas, pámpanos, anguilas, anchoas, salmonetes, rubios, dentones, sapos, corvinas, meros, besugos, mojarras, brecas, pargos, acedías, borriquetes, pejerreyes, pescadilla, tapaculos, chocos, calamares, atunes, sardinas, ostiones, morralla, almejas, lachas y un larguísimo etc.

También llegaban a este puerto las frutas, verduras y hortalizas procedentes de las huertas de Chiclana, y de vuelta los barcos cargaban la sal o la arena.

Las escenas de vendedores y compradores con sus típicos regateos se producían en todo su auge.

Pero a comienzo del s.XIX, con objeto de mantener la ciudad lo más limpia posible, ante la llegada de las tropas españolas que lucharían contra los franceses, y también para preparar la acogida de los diputados que se instalarían en la ciudad para la redacción de la constitución de 1812, se decidió trasladar el comercio del pescado a las postrimerías del edificio consistorial en puestos ya allí instalados en el lugar donde un siglo más tarde se construiría la Plaza de Abastos.

Además en época de guerra los víveres escasean más, por tanto es cuando más organización se necesita en el abastecimiento ciudadano. En esta época la zona del caño de Sancti Petri adquirió una gran importancia en la estrategia militar. Por tanto no era oportuno que el pueblo se agolpara en las zonas cercanas para recibir los productos de primera necesidad.

Pasada la Guerra de la Independencia y recuperada la normalidad, el puerto del Zaporito recuperó también parte del comercio del pescado, que en realidad nunca llegó a desaparecer completamente de allí.

Más tarde con la llegada del ferrocarril en 1876, una parte del pescado se trasladaba con este medio a Sevilla.

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