No todos los héroes llevan capa

Cerca de una decena de policías locales se encuentran implicados en las patrullas Un programa vigila de forma especial la seguridad vial a la entrada y salida de los colegios

La pareja de agentes de Policía Local que patrullan por la zona de la barriada Puerto de Palos consulta una incidencia en el móvil.
María Esquivel San Fernando

21 de agosto 2016 - 01:00

Desde el pasado octubre gran parte de San Fernando cuenta con la presencia constante de sus vigilantes. No es que La Isla sea Gotham ni el hombre murciélago combata contra súper villanos por sus calles, los héroes de aquíni llevan capa ni esconden su identidad tras una máscara, es más, los vecinos los conocen por sus nombres y no necesitan de la batseñal para dar con ellos: saben que la policía de barrio patrulla por sus calles sin necesidad de llamarlos.

Lo que empezó hace casi un año como una experiencia piloto en la barriada Puerto de Palos, ha seguido ampliándose y estableciéndose como una más de las labores de la Policía Local isleña, que espera próximamente sumar una nueva zona de actuación. No sólo los vecinos están satisfechos con la tranquilidad que supone saber que hay alguien en la zona sino que los mismos agentes encuentran muy satisfactorio el trabajo que realizan.

El día a día de las diferentes patrullas de barrio comienza en la jefatura de la Policía Local. Allí comprueban a través de una aplicación informática el estado de las incidencias de las que se han dado parte en las jornadas anteriores. Tras hacer balance de la situación acuden al área que tienen establecida como suya, que siempre es la misma. En la época escolar la primera de sus labores sobre el terreno consiste en regular el tráfico a la entrada de los niños al colegio que tienen asignado, lo que amplía los lazos de confianza entre los agentes y los jóvenes que no dudan en saludarlos como a cualquier otro amigo cada vez que se los cruzan. Algo que desde la policía remarcan como muy positivo.

Muchas veces los padres les dicen a sus hijos que si no se portan en condiciones vendrá la policía a por ellos, sin darse cuenta de que en el caso de que se pierdan o necesiten algún tipo de ayuda es más probable que se acerquen a alguien de uniforme. Con esta cercanía que se forja día a día los más pequeños saben que no les va a pasar nada malo si se encuentran cerca de alguno de sus uniformados amigos.

El resto de la jornada, hasta que vuelven a los colegios para repetir la misma operación a la salida de los escolares, es la de patrullar por la barriada, comprobando si se han dado solución a los problemas de los que ya habían dado parte -para seguir en el caso negativo insistiendo en que se le dé una solución- o atendiendo a los vecinos que les reclaman. Si las incidencias son ajenas a sus funciones, como un acerado en mal estado o que una farola no se encuentre operativa, además de realizar el correspondiente informe, envían al área correspondiente (muchas veces a través del correo electrónico) la información del problema.

Atienden a cualquier tipo de público, pero sin duda, son los niños y los más mayores del barrio los que respiran más aliviados. "Cuando hemos auxiliado a alguna persona mayor que se ha caído, el agradecimiento ha sido tal que nos han ofrecido hasta dinero", explica una de las parejas de polícias que participa de esta labor. "Resulta muy gratificante que, cuando vas al colegio y los niños te ven, vayan corriendo a abrazarte o te digan que de mayor quieren ser policías", comentan con el orgullo de saberse útiles para los ciudadanos y que ellos les reconocen su labor.

El pasado curso, organizaron, también como experiencia piloto, talleres de seguridad vial en colegios e institutos con la colaboración de la Dirección General de Tráfico y ya se encuentran maquinando cómo poder mejorarlos y ampliarlos. Sin duda, no se puede negar la vocación que estos policías tienen de servir a sus conciudadanos, sobre todo cuando los policías que forman estas patrullas por los barrios se han ofrecido de manera voluntaria para el servicio.

Dentro de la jefatura tienen un despacho donde el equipo de la policía de barrio guarda bajo llave los detalles que han recibido durante estos diez meses en activo. No se trata de medallas ni de condecoraciones, los trofeos no ocupan las vitrinas, ni falta que les hace, aunque lo enseñan con el mismo orgullo. De las paredes cuelgan fotografías, dibujos y cartas que les han hecho los niños que ven cada mañana al dirigir el tráfico en la puerta del colegio. En los dibujos no faltan los coches patrulla -aunque ellos van a pie durante la jornada-, corazones y motivos sonrientes. Palabras de afecto que son el mejor reconocimiento que se puede recibir. Al abrir los cajones aparecen más cartas y dibujos, reconocen que se han quedado sin espacio en el tablón y que ya están buscando uno nuevo y más grande para poder mostrar cada una de las muestras de afecto recibidas.

Sin duda, los niños isleños tienen claro que prefieren a sus amigos policías antes que a cualquier super héroe con capa y sin nombre.

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