"Si a su hija le pasa algo el responsable soy yo"
Transporte público Denuncia de una discapacitada
Una mujer cuenta cómo el chófer de un autobús negó su acceso y el de su hija en silla de ruedas porque la rampa no funcionaba
Lara Lagares tiene 25 años. Tiene paraplejia, parálisis celebral y es ciega. Su madre, Asunción Rodríguez, constituye sus piernas y sus ojos desde que nació. Ambas viven en Cádiz, aunque desde que Lara tiene diez años se desplaza diariamente hasta la sede de Upace en San Fernando donde ha recibido primero formación educativa y ahora está en la unidad de día durante toda la mañana. Desde entonces, a las nueve, el autobús de esta entidad la recoge en la capital y la desplaza hasta La Isla, donde diariamente también se dirige Asunción, sobre las dos de la tarde, para recogerla. Tiene que hacerlo ella porque su hija, por cuestiones de necesidad, debe estar en su casa sobre las tres de la tarde. Por esta razón, esta gaditana va en el servicio de transporte interurbano y debe coordinar los horarios de vuelta para coincidir con el autobús que tiene servicio de rampa para subir a su hija, un autobús que pasa cada hora, según ella misma explicó a este periódico. Pero, apunta, de un tiempo a esta parte, este servicio de rampa -que permite el acceso de la silla de ruedas sin que ésta tenga que subir el escalón- ha dejado de funcionar, de tal manera que ella, a sus 61 años, tiene que subir con sus propios brazos tanto la silla como a su hija. "Ya me he acostumbrado a hacerlo", apuntó.
Pero el pasado miércoles 17 de febrero las circunstancias fueron distintas. Como cada día, en torno a las tres menos cuarto de la tarde, Asunción y su hija Lara aguardaban la llegada del servicio interubano que les llevara de vuelta a Cádiz. Ellas, tal como hacen siempre, se bajarían en la primera parada, en la de Cortadura, pues viven en esa zona. Pero en esta ocasión, denuncia la mujer, no pudo ser. Y no pudo ser porque de nuevo la rampa de acceso no funcionaba. Y porque además, el conductor del autobús le impidió que, estando ésta estropeada, pudiera subir con ella cogiéndola en brazos para superar el escalón. "El autobús sólo tenía que acercarse un poco a la acera y yo misma, con ayuda o sin ella, lo habría hecho, como tantas otras veces". Pero la negativa del conductor fue rotunda. "Si le pasa algo a su hija, el responsable soy yo", afirmó. "Así que si usted no se baja inmediatamente yo no conduzco", continuó, según el relato de Asunción quien, resignada, hizo caso a la amenaza y se bajó, no sin antes explicarle que tendría que aguardar otra hora hasta que llegara el siguiente servicio y que su hija no podía esperar.
Decidió entonces llamar a la concesionaria para poner en conocimiento lo sucedido, la cual, asegura, le dio la razón. Pero el autobús ya se había marchado y ambas tuvieron que coger un taxi, "que cuesta más de diez euros y no me lo puedo costear todos los días". Por eso, afirma, esta situación no puede repetirse. Ayer también lo denunciaba ante la Junta.
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