La historia marítima desde Capitanía
Nuevo museo naval
La nueva ubicación del Museo Naval acerca la evolución de la Marina al centro de la ciudad. En poco más de una semana tras su inauguración cerca de 700 personas lo han visitado
La calle Escaño ha sufrido un lavado de cara que para muchos isleños ha pasado desapercibido hasta ahora. La parte trasera del edificio de la antigua Capitanía General se ha modernizado y sobre la pared azul hay un cartel que aclara el motivo de esa remodelación: se ha convertido en la nueva sede del Museo Naval de San Fernando. Algunos viandantes al descubrirlo se paran en seco a contemplarlo y a dar el visto bueno a lo que tienen delante. Otros se animan a entrar sin tener muy claro hasta qué punto de la historia serán capaz de retroceder en el tiempo. Probablemente nunca imaginaron poder llegar al año 1000 a.C. en una visita a un museo que aún huele a nuevo y a pintura fresca. Aviso a navegantes, la visita se puede hacer por libre o contando con los conocimientos de una guía que hará, si cabe, aún más placentera la travesía a través de la diferentes salas y piezas que allí aguardan la llegada de los más curiosos grumetes y experimentados marineros.
La visita comienza en el primer piso, donde por orden cronológico se muestra la historia de Cádiz y San Fernando vinculada a la Marina, una historia en común que comenzó en el siglo XVIII y que llega hasta nuestros días. En esta zona el visitante comienza su aventura frente a frente con el primer mascarón de proa del buque escuela Juan Sebastián de Elcano rodeado de banderas de navíos, maquetas, paneles informativos y hasta una fotografía del Rey emérito dedicada al Museo Naval. Si el visitante tiene afán por la lectura encontrará también una carta manuscrita con fecha de septiembre de 1792 para la creación de un museo y biblioteca naval en la academia de guardamarinas de La Isla de León.
En el primer piso, pero separada del resto de la exposición -hay que adentrarse por un pasillo pero que no tiene pérdida-, se encuentra la desacralizada capilla de Capitanía que guarda en su interior una curiosa colección de exvotos marineros, una costumbre que estuvo muy extendida por la zona pero que hace tiempo quedó relegada a salas de museos. Los exvotos marinos son un tipo de ofrenda que los marineros realizaban a los santos o vírgenes que ellos entendían que habían intercedido por su salvación ante cualquier contratiempo. Se trata de una pintura, no necesariamente de gran tamaño, en la que el marinero reflejaba lo que le había sucedido. El más antiguo que se encuentra en esta colección es el exvoto de un pastor de Alcalá de los Gazules realizado en 1755 en el que pinta cómo, tras el terremoto de Lisboa, le pilló la crecida del río mientras movía a su rebaño y cómo la Virgen de Todos los Santos consiguió que salvase la vida.
En el segundo piso las diferentes salas funcionan de manera monográfica. Cada una de las salas narra una historia distinta dedicada a diferentes ámbitos que van desde el modelismo naval a tácticas de tiro o la medicina naval. Incluso, aquellos que alguna vez formaron parte de la tripulación del Juan Sebastián de Elcano podrán tener su momento de nostalgia y contar sus hazañas a sus compañeros de expedición, mientras comprueban los listados de los cruceros de instrucción que ha realizado desde 1928 y las escalas de cada uno de estos viajes.
En esta zona del museo también hay espacios para los nombres propios: como Blas de Lezo, apodado el medio hombre; Jaime Janer Robinson, que evolucionó las técnicas de tiro y en consecuencia los campos de tiro militares llevan su nombre; o Isaac Peral, inventor del submarino, entre otros. En la segunda planta se encuentra también una de las piezas más importantes de la colección, la Virgen del Rosario que llevó Don Juan de Austria en su galera durante la Batalla de Lepanto.
Junto a los modelos de navíos exóticos y buques escuela de diferentes partes del mundo se encuentra la reproducción de una pintura rupestre encontrada en una cueva de Jimena de la Frontera. Los que habitaban la zona reprodujeron en las paredes las diferentes embarcaciones que cruzaban ante sus ojos. Según los estudios que se han realizado, pintar los barcos en la cueva fue algo que se mantuvo durante siglos. Las primeras pinturas datan del año 1000 a.C. y las últimas del 600 a.C.
Entre sus salas también hay espacio para un hundimiento que supuso la pérdida de las vidas para muchos marinos procedentes de San Fernando y Cádiz. Del crucero Baleares, un buque pesado de la marina franquista que se hundió durante la Guerra Civil segando la vida de más de 700 hombres, se conservan algunas fotografías, una maqueta y la bandera de combate original del crucero. "Antes también teníamos expuesta la lista de los marineros fallecidos y algunos se entretenían buscando los nombres de sus familiares, pero nos hemos quedado sin espacio", lamenta la guía de la exposición. Habrá que esperar a que haya alguna exposición itinerante para ver esos tesoros museísticos que aguardan como pecios hundidos esperando a que alguien los reflote.
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