Un imperio sin fronteras
RESULTA inconcebible plantearnos hoy día el flamenco o el cante, para ser más exactos, sin la figura de Camarón. Su sombra no sólo ha llenado y llena la vida de miles de artistas y amantes de la música (no tiene por qué ceñirse exclusivamente a los aficionados al flamenco), sino que mantiene su dominio como si de un imperio sin fronteras se tratase. Su personalidad en el cante, con esa forma de cantar despacio, le han llevado a inocular su 'veneno' en todas las generaciones posteriores a 1950. Incluso artistas anteriores a su fecha de nacimiento, han terminado sometiéndose a su dominio, y hoy día, en su repertorio, ofrecen más de una pincelada de ese estilo 'camaronero'. Todo este submundo creado en torno a la figura de Camarón ha adquirido tal fortaleza en algunas regiones que en muchos casos, ha desbancado a su tradicional forma de cantar o si no lo ha hecho del todo, ha logrado situarla en segunda fila.
Ese reino imaginario recorre de este a oeste Andalucía, se ramifica por toda la península estableciéndose en capitales como Madrid y Barcelona, y dejando la huella por toda Extremadura y la cuenca mediterránea, e incluso adentrándose en poblaciones con tanto arraigo folcklórico como como Aragón y el País Vasco. Su imperio se extiende a Francia y para bien o para mal Camarón es hoy día el flamenco, es el kitsch, ya sea en Canadá, Alemania o Estados Unidos.
Evidentemente, la escuela camaronera o el estilo 'camarón' ha ido adaptándose en estos 25 años que transcurren desde su fallecimiento. Así, de aquella primera etapa en la que todo lo que sonase como Camarón estaba bien visto (hasta la iconografía y los gestos) no en vano se intentaba cubrir el vacío dejado por el de La Isla, se ha pasado a una en la que los cantaores han incorporado a su personalidad ese aporte 'camaronero' sin caer en la imitación de aquellos primeros diez años posteriores a su muerte en los que algunos perdió hasta la voz a base de forzarla para asemejarse al genio de San Fernando. De cualquier forma, eso no implica que su base se haya estabilizado en puntos como Madrid o Barcelona, verdaderos focos, y donde artistas como Duquende, El Cigala, La Susi, David de Jacoba, El Piculabe o Montse Cortés han representado durante años esta fijación. También Sevilla ha perdido parte de su identidad en algunos aspectos, pues son muchos los cantaores y cantaoras que han desarrollado ese modelo de cante como propio. Remedios Amaya, Potito, María Vizárraga, Rubio de Pruna, La Tana y una lista interminable a la que podríamos sumar 'seguidores' del resto de provincias andaluzas, desde José Parra y El Chino en Málaga, El Pele en Córdoba, Cristo Heredia en Almería, Pedro el Granaíno o Morenito de Íllora en Granada o Arcángel en Huelva. También Cádiz tiene los suyos, unos por contacto directo, como los Rancapino, y otros por el vínculo de la zona o personal, casos de Niña Pastori, Antonio Reyes o el joven Jesús Castilla de San Fernando. Resulta curioso, como casi siempre a lo largo de la historia, el islote de Jerez, pese a que Camarón se dejaba ver bastante décadas atrás para compartir vivencias con El Torta, Luis de la Pica, Periquín y Capullo, posiblemente el único, junto al desaparecido Juan Moneo, que incluye en su repertorio ese quejío largo tan particular del modo camaronero. El recorrido sigue por Badajoz, con voces como Guadiana, el País Vasco, con el joven Maizenita, y hasta Huesca y Zaragoza, ciudades en las que voces como David Tejedor o el Tutero de Huesca nos demuestran que el legado de este artista universal pervive 25 años después de su muerte.
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