"Se puede decir que sobrevivimos"

solidaridad

El comedor El Pan Nuestro tiene una nueva presidenta: Joaquina Luna Gálvez

El número de familias que se atienden ha disminuido pero también los socios. Y eso preocupa

Joaquina Luna Gálvez, presidenta del comedor El Pan Nuestro. / Román Ríos
Arturo Rivera

20 de mayo 2018 - 12:00

San fernando/Cuando esta maestra del colegio San Ignacio se jubiló decidió combatir la inactividad y ocupar su tiempo libre dedicando unas horas a los que más ayuda precisan, algo -admite- que desde pequeña le había llamado. Así llegó un día al comedor El Pan Nuestro para ofrecerse como voluntaria. "El padre Juan (Jiménez Zayas) tomó mis datos. Y al siguiente sábado me llamó y me preguntó si podía ir", recuerda. Desde entonces -y de esto hace ya varios años- no ha faltado. Ahora, Joaquina Luna Gálvez acaba de convertirse en la nueva presidenta de la asociación benéfica que se encarga de gestionar el comedor ubicado en el polígono industrial de Fadricas relevando en el cargo a Rosa Giner, que ha estado al frente de la institución durante los últimos cinco años. No le pilla de nueva la faena -no del todo al menos- porque Joaquina lleva también unos años perteneciendo a la junta directiva, donde ha ocupado el complicado cargo de tesorera de una asociación como ésta, que está abierta los 365 días del año para atender sin preguntas a los que llaman a su puerta y que reparte al mes 6.000 comidas y unos 600 desayunos.

"No es fácil desde luego. Y haber sido la tesorera me ha permitido conocer la realidad del comedor. Es un centro muy grande y muy costoso, que necesariamente requiere de muchas aportaciones. La verdad es que cuesta muchísimo tirar para adelante... Se puede decir que lo que hacemos es sobrevivir, afirma la nueva presidenta de El Pan Nuestro.

Una de las principales carencias que arrastra la asociación es el descenso del número de socios, que junto a las subvenciones que recibe de las administraciones suponen las principales fuentes de ingresos que financian el comedor. Es -admite- una situación que preocupa cada vez más. Hay socios fundadores que han fallecido, otros que se han dado de baja por complicaciones económicas y enganchar a nuevos colaboradores "es algo que cuesta mucho".

Afortunadamente, relata, el número de familias que se atiende a diario en el comedor ha continuado descendiendo en los útimos años. "A veces pasa. Hay gente que viene y te dice: me ha salido un trabajo, dame de baja. Nos llena de alegría", cuenta. "El número de personas sin hogar que a diario acude al centro es más o menos el mismo, no suele variar. Pero el de las familias que vienen a por la comida sí ha bajado. De 68 hemos pasado a unas 40 ahora".

"La economía va mejor y se nota", dice. Pero no siempre es tan fácil. Muchas de las personas que se quedaron sin trabajo y sin recursos no consiguen recuperarse nunca, afirma. "Los ves y no encajan en el perfil habitual de los sintecho. Y son personas que han tenido un buen trabajo y han contado con un buen nivel económico, aunque luego las cosas les han ido mal, no han tenido apoyos....". También -dice- hay gente que prefiere, por las razones que sea, no acudir al centro, "pero aquí, con el comedor, nadie tiene porque pasar hambre", matiza.

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