Visto y Oído
Broncano
Crónica
San Fernando/Un haz de luz en la oscuridad, un rasgueo de guitarra y el sol saliendo más denso que nunca en el principio de los tiempos de un nuevo concierto de Robe. La figura del extremeño tomando forma conforme su voz abduce a los miles congregados. "Qué Destrozares". El pasaje decadente tomando luminosidad con el violín de Carlitos Pérez y el golpe de batería de Alber Fuentes. "Y harto de esperar que viniera a verme a cualquier hora". Eran las 22.25, miles de almas habían ido a ver a Robe a cualquier hora.
Los acordes de la enérgica 'Adiós cielo azul, llegó la tormenta' irrumpieron para anunciar un temporal en una noche calmada de viento con rock, cerveza, pogos, amigos y la voz de Robe desafiando los límites del espacio-tiempo. El siguiente paso condujo hacia un desfiladero donde un 'Guerrero' solo ansiaba "llegar al Olimpo y robar el fuego". El versátil David Lerman (bajista, clarinetista y saxofonista) dio paso con su clarinete a esta emocionante canción que sobrecoge cuando Lorenzo González (Voz) saca a relucir toda su potencia vocal.
Uno de los grandes éxitos del último disco habla de abrazos, de morir en los brazos de quien se quiere. Ciertamente, como dice Robe, no hay nada más. 'Puntos Suspensivos' encandiló a un público que ya canta las canciones de Robe en solitario como si fuera el orden natural de las cosas. "Recuérdame de qué está hecho el amor". De viento, de esa corriente que, en mayor o menor intensidad, siempre permanece, es movible pero nunca abandona. Y que, por alguna razón, parece que Robe tiene el don de manejar.
La banda de Robe es capaz de ofrecer el rock más rudo y crudo pero hacerlo a la vez con una delicadeza casi inédita a día de hoy. ¿Es uno de los mejores directos que se pueden ver a día de hoy en España? La pregunta se responde sola. Los continuos riffs de Woody Amores, las estremecedoras intervenciones de Lorenzo, el piano de Álvaro Rodríguez, David Lerman cambiándose de instrumentos, Carlitos Pérez haciendo que un violín no sea un instruso, la rotunda batería de Alber Fuentes. Y su líder, Robe, plantado en mitad del escenario con su guitarra, al frente del vendaval de rumbo incierto con aquella masa de fieles.
Otro aspecto que no pasa desapercibido de los directos de Robe es su costumbre de recitar poesía para introducir canciones con su estilo tan personal. "Tengo en este momento tantos pensamientos fundamentales, y tantas cosas metafísicas que decir, que me canso de pronto y decido no seguir hablando". Y aquí llegó el momento más melancólico, con un piano anticipando 'La Canción Más Triste del Mundo' y un bello acompañamiento de violín. En este tema, la guitarra de Woody hizo el contrapeso antes de que Lorenzo volviera a romper las barreras del sonido.
Nadie se acordaba de las canciones de Extremoduro a estas alturas. Pero Robe sabe medir los tiempos y desconcertar, como él mismo advierte. Entonces, utilizó versos cantados del 'Segundo Movimiento: Lo de Fuera' de la Ley Innata para saltar al 'Interludio' de Mayéutica. Simplemente brillante. Lo mejor de este primer tramo de concierto aún estaba por llegar: 'La Coda Flamenca'. Un catártico instante con un Robe que está en su mejor versión. El rock progresivo de las guitarras fundiéndose con 'Y el fuego del infierno ya es sólo humo'. Para guardar en la retina.
Había más. Ahora sonaba la canción de que el viento se parara, donde nunca pasa nada. 'Dulce Introducción al Caos' para derribar, echar abajo, un recinto con gentes extasiadas, olvidando toda necesidad primaria en una tórrida noche de verano. Y un clasicazo más: "Tan tan, llaman a la puerta otra vez, ya va, ¿quién es?". Las cervezas volando, la garganta más 'Golfa' desgañitándose.
La primera parte, teóricamente más tranquila, terminó con la ópera prima del último disco de Robe: 'El Poder del Arte'. Todo un deambular por estados de ánimo, sensaciones, momentos vitales que acaban salvados por las canciones. "Tal vez, si pudiera hablarte. De si fuera cierto, que el poder del arte, bien nos pudiera salvar...". Un delicado y profundo tema que acaba de una inesperada e icónica forma. "Me encanta el olor a napalm por la mañana", gritó todo el Bahía Sound. Ahora sí, descanso con un mensaje canallesco de Robe: "Qué bebáis, qué fuméis, que para eso estáis en un país libre. Eso sí, que no os vean".
En un concierto normal, esto podría haber sido el final, sin duda. Pero esa noche, las leyes de la música se escribieron de otra manera. Tras una larga pausa, la batería inició un llamamiento para que continuara el aquelarre. Todos listos para que temblara el suelo. Tras 'Haz Que Tiemble el Suelo', sonó otra de las nuevas cuyo valor está en el tan venerado estilo progresivo de Robe: 'Ininteligible'. Los vientos del rock iban a más kilómetros por hora cuando sonó una de Extremo no tan habitual: 'Cabezabajo'. Un regalo para los fans de la extinta banda este tema del disco 'Ágila'.
Otra incursión por los movimientos, 'Mierda de Filosofía' de Mayéutica. Todo un mar de manos al aire gritaban mientras sonaba "que yo te quiero hacer bailar, bailar como una puta loca". La parte instrumental de bajo de este tema, una delicia. "Que no quiero asomarme al fondo del abismo", decía Robe. Mientras, sin remedio, todos iban encaminándose conscientemente a él, porque en ese lugar es donde suena la voz de Robe. De inmediato, el siguiente movimiento 'Un instante de luz', un destello de amor de un artista que está en un momento de composición más luminoso que nunca. Más de 10 minutos de canción que pasa por unos instantes embriagadores que invitan a vivir el presente, una máxima que defiende el compositor en esta etapa de su carrera. De nuevo, procede mencionar la intervención de Lorenzo a la voz, es único. Después de escuchar la tercera de Mayéutica, basta quedarse con la reflexión certera del desenlace. "Ahora es el momento", todas las maquinaciones mentales que implican vivir, han de cumplirse.
El final se iba aproximando. La banda incitaba a pogos con temas como 'Esto no está pasando', donde hubo algún guiño a los legendarios Guns N' Roses. Ya era la hora de 'Salir'. Por supuesto, aquel mar de gentes ya estaba incontrolable, soltando vasos al aire, dejando al azar su lugar de caída. Si la cerveza acababa derramada en ropas ajenas, eso no era motivo de preocupación. El afortunado que recibía el baño de cebada, lo recibía a gritos enfervorizados, claro. Así funcionan las cosas en un concierto de Robe. "Hasta siempre, siempre", voceaba el placentino cuando ya eran más de la 1 de la madrugada. Entonces, sonó 'Nada que perder', uno de los temas que mejor hablan del presente, de perder el miedo a equivocarse, de caer en los mismos errores. Toda una defensa al atrevimiento, a dejar los fantasmas que todos arrastran en sus lugares deshabitados.
En aquel instante donde el amargor de los finales apenas consuela, una cálida exclamación: ¡AMA! Ante eso, es inevitable una sonrisa, mirar a a los de al lado. Y sí, ensanchar el alma. "Hay que volar libres, al sol y al viento repartiendo el amor que tengas dentro". El poema de Manolillo Chinato es inmortal. No hay noche en la que Robe no se acuerde de eternizarlo. Justo para que el vendaval amaine donde el amor quiere.
Robe sabe que está hecho de viento, invoca huracanes, los puede frenar a su antojo. Por eso, ofrece su guitarra mientras termina 'Ama, ama y ensancha el alma'. Una petición de tregua como solo quien está hecho de viento puede hacerlo. Hasta siempre, siempre.
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