La romería del Cerro sobrevive
Festividad de los copatronos de la isla Jornada de fiesta en el parque de los mártires
El otoño regaló su mejor domingo a la ciudad y animó a numerosos isleños a que disfrutaran de la festividad de los santos Servando y Germán al estilo más tradicional: pasando el día en el Cerro
Suenan rumbas, sevillanas y canciones de El Barrio por los altavoces que se han colocado junto a la ermita de los copatronos, al lado del escenario que se transformará en improvisado altar para la misa al aire libre que se celebrará poco después. Es ya cerca del mediodía y el ambiente es festivo, popular, tranquilo. Y empieza a ser concurrido. No en vano, se trata de la romería chica.Casi todas las barbacoas -estrenadas hace unos meses- están ya ocupadas. Sobre las mesas del merendero, se acumulan las bolsas de la compra con las viandas, los refrescos, la cerveza... Las sillas y las mesas de playa se despliegan y los vendedores ambulantes ofrecen castañas y piñones junto a gominolas y patatas. El chándal, los vaqueros y las deportivas -no importa la edad- se convierten en la indumentaria oficial de la jornada.
Es el Día del Cerro. Una fiesta que hace una década cedió su carácter oficial al 24 de Septiembre y a la conmemoración del Bicentenario. Toda una superviviente.
Porque en realidad, el Cerro -la festividad de los santos copatronos- mantiene imperturbable su rutina de décadas. Y su gente -vecinos de las barriadas más cercanas, La Almadraba, Gallineras, asociaciones dispuestas a disfrutar de una jornada campestre, isleños que se niegan a perder la costumbre de sus mayores- sigue acudiendo cada domingo de romería. La afluencia, pasado el mediodía, es multitudinaria.
La música de fiesta cesa cuando llegan los copatronos. Antes, temprano, habían salido de la parroquia del Buen Pastor para recorrer Gallineras y llegar hasta las casas de La Almadraba para luego volver de nuevo sobre sus pasos y enfilar la empinada cuesta del paseo del parque del Cerro.
Una nutrida escolta de jinetes a caballo -la Asociación Hípica de La Isla al completo- hizo las veces de guardia de honores y acompañó a los copatronos durante el primer tramo del camino.
Llegaron los santos en parihuela, portados por las salineras. Las jóvenes lucían sus trajes típicos. El presidente de la asociación de vecinos de La Almadraba, José Ruiz Cortejosa, improvisó de capataz. "Cogerse el paso", mandaba. Y las salineras se animaban y se atrevían con unos quietos. El coro cantaba una letra sobre la Semana Santa isleña antes de arrancarse con la Salve marinera, que acompañó el encuentro de los santos Servando y Germán con la Virgen del Carmen de Gallineras, la pequeña talla mariana y marinera que, en la tarde del sábado, el club náutico subió a las alturas del Cerro para propiciar este encuentro. El momento álgido de la mañana, sin duda.
Las imágenes, luego, fueron entronizadas en el altar y el sacerdote se dispuso a iniciar la ceremonia religiosa. A esa hora, por los accesos al Cerro no dejaba de entrar gente. El otoño regalaba su mejor domingo a La Isla y la fiesta del Cerro se reescribía.
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