La vida a medio gas en San Fernando por las restricciones del covid
Salud
La ciudad nota la paralización de la actividad no esencial y con ello una menor presencia ciudadana en la calle
San Fernando/Los establecimientos que pueden seguir desarrollando su actividad conviven con las barajas echadas y las puertas cerradas de otros locales, comerciales y hosteleros, que se han visto obligados a cumplir con las nuevas restricciones contra el covid que desde hoy imperan en San Fernando: al cierre perimetral del municipio se suma desde anoche el cierre de la hostelería y el comercio no esencial. Por eso la vida de San Fernando, afectada también por la constante y fuerte lluvia de algunos momentos, ha estado más apagada que de costumbre un sábado por la mañana.
En el entorno del Mercado Central los bares y los negocios estaban cerrados a cal y canto, así que el ajetreo habitual se circunscribía al interior de estas dependencias, a alguna tienda de comestibles o la farmacia cercana, donde como suele suceder los clientes hacían cola a las puertas para realizar sus compras.
La soledad era más evidente en la Plaza del Rey, donde los veladores de los bares del lugar se convertían en improvisados refugios ante la lluvia. Personal de la Gran Vía protegía con material plástico el mobiliario de terraza, metálico o de madera, recogido ante la paralización de la actividad al menos durante dos semanas por el nivel de alerta 4 grado 2 que afecta a San Fernando por superar una tasa de contagios del coronavirus de 1.000.
Esa imagen de terrazas recogidas o vacías se repetía en el tramo de la calle Real hacia la Plaza de la Iglesia. Igual escasez de ciudadanos en la calle. Pocos muy pocos transitaban por una ciudad tan afectada por el coronavirus: paraguas en mano, tirando o empujando carros de la compra o acarreando bolsas con las provisiones para estos días, porque solo los recados necesarios ha hecho que los ciudadanos abandonen sus casas por unas horas. La vida la ponían ellos y sus colas guardando las distancias para acceder a los locales y ser atendidos, y alguna que otra familia y parejas que paseaban.
La convivencia de negocios abiertos -de comida, librerías, papelerías, floristerías, ópticas o farmacias- con otros, de ropa y calzado, de juguetes o complementos, cerrados al público se repetía en calles como Rosario y San Rafael, o Colón, y todos sus alrededores. También en un barrio como La Ardila o la zona de Hornos Púnicos y León Herrero, con sus habituales establecimientos de hostelería sin actividad. Algunos propietarios, especialmente se notaba en el centro, han aprovechado este primer día de cierre para poner orden en sus negocios: limpiar, ordenar trastiendas y arreglar escaparates e interiores. "Compra pimientos pequeños para freír", pedía un hombre frente a un supermercado al que su acompañante se disponía a entrar, que respondía: "Mejor en la frutería".
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