Cuando había monstruos marinos en los mapas, la peculiar historia de la cartografía con la que Francisco José González ingresa en la Academia de San Romualdo
El doctor en Historia repasa el bestiario de animales fantásticos que pobló las referencias al mundo inexplorado y desconocido en las cartas náuticas
San Fernando/Sirenas, unicornios marinos, monstruosos peces y gigantescas ballenas capaces de mandar a pique un navío se convirtieron en los llamativos protagonistas que ilustraron la conferencia con la que el doctor en Historia, Francisco José González González, formalizó este martes su ingreso en la Academia de San Romualdo.
El que hasta su jubilación fuera responsable de la biblioteca y del archivo del Real Observatorio de la Armada (ROA) echó mano a esa galería de animales fantásticos creados por la imaginación y los miedos del hombre que hace siglos poblaron los mapas y cartas náuticas -a veces vistosas y estrafalarias y otras amenazadoras e inquietantes- para narrar ante el auditorio una peculiar historia del desarrollo de la cartografía, de la que fue desapareciendo ese bestiario a medida que la disciplina abrazaba la ciencia y avanzaba la exploración del mundo desconocido.
La imagen del océano en los mapas de la Edad Moderna. De los monstruos marinos a las coordenadas geográficas fue el título del discurso de ingreso que este historiador pronunció en las instalaciones municipales del centro de congresos Cortes de la Real Isla de León tras ser presentado por María Elena Martínez Rodríguez de Lema, vocal de letras de la junta directiva de la Academia isleña.
Francisco José González comenzó su disertación hablando de la exploración de los mares desde la Antigüedad -desde los periplos de aquellos primeros navegantes hasta Ptolomeo, que ya en el siglo II d.c. elaboró las primeras instrucciones conocidas para el trazado de mapas mediante la determinación de coordenadas geográficas- para llegar al parón que supuso la Edad Media, cuando "la geografía dejó de ser importante y las aportaciones de los griegos cayeron en el olvido".
Esos conocimientos geográficos de la Grecia clásica fueron rescatados por la Europa del Renacimiento gracias al mundo islámico, que no solo habían conservado ese legado gracias a las peregrinaciones a la Meca y a la necesidad de controlar las rutas comerciales del océano Índico sino que hicieron que ciudades como Damasco, Bagdad, Fez o Córdoba se convirtieran "en importantes focos de estudio y difusión del conocimiento geográfico", explicó el nuevo académico de San Romualdo.
El doctor en Historia relacionó también la aparición de la aguja náutica, que ya permitió calcular la posición del buque, con la aparición y uso de las primitivas cartas náuticas que fueron los portulanos, "que se levantaban desde el mar, bordeando la costa y tomando orientaciones con la ayuda de la aguja náutica". No había aún coordenadas pero el litoral se representaba ya de una forma bastante precisa, apuntó.
Pero era -explicó- ese mundo desconocido, más allá del Mediterráneo y del estrecho de Gibraltar, el que daba rienda suelta a la imaginación para referir en la existencia de "extraños seres marinos", "terribles monstruos" y "seres extraordinarios" que azuzó la mentalidad medieval a la hora de representar los mapas.
"Fue habitual que los cartógrafos de los siglos XIV y XV incluyeran en sus trabajos imágenes de criaturas mitológicas procedentes tanto de la cultura clásica -sirenas, tritones, nereidas...- como de la antología escandinava, como el fantástico kraken, el calamar gigante de los mares del norte", relató Francisco José González.
"Intentaban ser precisos en los ámbitos geográficos bien conocidos pero siempre dejaban lugar a cierta creatividad artística en la representación de los lugares más alejados y menos conocidos", precisó.
De hecho, advirtió, el número de monstruos marinos aumentaba conforme más desconocido resultaban esos lugares del planeta que se intentaban plasmar.
El doctor en Historia aludió en este recorrido histórico a la revolución cartográfica del Renacimiento que llega con los siglos XV y XVI con los grandes descubrimientos geográficos, el uso de la imprenta como medio de reproducción de los mapas y la traducción de los trabajos de Ptolomeo.
"Avistar una ballena o un grupo de ellas al navegar alejado de la costa por un mar desconocido debía impresionar hasta el más experimentado de los navegantes, sobre todo en una época en la que unos marineros de pobre educación proyectaban en el océano inmenso y desconocido, el mar tenebroso, sus temores más irracionales llenándolo de monstruos terroríficos y a la vez fascinantes. No debemos olvidar que los relatos de estos encuentros, divulgados generalmente mediante comunicación oral entre las gentes del mar, llegaban a los oídos de unos cartógrafos que se veían obligados a completar con información novedosa y atractiva los grandes espacios vacíos que aún quedaban en los mapas", afirmó el historiador en su discurso de ingreso, que citó además algunos señalados ejemplos de esos animales fantásticos como la carta náutica de Olaus Magnus o los trabajos de Mercator o Abraham Ortelius.
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