La Tribuna Cofrade
El peso de las cofradías de Cádiz
Cuaresma 2019
No hubo izquierdo por delante. No hubo son de cornetería, ni horquillas marcando el camino, ni romano custodiando al Señor. Tampoco hubo río de capirotes blancos, ni pirulíes delante de la Cruz de Guía. El Despojado mostró ayer su lado más intimista, ese que ya han tenido oportunidad de conocer sus hermanos y los vecinos del entorno de Salesianos en anteriores ocasiones pero que ayer fue dado a toda la ciudad en modo de traslado para presidir el vía crucis de las hermandades en la Catedral.
El Despojado que ayer abrió la Cuaresma ya de manera plena en la ciudad fue el de la túnica lisa de color morado, la parihuela, el andar casi extenuante para cumplir los cortos horarios, la música de capilla y las espectaculares voces del coro Real Capilla (dirigido por Jorge Enrique García, uno de los mejores músicos que tiene la ciudad en la actualidad). Intimismo puro y duro que cambió radicalmente a la percepción que tienen las calles de la cofradía más joven de cuantas procesionan en Semana Santa.
El de ayer fue un Despojado de última hora de la tarde, ya sin el sol calenturiento que suele colapsar el patio de Salesianos. Fue un Despojado de llegada al centro ya de anochecida, donde posiblemente se vivieron los mejores momentos de ese traslado a la Catedral a su paso por el barrio de Santa María; un barrio que, curiosamente, siempre ha conectado a la perfección con esta imagen que en los últimos años sacrificó ese recorrido en beneficio de la Cuesta de las Calesas. A su llegada a la plaza de San Juan de Dios –que pudo ser vista por los mayores residentes en el antiguo hospital de la Santa Caridad, que salieron a la puerta– fue cuando de verdad el Señor del Amor se encontró con la ciudad, con una plaza atestada de público que ya seguiría a la imagen hasta Arquitecto Acero.
El ritmo durante todo el camino a Catedral fue bastante alto, ya que no era fácil salir a las seis de la tarde desde el pabellón de Salesianos y estar a las ocho en la Catedral. De hecho, el horario se retrasó unos minutos, pasando diez minutos de las ocho cuando el Señor se plantó ante el altar mayor para dar comienzo al rezo de las estaciones.
Uno de los elementos que miden a la perfección si en un sitio hay mucha o poca gente es lo que se emplee en la evacuación; y la salida de la Catedral cuando faltaban veinte minutos para las diez de la noche fue ayer lenta, lo que denotaba que había numeroso público en el cortejo, tras la parihuela y también en las naves catedralicias.
Sin embargo, el vía crucis tendría ausencias notables. O sobresalientes, como la del obispo diocesano, Rafael Zornoza, que según excusó el deán al inicio del acto se encontraba fuera de la ciudad (siendo irremplazable cada año la fecha del primer lunes de Cuaresma para este vía crucis) y que fue sustituido no por el vicario general, sino por el delegado de Hermandades, Juan Enrique Sánchez. Tampoco estuvo el director espiritual de la hermandad de Salesianos, Gustavo Martagón, que fue sustituido por otro sacerdote salesiano durante el traslado y en el rezo de las estaciones. Sí se incorporaron en la Catedral, por contra, el subdelegado de Defensa, Joaquín González; el concejal del Partido Popular Juancho Ortiz; o el director del Secretariado de Hermandades, Alfonso Caravaca.
El rezo de las estaciones fue algo más aletargado de lo normal, con un cortejo que apenas anduvo (no lo haría desde la segunda hasta la novena estación) y que necesitó ocho estaciones para unir el gran corte que ya se mantuvo durante todo el traslado de ida. Aquellos que siguieron la traducción del vía crucis en lengua de signos fueron, posiblemente, los que mejor presenciaron el desarrollo del acto, teniendo en cuenta los problemas de la megafonía (ausente en buena parte del recorrido interior) y de la visión de los textos editados (al presentar la Catedral una tenue iluminación).
El rotundo sonido del martillo de Joaquín Cortés marcaba, a las diez menos veinte de la noche, el camino de regreso a Salesianos. Sin cornetería, sin izquierdo por delante, sin capirotes blancos abriéndose camino por el asfalto de extramuros. Solo Él, la escasa luz de cuatro faroles y la sobria música del trío de capilla y de las cuatro voces masculinas de la Capilla Real. Fidelidad absoluta a la Cuaresma que ayer representó el Despojado.
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