Semana Santa en Cádiz: El Caído y el Parque, tan cerca y tan lejos
La capilla anexa al Colegio Mayor está prácticamente acabada y la hermandad debe proyectar ahora el regreso a su sede canónica
La operación tiene muchos frentes que la hacen complicada
En el ideario de la Semana Santa de Cádiz sigue estando presente, muy presente, el Parque Genovés. Pese a que hace doce años que la hermandad del Caído ni radica ni procesiona desde su capilla anexa al Colegio Mayor, esas estampas del Martes Santo siguen imborrables en la memoria de los cofrades; estampas pendientes de actualizar, pues la cofradía que hasta 2008 salía de la avenida Doctor Gómez Ulla es bien distinta a la que hoy radica en la iglesia de San Francisco. El Parque, por ejemplo, no conoce el actual paso del Señor, ni sabe que la Virgen de los Desamparados procesionó en un paso de palio que revolotea los sueños de la hermandad. Pero el Parque es el lugar natural de la hermandad, que ya piensa en su regreso a la capilla donde tiene establecida su sede canónica.
Las obras de rehabilitación del templo, incluidas en el proyecto realizado por la Universidad de Cádiz en todo el edificio del Colegio Mayor, que ha dado un gran cambio para adaptarse a los tiempos (perdiendo, de paso, el nombre de Beato Diego), están prácticamente acabadas; pendientes únicamente de retoques de última hora que ya están previstos. Por tanto, ha llegado la hora de pensar en el regreso. Y en eso andan en la corporación del Martes Santo.
De entrada, ya se ha establecido contacto con un artesano que va a empezar a diseñar el futuro retablo que tendrá la capilla. Un proyecto que no será sencillo, ya que las muy reducidas dimensiones y la distribución de la propia capilla obligan a idear una solución que a día de hoy pasa por hacer ese altar mayor móvil, de manera que cuando llegue el Martes Santo puedan habilitarse los espacios necesarios para la salida de los dos pasos.
Además del altar, la hermandad tiene que plantear ahora cómo distribuirá la iglesia y espacios anexos que debe incorporar a la propia capilla (como una pequeña sacristía, a lo que podría añadirse un pequeño aseo) así como los bienes muebles que son necesarios, desde los bancos hasta ornamentos que vistan las paredes. “Se trata de volver a hacer, ni más ni menos, lo que ya hizo la hermandad en el año 60, cuando se revistió la capilla”, traslada el hermano mayor, Eugenio Ricote.
Un traslado con garantías
Ahora bien, después del crecimiento experimentado por la cofradía en estos años y tras la experiencia adquirida en la iglesia de San Francisco, la junta de gobierno quiere que el traslado al Parque se realice con una serie de garantías. O mejor dicho, el regreso al Parque tiene una serie de dificultades o de aspectos inciertos que la junta que preside Ricote quiere ir amarrando con seguridad antes de hacer efectivo el traslado de las imágenes. “No se trata de ver que la obra ha terminado y traerse las imágenes y regresar aquí. La situación es mucho más compleja y necesita pensar las cosas por el bien general de la hermandad”, avisa el hermano mayor.
¿Cuáles son esos inconvenientes o aspectos que debe concretar el Caído?
El primero de ellos es el uso que tenga la capilla, el culto que reciba. Antes del cierre en 2008, allí se celebraba una misa de hermandad los viernes, que era el día en que abría la capilla. Pero hoy eso se ve un retraso, y en el Caído plantean una apertura diaria del templo y un culto más estable. “¿Quién se encarga del culto?”, se pregunta Eugenio Ricote, recordando que en San Felipe hay ahora mismo solo dos sacerdotes, lo que supone una dificultad real para atender también el culto de esta capilla. “En San Francisco hacemos la misa de hermandad una vez al mes, pero aquí sería otra cosa”, señala Ricote, en referencia a la poca idoneidad de limitar el culto en la capilla del Colegio Mayor a una misa mensual.
Otro frente a tener en cuenta en el regreso al Parque tiene que ver con lo material. “Eso no es más que dinero y tiempo, no preocupa en exceso”, señala al respecto el hermano mayor. Pero aún así hay que tener en cuenta que la hermandad está a punto de firmar una operación hipotecaria para adquirir la casa de hermandad que desde hace seis años ocupa en la calle Ruiz de Bustamante, y que los hermanos no pudieron aprobar en enero como estaba previsto a consecuencia de la pandemia, que obligó a suspender el cabildo.
En el apartado material y vinculado a ese objetivo de abrir la capilla y ampliar su culto, “necesitamos un sacristán que abra, y eso significa un puesto de trabajo que hay que sostener económicamente y jurídicamente”.
Unido a esto, hay que considerar otro factor: “la capilla está cedida, no es de la cofradía”. Es decir, existe cierta incertidumbre respecto a la posibilidad de que la Universidad reclame el edificio y la hermandad tenga que salir de allí. “Hay cierta inseguridad jurídica”, reconoce Ricote, que ya ha empezado a mover hilos para explorar esa vía y dar certeza al futuro del Caído.
El factor que más dudas genera es el funcional. Cómo vivirá el Caído en su capilla. Cómo se desarrollará el culto diario, las celebraciones especiales del calendario y la propia salida. “Eso preocupa más”, confiesa el hermano mayor. En primer lugar, porque al regresar al Parque se han encontrado con que la capilla “ya no forma un uno con el colegio mayor, que era de alguna forma una extensión de la hermandad”. Hasta tal punto, que durante muchos años las túnicas del cortejo procesional se lavaban en el propio Colegio Mayor. “Ya eso no es así”, señala Eugenio Ricote. Tanto, que junto a la capilla ya no hay un pasillo con varias salas y dependencias que usaba la propia hermandad, sino que lo que hay es una calzada de entrada al aparcamiento subterráneo habilitado en el edificio.
No contar con el Colegio Mayor se une a la evidente limitación del espacio de la capilla, que en esta obra además ha perdido el coro que se usaba también de almacén. El templo resultante se antoja excesivamente limitado para la comodidad que requiere el día a día de la hermandad. Pero peor solución tiene el escaso aforo ante las celebraciones principales en las que el Caído aglutina a bastantes hermanos. Más de los que a priori entrarían en el Parque.
Otro factor a tener en cuenta es la ubicación de la capilla. “Todo el mundo dice qué bonito es el Parque y qué bonita está la hermandad por aquí. Pero esto ha cambiado, la ciudad ha cambiado; y ahora hay que venir expresamente hasta aquí, no es como San Francisco que está enclavada en pleno centro histórico y es lugar de paso”, explica con razón Ricote.
Todos estos factores, por tanto, están siendo analizados y estudiados por la hermandad del Caído, que tiene la firme intención de volver a su sede canónica pero sin que eso ponga en peligro el futuro de la corporación. “En San Francisco, además, estamos estupendamente, en la gloria”, señala Ricote, que pone en valor las buenas relaciones que tiene allí la hermandad tanto con la comunidad de padres franciscanos como con las otras dos cofradías de la casa, Nazareno del Amor y Vera-Cruz. “Por eso no tenemos ninguna prisa en volver a la capilla”, añade. Aunque ya se están dando los primeros pasos para una vuelta al Parque que está a la vez tan cerca y tan lejos.
Una puerta preparada para el futuro palio
Una de las principales novedades que presenta la capilla del Caído a raíz de la rehabilitación es la ampliación de las dimensiones de la puerta de salida, que ha ganado considerablemente en altura favoreciendo la salida en un futuro de la Virgen de los Desamparados bajo palio, además de facilitar la maniobra de salida del paso del Señor, al que antes había que quitarle uno de los travesaños de la cruz para superar el dintel.
Respecto al palio, la hermandad no esconde su deseo pero no tiene a día de hoy marcado ningún tipo de proyecto o de plazo. Entre otras cosas porque sigue en proceso de ejecución el paso del Señor, que después de estrenar esta Cuaresma nuevas cartelas sigue pendiente de rematar esta fase de orfebrería y de ejecutar también los bordados de los paños del respiradero.
Lo que sí ha presentado ya el Caído es el proyecto de nueva candelería, que a priori puede considerarse otro paso más hacia la consecución de ese palio que tanto gustó en la procesión extraordinaria de la Virgen allá por 2015, usando como bambalinas el canasto de orfebrería del paso de la Dolorosa.
Además de ampliar las dimensiones de la puerta, los trabajos en la capilla han eliminado el coro, que desaparece por completo, y también los distintos escalones y niveles que existían, dotando a todo el espacio de una cota 0 desde que se accede de la calle, lo que también facilita el acceso del público (especialmente los mayores o las personas con movilidad reducida) y el tránsito por el interior, al mismo tiempo que facilitará esas maniobras de salida del cortejo y de los pasos el Martes Santo del futuro.
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