Una bendita tarde en Santa María
Santa María vive una tarde de incienso y oración en torno al Señor de La Cena, de traslado a Catedral, y a la Virgen de los Dolores, en rosario, que se encuentran en San Juan de Dios
Las imágenes del encuentro
El barrio de Santa María ha sido este viernes un reguero de cirios y velas caminando al son de cantos y oraciones. Un barrio que canta como en ningún otro sitio de Cádiz, que festeja por alegrías para hacer más llevaderas las penas, pero que ha sonado a trío de capilla, a motete y a canto eucarístico. Lo que parecía una tarde cualquiera de viernes, con la ciudad retomando el pulso de la cotidianeidad que marca el inicio de curso escolar y el final de las vacaciones, se ha convertido en un foco de atención cofradiera; un oasis en una ciudad tomada por los fenicios.
El traslado del Señor de La Cena a la Catedral para presidir este sábado el pontifical del Año de la Eucaristía y regresar por la tarde-noche a Santo Domingo en procesión, y el rosario público presidido por la Virgen de los Dolores, de la cofradía del Nazareno, coincidieron en día, en hora… y en lugar. El punto en el que acaban todas las cuestas de Santa María -San Juan de Dios- fue el lugar en el que Jesús, el del Milagro de la Sagrada Cena, se encontró con su Madre, la de los Dolores del Nazareno. Una calle de la Amargura con sabor a barrio en la que los ancianos residentes de San Juan de Dios fueron testigos de excepción, todos fuera del centro asistiendo a este peculiar momento que congregó a numeroso público.
La Virgen de los Dolores bajaba por su territorio dentro del barrio, la calle Jabonería. Y el Señor de La Cena lo hacía por el suyo, Sopranis. Color rojo, en saya y manto, para Ella; Él, de blanco y verde en una impronta especialmente destacada.
No fue el encuentro todo lo solemne que podía esperarse, con los dos cortejos andando en paralelo y sentido opuesto y con las parihuelas primero parándose, luego arrimándose a las aceras y finalmente acercándose la una a la otra. El improvisado encuentro, además, tuvo que competir con un público que no supo guardar el debido silencio, lo que impidió seguir los rezos y cantos que se produjeron en la puerta de la residencia de ancianos, a pesar del uso de un altavoz.
Este breve frente a frente de Dolores y el Señor del Milagro dio paso a que cada cortejo siguiera su camino, unos Merced arriba rezando los misterios del rosario intercalados con piezas de capilla musical, y otros adentrándose en las calles de El Pópulo con cantos eucarísticos interpretados por un ensemble y un trío de capilla llegados desde San Fernando. Y los vecinos más viejos del viejo barrio, de vuelta a sus habitaciones con el regusto de haber vivido un inusual encuentro que quedará grabado en las retinas de Santa María.
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