Imágenes de la salida de la Borriquita en la Semana Santa de Cádiz 2025
Imágenes de la salida de la Borriquita en la Semana Santa de Cádiz 2025 / Julio González

El tiempo va por tiempos. Lo que la lluvia impide en algunas ocasiones (bastantes) el sol lo regala en otras muchas. De alguna forma, el tiempo devolvió ayer a Cádiz lo que le robó el pasado año, un Domingo de Ramos espléndido que no pudimos ver en la calle y que ayer se supo saborear con el regusto de andar dos años esperándolo, con las ganas de recuperar sensaciones, emociones, vivencias y estampas que sólo el primero de los días de la Semana Santa regala; esas que suenan a nuevas, que devuelven a la infancia de cada uno, que hace reencontrarse al espectador con lo que sólo acontece una semana al año.

La inestabilidad en los cielos que desde hacía semanas venían barruntando las webs del tiempo y los meteorólogos se acabó conforme avanzaba la mañana, cuando la niebla inicial que daba la bienvenida al Domingo de Ramos se disipaba por completo y dejaba salir un sol que primero peleó con nubes blancas para abrirse por completo coincidiendo con la hora de las primeras procesiones. Como por arte de magia, o por las cosas de Dios, Cádiz daba la bienvenida a la primavera coincidiendo casi en hora con la apertura de las puertas de San José, que daría paso a la primera de las procesiones de una Semana Santa que promete. Por lo vivido en su primer día, por lo ya digerido en las vísperas, por lo mucho que está por vivir estos días, y por todo lo que no vivimos el año pasado.

De un plumazo, la ciudad pasaba de la ropa de abrigo que hasta el día anterior, prácticamente, seguía haciendo falta, sobre todo a primera hora de la mañana y al anochecer, a las lipotimias en la Avenida, que se convirtió en una auténtica prueba de fuego para las cofradías de extramuros. Sólo dos exponentes tiene la ciudad y su Semana Santa de más allá de Puertatierra; y las dos procesionan el mismo día, con apenas hora y media de diferencia y llegando al centro y regresando luego también prácticamente por el mismo itinerario. Borriquita y Despojado padecieron las dificultades propias de tener que cruzar la ciudad por el asfalto camino del casco histórico, obligando a prestar alguna asistencia sanitaria a algún nazareno.

Cosas de una Semana Santa tan tardía. Una Semana Santa que regaló una brillantez especial en los cielos a un día brillante de por sí, ya que las cinco cofradías ponen en la calle unos cortejos cada vez más cuidados y de mayor valía artística también. Por eso quizás parecía que ayer los pasos de misterio brillaban de modo especial, con ese sol de mediados de abril pegando de lleno sobre los canastos recién dorados de La Cena, Las Penas o Despojado (estas dos últimas cofradías aún en proceso de dorado); o que los palios de Amargura o de Amparo lucían con una luz muy poco habitual al caer los últimos rayos de la tarde, con unas candelerías por lo general encendidas, ya que el viento también contribuyó a esa meteorología idílica que distaba mucho de las dificultades y noticias sobre el tiempo y la lluvia que llegaban desde otras localidades cercanas.

Todo esto que brillaba de forma especial en este Domingo de Ramos quedaba rematado con la música que sonaba detrás de todos los pasos; cornetas y tambores y agrupaciones musicales echaban un pulso en la jornada; y las marchas clásicas y las modernas competían casi de igual a igual, como ocurría con las dos últimas que entraban en carrera oficial, donde la cofradía moderna, el Despojado, entraba con un clásico del do-re como Réquiem, para acto seguido hacer su aparición el Cristo de la Humildad y Paciencia, la talla más histórica de cuantas procesionaban el Domingo de Ramos, con una estruendosa partitura interpretada por la banda del Rosario de Arriate. Llamó la atención, de hecho, ese giro en el estilo de Humildad en la calle, que también se veía en un palio con cera rizada y marchas procesionales de corte mucho más alegre que lo que se había convertido ya en habitual.

La jornada estrenaba también carrera oficial, lo que provocó algún que otro problema con los abonados, los nuevos sitios, la escueta separación entre silla y silla de Nueva o la no muy correcta ubicación de determinadas estructuras para la toma de imágenes que provocó, a buen seguro, más de un dolor de cabeza a los responsables del Consejo. A eso se sumaba el aforamiento de unas calles y la supuesta prohibición de presencia de público en otras, cuyo dispositivo final no se correspondía con las medidas anunciadas previamente.

Con unos diez minutos de retraso al principio de la jornada que ya superaban los 20 conforme avanzaba la noche transcurría este Domingo de Ramos pleno que era casi inconcebible días atrás y que dibujó el estreno soñado de la Semana Santa.

La noche, no menos brillante para ver cofradías; donde el dorado de los pasos sigue brillando, ahora con la luz de faroles y candelabros; donde los palios hacen perfecta la estampa de la imperfección que supone una candelería gastada; donde la hermandad ya camina, sin prisa pero sin tanta pausa como a la luz del sol, buscando el regreso, la llegada, la recogida. Esa que en el Domingo de Ramos de Cádiz se pierde ya entrada la madrugada de un Lunes que sueña con tener un desarrollo, al menos en lo meteorológico, que se parezca al brillante domingo que permitió disfrutar de lo que la lluvia robó en 2024.

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