Las claves del traslado de la cofradía del Huerto en Cádiz
Tras el cambio de sede canónica de la corporación del Jueves Santo subyacen cuestiones positivas y otras nada favorables para las hermandades gaditanas
El cambio de sede canónica de la cofradía del Huerto, que se materializará en los próximos meses, va a marcar lo que queda de año; y, en buena medida, el arranque de 2025. La hermandad del Jueves Santo se muda al barrio de la Viña, al antiguo convento de Capuchinos, donde la larga calle Sagasta desemboca en el Campo del Sur; un traslado que deja tras de sí algunas claves para el mundo cofrade.
Movilidad cofradiera
La primera cuestión que puede valorarse tras el anuncio conocido esta semana es que las hermandades siguen moviéndose, siguen cambiando sus sedes canónicas, buscando nuevas oportunidades o solucionando ciertos problemas. Esto refleja que la estabilidad de las cofradías en los tiempos actuales sigue sin ser definitiva, ya que en los últimos años ha vivido Cádiz la ‘mudanza’ de Las Aguas –por dos veces– o de Borriquita, por citar solo a las más recientes.
Al mismo tiempo, este cambio de iglesia del Huerto abre la puerta a futuros movimientos que pudieran producirse de cofradías que bien comparten sede con otras varias o bien entienden que están establecidas en una zona de la ciudad sin población e incluso con problemas de conexión, y pueden buscar en otras iglesias nuevos horizontes y posibilidades. Nada es para siempre.
Extramuros pierde fuerza
Con la marcha del Huerto de la iglesia de San Severiano, el mundo cofrade pierde peso en la zona de extramuros. Curiosamente, cuando cada vez hay más convencidos de que Puertatierra necesita cofradías, de que sería muy positivo tener hermandades en barrios hasta ahora huérfanos como La Paz, Cerro del Moro, Loreto, Puntales incluso y demás zonas de la parte nueva de la ciudad, El Huerto adopta la decisión contraria y decide –o se ve obligada, a tenor de gestiones para quedarse en la zona de extramuros que han resultado fallidas– irse al casco histórico.
Extramuros, por tanto, no es que siga esperando la llegada de cofradías; es que va a perder una de ellas. Quizás la más significativa, la que en su día abrió el camino más allá de las Puertas de Tierra.
Cofradías al rescate
Una clave a tener en cuenta respecto al traslado del Huerto a la iglesia de Santa Catalina es el papel que las hermandades pueden jugar en el mantenimiento de los templos en la ciudad. Esta antigua capilla de Capuchinos ha tenido una vida religiosa bastante discreta en los últimos años. Como templo vinculado a la parroquia de La Palma apenas ha tenido uso, salvo los años en que se materializaban las obras de arreglo de la parroquia; y el uso más intenso que ha tenido fue el de los años en que la parroquia Castrense se estableció allí de manera provisional.
Desde hace ahora dos años, la iglesia dejó de tener culto alguno; incluso hay quienes dicen que su apariencia actual es de trastero más que de templo. En ese estado de letargo, en el que durante los dos últimos años el Obispado no ha sabido otorgarle un nuevo uso o establecer allí actividad, comunidad, grupo ni responsable alguno, ha sido finalmente la necesidad de buscar sitio de una cofradía lo que devolverá el culto y la vida a Santa Catalina. Las cofradías aparecen, pues, como una solución para mantener atendidas las iglesias.
La debilidad de las cofradías
Posiblemente la peor lectura que tiene el cambio de sede que va a afrontar el Huerto sea el motivo que la provoca, la causa por la que la cofradía se va a marchar de la que ha sido su casa durante prácticamente toda su historia y a la que llegó cuando San Severiano ni siquiera había terminado de construirse. El enfrentamiento de un sacerdote con la cofradía, hasta con dos juntas de gobierno diferentes y enfrentadas entre sí, termina ‘sacando’ a la hermandad de su iglesia. David contra Goliat, con un Obispado que ha mirado hacia otro lado durante más de dos años y que en lugar de procurar cualquier tipo de acercamiento o de solución ha puesto alfombra roja a la salida de la hermandad. Un peligroso precedente, sin duda, para futuros conflictos que puedan surgir –y que surgirán, sin duda– entre una hermandad y el rector de un templo.
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