La crónica del vía crucis de hermandades: Un Cádiz de contrastes
El Carnaval da una tregua de horas para que el Cristo de la Humildad y Paciencia recorra las calles de la ciudad majestuoso en su paso de templete
Las imágenes del vía crucis
Cádiz, ciudad de contrastes. La que es capaz de acabar el Carnaval en la noche de piñata (o ya de amanecida del lunes incluso los más fiesteros) y horas después cambiar el rictus y acompañar a la imagen que presida el vía crucis que es algo más que un acto que celebran en comunión las cofradías, es la bienvenida formal de la Cuaresma a Cádiz. La fiesta que este año tiene el añadido del día de Andalucía dio una tregua de horas para que el Señor de la Humildad y Paciencia recorriera las calles camino de la Catedral y de regreso a San Agustín.
Contraste también significativo en la soberbia representación de la Humildad del Señor. ¿Cómo es posible significar la humildad de manera tan brillante, tan solemne, tan sobrecogedora? Porque si sublime es la estampa del Cristo de Pimentel el Domingo de Ramos sobre su paso procesional, en una de las mejores lecciones de proporción y de búsqueda de la excelencia en esos altares andantes que recorren las calles en Semana Santa, contemplar la exquisita talla tan a la vista, a tan pocos centímetros de distancia y a plena luz de la tarde es un auténtico privilegio que ayer tuvieron los muchos, muchísimos, que se echaron a la calle a acompañar al Señor.
Además del llamativo templete, mejorado notablemente respecto a la salida del año anterior y con la imagen mucho mejor enmarcada y proporcionada en el interior, ayudaban a esa efigie tan espectacular los distintos aderezos que la cofradía procuró para esta ocasión tan especial. Así, el sudario tallado del Señor se tapaba con otro paño de pureza del siglo XIX con bordados que cedió para la ocasión el cofrade jerezano José Carlos Gutiérrez, ciñendo además el cordón a la altura del pecho con un broche dorado con piedra oscura. El conjunto quedaba exornado con la maestría habitual de Jesús Garrido, que se sirvió de flores rojas, moradas y rosáceas para la ocasión.
Posiblemente motivado por ese martes festivo, el vía crucis de hermandades pocas veces ha encontrado tanto acompañamiento en la calle. No sólo cuando a las seis de la tarde se abrieron las puertas de San Agustín, sino cuando el templete asomó por la plaza de la Catedral -pese al más que desapacible tiempo frío y con fuerte viento- y, más llamativo aún, cuando cerca de las diez de la noche volvía a salir a la calle para buscar el regreso a su templo.
Mucho público en este primer lunes de Cuaresma en torno a los traslados, y ausencia de incidencias con respecto al Carnaval que temían los cofrades al prolongarse dos días más la fiesta de febrero y al anunciar varias agrupaciones que en la noche del lunes se echarían a la calle. El recogimiento y solemnidad de los traslados tan solo fue alterado, muy levemente, en el tramo final de la llegada a San Agustín, cuando una agrupación decidía interpretar su repertorio en Marqués de Valdeíñigo, a escasos metros del silencio que imperaba por Cardenal Zapata y la plaza agustina donde el vía crucis rendía un cuarto de hora antes de las once de la noche (que era la hora inicialmente prevista para la entrada del Cristo).
Este recorte horario fue otra de las claves del lunes, con una agilidad del cortejo y sobre todo del paso que incluso en ocasiones pudiera parecer excesiva. A las siete y cuarto de la tarde tenía previsto la hermandad llegar a la Catedral, pero diez minutos antes de las siete de la tarde (es decir, 25 minutos antes de lo previsto) el templete de Humildad y Paciencia ya cruzaba el dintel de Arquitecto Acero, cerrándose la Catedral a continuación y obligando a la gente a esperar varios minutos hasta la reapertura para tomar asiento en el interior. La misma celeridad se mantuvo en el camino de vuelta, recogiéndose 15 minutos antes de lo anunciado a pesar de que el vía crucis acabó a las nueve y media de la noche (cuando estaba previsto que lo hiciera sobre las nueve).
El vía crucis en la Catedral
En el interior de la Catedral, el bullicio y algarabía que inundaba la ciudad los días anteriores contrastaba de manera radical con un silencio sepulcral que acompañó en todo momento al rezo de las estaciones. Todo ello además con una luz casi inexistente (quizás demasiada oscuridad) que se mantuvo durante el ejercicio penitencial que presidió el obispo diocesano.
Varias intenciones particulares tenía el vía crucis de este año, según comunicó el director espiritual del Consejo, el agustino Marcos Peña, antes de iniciar el acto penitencial. Las víctimas del naufragio registrado en Italia el pasado fin de semana; la guerra en Ucrania; las víctimas del terremoto en la frontera de Siria y Turquía; “que los palestinos e israelíes encuentren el diálogo y la paz” y “que cese la violencia en Burkina Fasso”.
Pero las reflexiones de las estaciones este año no giraban en esos términos, sino que parecieran recomendaciones que se trasladaban a todos los asistentes. “El Señor nos llama al cambio, a desvertirnos del traje de la envidia, de pecado y de indiferencia”. “No se trata solo de dar comida o unos cuantos trapos para menguar el frío, se trata también de evangelizar”. “No te conformes tan solo con acudir a la misa dominical, intégrate en los apostolados que ofrece tu parroquia”. O la invitación a “limpiar el sufrimiento de nuestros hermanos, de no hablar mal de ellos, ni sentir envidia ni enfado por la alegría de los demás” fueron algunas de esas reflexiones que derivaban de cada una de las catorce estaciones que fueron leyéndose con el público sentado (salvo los que no tenían asiento). Y es que hemos pasado de un vía crucis itinerante con la Catedral en pie y caminando tras la imagen designada cada año a un vía crucis estático con los asistentes sentados desde el principio hasta el final, lo que quizás invita a repensar la fórmula que está siguiendo el Consejo estos últimos años.
La invitación final del obispo “a encontrar nuestro lugar junto a Cristo mediante la meditación del vis crucis” en medio de “la oscuridad no pequeña del mundo de hoy lleno de dolor y de cruces en el que parece que Dios anda escondido, aunque él sigue a nuestro lado” se entendía oficialmente inaugurada la Cuaresma en Cádiz. “La Cuaresma se nos ha dado, ahora está en nuestras manos aprovecharla, llegar al final más fuertes, más plenos, más decididos a hacer el bien”, que invitaba Zornoza antes de que las luces volvieran a la Catedral, los bancos volvieran a quedar vacíos y el Cristo de la Humildad bajo su regio templete iniciara el regreso tan ágil como fue la llegada para que la ciudad recuperara ese Carnaval que se ha autorregalado este año con el puente de Andalucía. Contrastes.
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