Una cuadrilla burbuja para portar a la Virgen de la Palma
Los cargadores pasaron el test de antígenos antes de la salida procesional
A los habituales preparativos, a ese ritual que nunca se olvida, los cargadores de La Palma tuvieron que añadir ayer la realización de una prueba de antígenos. Toda precaución era poca y desde dos horas antes de la salida de la procesión se dieron cita en el patio del colegio La Salle Viña para que el doctor Esteban Muñoz y las auxiliares de enfermería Manoli y Mabel les aplicaran el procedimiento. Ningún positivo. Adelante. 32 cargadores, ocho por palo. Lo justo para no tener que hacer relevos. Todos con sus certificados de doble vacuna. Un grupo burbuja con la consigna de no salir del paso. Los cargadores, con mascarilla, viviendo una experiencia única. “Hay algunos que por miedo no han venido”, confesaba el capataz, Antonio Valero. Por delante, una salida no habitual con una preparación no menos excepcional. “Lo que más nos ha costado es no poder reunirnos ni ensayar, pero la cuadrilla sabe lo que hace”, apuntaba Valero.
La reunión, la arenga, la charla táctica que no se pudieron llevar a cabo durante el mes anterior se produjeron en el patio del centro lasaliano. Los cargadores escuchaban en las gradas a Antonio Valero, que les pedía no desmarcarse “de aquí a la iglesia” para mantener el grupo burbuja. “Hemos asumido los riesgos, con responsabilidad. No me lo he pensado porque sabía que estaba todo muy controlado”, explicaba Jesús Córdoba, 19 años bajo el paso de La Palma Coronada. “No tengo miedo. Es un honor para mí y para mis compañeros abrir el camino a otras hermandades”, apuntaba Jero Galnares.
Últimas instrucciones. “Máxima compostura, vamos a disfrutar y a demostrar quienes somos”, decía el capataz. En su mano, la medalla de hermano de José Cortés, antiguo cargador fallecido. A él iba dedicado el recorrido. Y a todos los palmeros que han sufrido desde marzo de 2020.
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