La escuela genovesa, una cuestión de honradez
El profesor Berraquero alaba "la honestidad" de Cádiz al nombrar esta corriente mientras que en la sevillana apenas había ningún autor de la ciudad
EN estos tiempos raros en los que la honradez se ha convertido en un plus más que en una exigencia, no está de más felicitarnos cuando, al volver la cara al pasado, nuestros ancestros nos sorprenden con gestos de honestidad que hoy, quizás, pasan desapercibidos a nuestros ojos. Así, al menos, lo reivindica el profesor y escultor Alfonso Berraquero que nos llama la atención sobre la nomenclatura de la escuela genovesa en Cádiz en contraposición con el nombre del movimiento escuela sevillana.
"Llamamos escuela genovesa, y con todo derecho propio, a los escultores procedentes de esta región y sus descendientes que, bien llegaron a la ciudad, bien enviaron sus obras a Cádiz, sobre todo en el siglo XVIII. Llamamos a esta corriente escuela genovesa y no escuela gaditana. Sin embargo, y es algo que he defendido desde hace muchísimo tiempo, la llamada escuela sevillana apenas tiene representantes de su ciudad porque maestros como Martínez Montañés, Roldán o Juan de Mesa, no eran de Sevilla, el primero era jienense, el segundo malagueño y el tercero cordobés, por ejemplo", explica el que fue profesor titular de la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz.
Berraquero defiende que "la honradez" de Cádiz al llamar así al laureado movimiento artístico viene de "esa apertura al mar" de nuestra ciudad, una "generosidad" de una urbe acostumbrada a recibir y a "acoger" al extranjero. "Cádiz, como importante puerto de mar en el XVIII, mantenía mucha más relación con Génova o con Inglaterra que con otras zonas de Andalucía", sostiene. "Esta escuela podría haber pasado a la historia como escuela gaditana, por qué no, pero era una cuestión de honestidad hacer referencia a la procedencia de estos escultores, y debemos alegrarnos por ello".
El historiador Fernando Mosig pone en duda, sin embargo, el término escuela. "En Sevilla sí que existían maestros como Martínez Montañés, por ejemplo, que crearon eso, una escuela con unos discípulos, pero creo que en el caso de los genoveses que se instalaron en Cádiz el término escuela no corresponde a una realidad. Creo que eran más bien escultores independientes que se instalaban en Cádiz ya que muchos venían para salir hacia las Indias pero cuando llegaban a la ciudad decidían establecerse aquí porque entonces en Cádiz había muchas oportunidades para trabajar en su oficio", argumenta, además de recordar casos como el de Antón María Maragliano, "que nunca pisó Cádiz sino que recibía los encargos y los enviaba desde su ciudad, como el Cristo de la Salud de la iglesia del Carmen de San Fernando".
Una eminencia sobre la escuela genovesa en Cádiz como José Miguel Sánchez Peña insiste en que el nombre de "escuela genovesa no está puesto por capricho" y distingue este movimiento escultórico del trabajo que artistas de otras procedencias realizaban en Cádiz en ese mismo momento histórico. "Utilizaban una técnica distinta a la que se usaba aquí y que venía de Génova aunque, cierto es que muchos se casaron con gaditanas y tuvieron hijos aquí", explica nombrando el caso de Domingo Giscardi, del que se sabe, a través de su expediente matrimonial, que nació en Génova "y se bautizó en la iglesia de San Donato"; o de Francesco Galleano, que llegó a Cádiz "como correo, acompañando una obra de su hermano Pietro, pero cuando llega ve posibilidades de trabajar en Cádiz y se queda. De él se sabe que muere muy joven pero de una enfermedad natural porque le da tiempo de hacer varios testamentos", relata.
Las hechuras "refinadas", el moldeado de las figuras "de muy buen gusto", como los paños, una "decoración estofada y dorada", "policromías claras y transparentes", o la utilización "del ojo de cristal" son algunas características propias de las obras de los genoveses en Cádiz que, además, ensamblaban las piezas "de forma distinta a la escuela sevillana" y "ahuecaban las figuras para procesionar", describe Sánchez Peña sobre este movimiento que Cádiz abrazó respetando, para la posteridad, su procedencia. Toda una lección.
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