La Esperanza del Huerto está en Santa Catalina

La cofradía abandona San Severiano en un traslado con sensaciones agridulces, las que deja una despedida obligada tras 66 años de historia y un ilusionante futuro en Santa Catalina

La lluvia hace acto de presencia y obliga a la hermandad a refugiarse en La Palma

Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina
Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina / Lourdes de Vicente

El Getsemaní gaditano ya no se reproduce entre olivos, sino entre viñedos. En la Viña del Señor, hacia donde ya alza los brazos el Cristo orante del Huerto. La hermandad del Jueves Santo ha culminado este sábado su traslado a una nueva sede canónica, una nueva iglesia, una nueva vida que emprender. La Esperanza se dibuja en el barrio de la Viña, que cuenta ahora con dos cofradías.

La meteorología decidió abrir un pequeño paréntesis en la tarde del sábado para permitir que la hermandad del Huerto pudiera dar carpetazo definitivo a su estancia en San Severiano, aunque luego le jugaría una mala pasada haciendo acto de presencia la lluvia cuando la hermandad llegaba a La Palma, donde tuvo que buscar refugio. La agonía que durante los últimos años ha avasallado a la hermandad, sin que nadie haya sabido -o querido- poner remedio y haya obligado a que impere la cordura y la cordialidad que debiera existir en el interior de la Iglesia, acabó poco después de las seis y media de la tarde, cuando la Virgen de Gracia y Esperanza salía por última vez de la capilla que abría sus puertas cada Jueves Santo.

De Jueves Santo, ciertamente, era el ambiente que rodeaba al flanco de San Severiano que colinda con el Instituto Hidrográfico, en la calle Tolosa Latour. Bastante público quiso acercarse a vivir este momento histórico, esta despedida definitiva de la hermandad de la que ha sido su casa antes incluso de que terminara de construirse.

Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina
Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina / Lourdes de Vicente

Efectivamente, atrás quedan 66 años de historia, los que han transcurrido desde la llegada del Huerto a una parroquia de San Severiano aún en obras hasta ayer. Decisión valiente y arriesgada, a buen seguro, la que tomaron los cofrades en 1959 optando por marcharse a extramuros y por hacerlo además en una iglesia que aún andaba construyéndose después de que el templo original quedara destrozado por la explosión de 1947, lo que obligó esos primeros años a salir desde distintos lugares y mediante apaños varios hasta que el complejo parroquial fuera bendecido en 1967.

Todos esos avatares, todo el aliento invertido en San Severiano, todos los proyectos que andaban esbozados en papeles o tasados en números (como el nuevo retablo de los titulares que se había proyectado o las mejoras en la capilla de salida, por citar dos ejemplos) pesaban mucho este sábado. Tanto como se reflejaba en las caras de los responsables, los actuales y pasados, que formaban parte del cortejo; y como se palpaba también en una calle que no respiraba alegría ni ánimo, sino que asistía cariacontecida a lo que iba a ocurrir.

Sensaciones agridulces, por tanto, para un traslado obligado, no deseado, que abre la puerta a un nuevo futuro que a partir de hoy tendrá que labrarse la hermandad. El cariño del público se tradujo en aplausos, los que rompieron a la salida de las dos parihuelas desde la capilla de la cofradía, cuyo uso a partir de ahora es todo un interrogante.

El Señor lucía de manera similar al día que presidió el vía crucis de hermandad en la Catedral en el año 2010; la misma parihuela, de color rojo con apliques de orfebrería e iluminada con cuatro tulipones en las esquinas; y la misma túnica, granate bordada en oro, a la que se le incorporaba en esta ocasión un mantolín de color morado. La Virgen de Gracia y Esperanza vestía saya roja y manto de tela de brocados en color verde, sobre la parihuela cedida por la hermandad de Desamparados.

Un quinteto de metales, con el director de Maestro Dueñas, Javi Alonso, de trompetista acompañaba al traslado detrás de la Dolorosa, intercalando las piezas musicales con esos aplausos iniciales, repetidos luegos en algunos puntos del recorrido, y con el grajeo de las cotorras que anidan en los árboles del Instituto Hidrográfico.

La emoción a la salida era palpable entre los miembros de la cofradía. A duras penas el hermano mayor, Ignacio Robles, conseguía mantener la serenidad y no romper el llanto viendo salir las dos parihuelas; emoción que no pudo contener un joven cargador del Señor, que recorría los primeros metros del recorrido, medalla al cuello, envuelto en lágrimas; como ocurría también con el capataz que ayer hacía las veces de fiscal de la Virgen, Fernando Reyna, que se fundía en un abrazo con su tío Pepe cuando ya estaba el cortejo completo en la calle Tolosa Latour.

“Yo no me hubiera ido”, decía resignado otro Reyna, compartiendo el otro lado de la balanza sentimental que rodea a lo ocurrido con el Huerto. ¿Hace bien la cofradía marchándose? ¿Debería haberse quedado, teniendo en cuenta que nadie es eterno, y que lo único que perdura, por encima de cofrades y sacerdotes, son las propias cofradías? "Vuelve pronto", lanzaba alguien desde el público, como si quisiera responder a estas preguntas.

Eso parecía ir rumiando el cortejo por las calles de Bahía Blanca antes de cruzar otro momento con tintes históricos, el último paso bajo el arco de las Puertas de Tierra. Una estampa que quedó del todo deslucida ante la sorprendente, y temeraria, decisión del Ayuntamiento de autorizar el tráfico rodado junto al tránsito de un cortejo que superaba el centenar de personas que compartían calzada con los vehículos. Una grave falta de seguridad que parecía haber quedado atrás en la ciudad, pues ya se dio años atrás, y que este sábado volvía a ocurrir, de manera absolutamente inexplicable.

De este modo traspasaba el Huerto las fronteras hacia el casco histórico que desde ahora será su ámbito de actuación, su radio de acción, su geografía. Atrás quedaban momentos históricos, como la procesión extraordinaria del Cincuentenario de la hermandad, en 2008 (con el Señor en el paso del Caído).

El paso por el casco histórico lo hizo la cofradía cruzando primero el barrio de Santa María, pasando por delante de la Patrona con las hermandades dominicas recibiendo el cortejo en la puerta de Santo Domingo, para llegar luego a la Viña, desde ahora su Viña, donde fue recibida por un fuerte chaparrón que obligó a refugiar a los titulares en la iglesia de La Palma durante la función del quinto día de quinario de la corporación del Lunes Santo.

Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina
Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina / Lourdes de Vicente

La lluvia quiso, pues, que el traslado quedara totalmente deslucido, como si un último obstáculo quedara aún pendiente a la cofradía antes de cerrar por completo su etapa en San Severiano. Al mismo tiempo, regaló una visita en toda regla del Huerto para presentarse institucionalmente a la parroquia con la que convivirá desde ahora.

Minutos después de la apresurada entrada en La Palma, en torno a las diez menos cuarto, El Huerto recompondría su cortejo para recorrer los últimos metros, ahora sí, que lo llevarían de manera definitiva a Santa Catalina. Una iglesia que ha sido preparado a conciencia para la llegada de la hermandad, ampliando incluso la puerta de salida, en un esfuerzo enorme por parte de la cofradía, que de alguna forma puso anoche a cero su marcador para iniciar una nueva vida. Pasadas las diez de la noche hacían entrada, al fin, los titulares.

Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina
Las imágenes del traslado de la cofradía del Huerto a la iglesia de Santa Catalina / Lourdes de Vicente

De la vida anterior ya solo queda -por ahora- el mosaico en Tolosa Latour que bendijo el anterior obispo, Antonio Ceballos, a finales de 2008. Eso, y los recuerdos que guardan y guardarán los hermanos de una cofradía que ha depositado su Esperanza, la que lleva su Virgen en el nombre, en el barrio de la Viña. Su nueva casa.

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