Las miradas de la Fe
Cofradías de Cádiz
Un grupo de invidentes de la Once conoce las imágenes de la cofradía del Perdón a través de sus manos
El imaginero Luis González Rey, la bordadora Pepi López y el historiador Ángel Guisado participan de la iniciativa
La Semana Santa hunde su sentido más pragmático en un deseo de catequizar, de llevar a Cristo y a la Virgen a la gente por medio de representaciones humanizadas a través de la madera. Y así sigue cumpliendo su misión en pleno siglo XXI, provocando esas imágenes talladas innumerables muestras de devoción, fe y emoción que son palpables en cada besamano, en cada procesión o cada vez que un devoto se encuentra con ella frente a frente. ¿Pero qué ocurre cuando esa fe se quiere transmitir a alguien que no puede ver? ¿Cómo llevar la Semana Santa a aquellos que están privados de unos de los sentidos más necesarios cuando una cofradía se pone en la calle? La hermandad del Perdón ha resuelto esta laguna con motivo de los cultos que la semana pasada dedicó a su Dolorosa, la Virgen del Rosario en Sus Misterios Dolorosos. Y donde la vista no puede apreciar las facciones de un San Juan, las formas bordadas de una saya, o los relieves cincelados de una corona, están las manos. La cofradía del Perdón ha llevado a un grupo de invidentes la verdad de la Semana Santa que el resto del mundo ve; y esos invidentes utilizaron sus manos para llegar a Dios.
Paradojas de la vida, lo que podría entenderse como una catequesis desde la cofradía hacia esas personas privadas de visión, o con la vista mermada, terminó siendo toda una catequesis hacia la propia cofradía y los que pudieron asistir a la visita organizada con personas pertenecientes a la Fundación Once, con quien el Perdón ha abierto una vía de colaboración cuya primera parada tuvo lugar días atrás en Santa Cruz.
El objetivo era que un grupo de invidentes pudiera acercarse a las imágenes de la cofradía (especialmente la Virgen del Rosario en Sus Misterios Dolorosos, pero también la Virgen del Calvario y el San Juan Evangelista que forman parte del misterio) como nunca antes lo habían hecho: con sus manos guiadas por otras manos, palpando cada milímetro de la madera que da vida a los rostros y a las manos, percibiendo la suavidad del terciopelo y la aspereza del hilo de oro en el baile de volúmenes que recorren una saya. “No sabéis lo que esto supone para nosotros; es la primera vez que dejamos tocar a nuestras imágenes”, advertía el hermano mayor de la corporación, Manuel Garrido, cuando las primeras manos se posaban en el rostro de la Virgen del Calvario.
La emoción embargaba la piedra ostionera de la Catedral Vieja cada vez que una mano tocaba la madera. Las sensaciones de los invidentes eran difícilmente descriptibles, y las lágrimas que salían de los opacos ojos certificaban que las revoluciones se disparaban en esas personas que gracias al Perdón entraron en contacto directo con la Virgen.
“Esta es la cara, esto de aquí es una lágrima, que es de cristal, y si sigues hacia abajo vas a tocar su mano”, le decía la acompañante de uno de los invidentes mientras guiaba su mano por la Virgen del Calvario. Y le mostraba el rosario que colgaba de una de sus manos; y la ráfaga de orfebrería sobre su cabeza. “No la quiero tocar mucho porque no quiero estropearla”, decía con evidente emoción otra invidente acompañada de su hija.
Previamente a entrar en contacto con las imágenes, el escultor Luis González Rey –que es hermano de la cofradía de la Madrugada– explicó a los asistentes cómo se hacía una imagen y les trajo las herramientas principales de un imaginero (una gubia, una maza y el raspín) para que ellos conocieran a través de sus manos con qué elementos tan artesanales se da ‘vida’ a las imágenes sagradas. Y les acercaba un trozo de madera de cedro, con la que habitualmente se hacen las imágenes, para que la olieran. Olfato y tacto para suplir la vista que falta.
“Es un mundo completamente distinto. Uno podía imaginarse cosas por lo que oye o lo que te cuenta una radio y una televisión, o por lo que uno lee en algún sitio. Tenías la idea de lo que otro ve, de lo que otro piensa o de lo que otro siente. Y eso es muy distinto al tocar una imagen. Es difícil de explicar”, comentaba uno de los invidentes, Ceferino, al terminar la visita a los titulares del Perdón. Pero lo explicó perfectamente: “Cuando visualmente se ve el hilo de oro ve una cosa que al tacto es muy diferente. Un terciopelo, por ejemplo, es un tejido suave; pero un hilo de oro es áspero”, indicaba muy agradecido a la hermandad “porque nos han dado esta oportunidad que es algo único”.
Si Luis González Rey fue el vehículo transmisor de la imaginería, Pepi López lo fue del bordado. La directora del taller que dio luz al manto de la Dolorosa del Perdón –“mi manto”, como lo llamó ella– explicó en dos o tres minutos cómo se había bordado aquella imponente pieza de cinco metros y medio de largo que remata cada año la Madrugada de Cádiz. Y acto seguido guió las manos de los invidentes por las técnicas y formas del bordado de la saya que ha vestido la Virgen del Rosario en estos cultos. “Esto es una flor”, le explicaba a una de ellas. “Dios te conserve la habilidad”, la respondía.
La experiencia de esta colaboración con la fundación ONCE –promovida por la tesorera, Irene Gallardo, y la secretaria, Ana Moreno– ha sido tan gratificante para ambas partes que próximamente se va a organizar otra visita a la casa de hermandad, en esta ocasión para que conozcan a través de sus manos cómo es un paso de palio o qué elementos diferentes tiene el cortejo de una cofradía cuando se pone en la calle. “Para ellos es muy importante, porque cuando llegue la Semana Santa ya sabrán qué tienen delante. Lo habrán tocado”, señalaba una de las acompañantes de este grupo que hace unos días conectó de manera directa con la Virgen del Rosario, el San Juan y la Virgen del Calvario del Perdón.
Y es que, de algún modo, todos los presentes en esa visita a las imágenes del Perdón, videntes e invidentes, fueron iguales por unos instantes. Unos por lo que veían sus ojos, y otros por lo que tocaban sus manos. Miradas distintas para una misma fe.
“He estado delante de Ella infinidad de veces, pero esto es algo distinto”
Conoce perfectamente a ‘su’ Virgen del Rosario. Lleva toda su vida –literalmente– participando activamente de la cofradía. Pero el jueves pasado apenas pudo contener la emoción cuando se enfundó un antifaz que le privó de visión y se colocó frente a la imagen. “He estado solo delante de Ella infinidad de veces y no he apreciado nunca la experiencia que he tenido ahora. Es algo muy intenso. Tocar algo que no ves. Una cosa totalmente distinta”, acertaba a decir el hermano mayor de la cofradía, Manuel Garrido, tras entrar en contacto con la Virgen a través de sus manos, como lo habían hecho minutos antes los invidentes.
“Anoche mismo salí solo de la iglesia, con la luz apagada y sin linterna porque me conozco la iglesia al detalle. Pero no tiene nada que ver con esto. Es muy difícil de explicar”, reconocía Garrido.
Otro de los hermanos del Perdón que vivió la experiencia de ponerse frente a su Dolorosa sin el apoyo de la visión fue Ángel Guisado, que participó de la iniciativa con una visita guiada a la parroquia. “Ha sido una experiencia extraordinaria. No es tan sencillo como cerrar los ojos y tocar para adivinar que tocas. Yo soy más bien analítico y poco expresivo en cuanto a emociones, pero esto me ha descolocado totalmente. A la Virgen del Rosario la conozco y por supuesto que tenía memorizada su fisonomía, pero la imagen cerebral visual y la táctil, no tienen nada que ver. La táctil me ha provocado como un cortocircuito entre lo racional y lo emocional. No es literatura ni que estuviese sensible, pero me ha sobrecogido el corazón. Ha sido una experiencia inexplicable y totalmente sorprendente”, explicaba Guisado ya sin el antifaz cubriendo sus ojos.
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