El 1 de noviembre en La Palma: La Viña, el mar y la Virgen

La cofradía y el barrio se echan a la calle para festejar otro día de Todos los Santos, ya declarado BIC por la Junta de Andalucía

Las imágenes de la procesión de La Palma

Las imágenes de la procesión de la Virgen de la Palma
Las imágenes de la procesión de la Virgen de la Palma / Jesús Marín

El barrio de la Viña es costero; sus límites geográficos colindan con el mar, que baña la playa de la Caleta y el Campo del Sur. Y aunque este rincón de Cádiz cobra vida intensa durante el verano, y es famoso por el Carnaval, hay un día al año que mira de manera especial al mar, a las aguas que un día hicieron pensar lo peor pero a las que supieron sobreponerse gracias a una cofradía y una Virgen a la que hoy siguen acudiendo y en torno a la que cada 1 de noviembre se convierte en una auténtica fiesta; una fiesta familiar, de los que se reúnen en torno a una mesa para celebrar Todos los Santos, de la que viene de Canarias expresamente a estar con los suyos, o desde Jerez a compartir con sus hermanos de medalla.

El 1 de noviembre es especial en la Viña. Lo es por la mañana temprano, cuando dos filas de devotos cantan los gozos de la Virgen camino de la Caleta, en un cántico que resuena por esas calles incorporadas al expediente BIC solo ese día; lo es al mediodía, cuando la Palma reúne al obispo, al alcalde (que comparecía este año después de ocho años de ausencia, los de Kichi), a concejales (José Manuel Verdulla también asistió) y otros políticos (como la delegada del gobierno andaluz, Mercedes Colombo; la presidenta de la Autoridad Portuaria, Carmen Sánchez; o la delegada territorial de Fomento de la Junta, Carmen Sánchez); y por supuesto lo es por la tarde, donde la Virgen brilló ayer cubierta por la cúpula de madera dorada que fue un descubrimiento para unos y un recuerdo para otros.

La Viña, y con ella La Palma, estrenaban ayer catalogación de Interés Cultural. Pero ni el barrio ni la hermandad necesitaban esta suerte de reconocimiento de la Junta, porque el 1 de noviembre alrededor de la Mística se ha mantenido prácticamente imperturbable desde 1755 a la actualidad en ese rincón que la ciudad le debe a María de Peñalba (aunque ayer no fuera nombrada). El rosario cantado por sus calles a primera hora de la mañana siempre ha estado nutrido de hermanos y devotos, la función votiva al mediodía siempre ha sido seguida desde más allá de la puerta, en plena calle; y la procesión siempre ha sido especial.

A estos ingredientes básicos incorporó ayer la hermandad la cúpula recuperada este año para la salida de la Virgen, la agrupación musical Ecce Mater abriendo el cortejo, el chaqué como vestimenta de los miembros de la junta de gobierno, extendido durante la tarde al cuerpo de capataces de la Virgen; una representación del colegio San Juan Pablo II, otra especie de representación de mujeres ataviadas de mantillas negras. Y como colofón al cortejo procesional de la tarde, la banda de Julián Cerdán de Sanlúcar de Barrameda, que redondeó un acompañamiento sublime con marchas de distinto corte.

A las cinco y media de la tarde salió la procesión, última del ciclo de Glorias que en Cádiz comienza en Trille en el mes de mayo y culmina al caer la noche del 1 de noviembre. En el cortejo, tras el paso, bajo los palos y entre las flores se acumulaban todo tipo de peticiones, plegarias, súplicas, agradecimientos y demás conversaciones que viñeros, palmeros y demás devotos (que los hay, y muchos fuera de las fronteras de la Viña y de la propia ciudad) ponen cotidianamente a los pies de la Virgen de la Palma, a la que desde 1755 pide la hermandad protección.

Mucho público se acercó hasta la Viña a disfrutar de la procesión, como hicieron también durante la mañana con los cultos celebrados por la hermandad. Procesión que llegaría hasta rincones hasta ahora inhabitados físicamente por la Virgen de La Palma el 1 de noviembre, como la calle Pasquín, y que nunca se alejaron del entorno de un barrio que volvió a postrarse a los pies de su faro y guía. La que un día intercedió para que el mar no hiciera estragos, el mismo mar al que cada 1 de noviembre acude la cofradía para rememorar, y celebrar, la historia que hoy presume de Interés Cultural.

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