La Tribuna Cofrade
El traslado de la cofradía del Huerto. Lo normal Vs lo real
Semana Santa en Cádiz 2020
Un devoto tiene los ojos enrojecidos de emoción. No ha podido evitar romper a llorar. Durante unos minutos ha estado de rodillas en la puerta de la iglesia de La Palma. En la tarde de este Lunes Santo tendría que ir debajo el paso de María Santísima de las Penas de la hermandad viñera, como viene haciéndolo desde hace 25 años en La Palma, pero en esta ocasión no podrá hacerlo por el coronavirus. Sus lágrimas no son de pena o de vacío sino de una inmensa alegría. Está allí para agradecer. Nada es casual en la vida y algo bueno que estaba esperando, le ha llegado el Lunes Santo.
Se ha arrodillado delante de la reja que separa la calle Virgen de la Palma con la puerta de la iglesia que recibe el mismo nombre. Entre una y otra hay estampas en los escalones dejadas por devotos con la imagen del Cristo de la Misericordia y otras de María Santísima de las Penas y una pequeñas velas de petición o agradecimientos cuyas llamas luchaban sin éxito contra el día húmedo y con chirimiri en algunas ocasiones. Algunas de las estampas aparecen también firmadas por su devoto.
Este devoto tenía que ser de esta hermandad casi a la fuerza. Su familia ha vivido de toda la vida en la primera planta del número 2 de la calle de la Palma, el primer domicilio con el que se encuentran las imágenes nada más salir a la calle cada Lunes Santo o el 1 de noviembre. Su fidelidad viñera la lleva tatuada en cada uno de los gemelos y también en la espalda. Su emoción es seguida desde el balcón por un familiar, que llega a sacar un cuadro con las dos imágenes que tendrían que haber salido en la tarde de este lunes.
Este hermano de La Palma asegura que no se siente vacío, porque "a mí no me hace falta salir a la calle y nosotros haremos una estación de penitencia interior. Además, para mí es tan importante el Lunes Santo como estar aquí el resto de los días del año".
Es un día extraño en La Viña. Hay algunas colgaduras y reposteros en los balcones, tal y como reclamaba la propia cofradía de La Palma, pero es una jornada sin la alegría habitual de cada Lunes Santo. Los bares cerrados le dan un aspecto siniestro a la calle y no hay el ambiente habitual que hay en las horas que preceden a la salida de la cofradía. Sólo hay una cola delante del supermercado que la gente aguarda con la debida distancia.
Allí son testigos de otra mujer que se pone también delante de la Iglesia y empieza a hablar en voz alta. A ella le tocaba ir en la penitencia tras el Señor de la Misericordia como viene haciendo desde hace ya algunos años. Reza por su familia y pide sobre todo salud y que esta pandemia pase lo antes posible. No puede contener la emoción y rompe a llorar mientras trata de encender una vela. La escena hace temblar a cualquiera de los testigos que hay por allí.
A media mañana aparece por allí Francis Lucero, el hermano mayor de la archicofradía de La Palma. Va con guantes y mascarilla. Recibe la misma pregunta de manera consecutiva. ¿Se van a abrir las puertas esta tarde? La hermandad tiene la ventaja de que hay una reja que separa la puerta de la calle pero también hay dudas de que se pueda formar una concentración. Lo que es seguro que van a sonar las habituales campanas que siempre tañen cuando asoma por la puerta el señor de la Misericordia tumbado para pasar el dintel de la puerta y ser exaltado posteriormente.
Dentro de la Iglesia hay silencio. El Señor y la Virgen siguen en el altar de cultos debido a que la pandemia les cogió de lleno y no hubo posibilidad de desmontarlo. Bajo una pequeña capilla y al lado de un libro de cantos, está el gel hidroalcohólico para nunca perder la perspectiva de que estamos ante una situación excepcional.
Los cofrades son personas de rituales el día que sale su hermandad y la falta de ellos es una de las cosas que los deja descolocados. Francis Lucero va relacionando la hora actual con lo que estaría haciendo el año pasado o con lo que espera hacer en el siguiente.
En la Iglesia a las cuatro de la tarde no se cabe cualquier Lunes Santo y durante el día va recibiendo la visita de mucha gente y hermanos que acuden a rezar con sus medallas antes de ponerse su hábito o el uniforme de cargador o la función que le toque. Hoy hay silencio y un poco de vacío pero a la vez eso produce un ambiente íntimo que sobrecoge.
Hay rastros de lo que pudo ser y no es, como un taco de carteles de la cofradía con una excepcional imagen del fotógrafo de Diario de Cádiz, Julio González, que tenía que haber sido presentado por el capataz del paso de Cristo, Manuel Ruiz Gené. Es la Cuaresma y la Semana Santa soñada. La estación de penitencia externa este año va a ser interna. A pesar de ello, el capataz del Señor va a mandar la tarjeta de relevos a cada uno de los hombres que iba a portar el Señor. Es una manera de hacer grupo y de no perder la perspectiva de que estamos en Lunes Santo.
En la cola del supermercado todavía hay gente esperando para poder entrar. Una mujer posa con el cartel de la Semana Santa de 2020 en La Viña que nos muestra una imagen que esta tarde no se verá. Quiere quedarse con el cartel, al igual que otra de al lado porque pocos barrios hay que estén tan unidos a su hermandad como el de La Viña. Y aunque sea a través de una fotografía, necesitan sentirlo cerca, más allá de lo que lo tienen ya en su corazón.
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