Save The Children: "Ningún país se libra del trabajo infantil"
Actualmente hay 218 millones de niños trabajadores en todo el mundo, la mitad de ellos realizan trabajos peligrosos y más de 8 millones lo hacen en condiciones de esclavitud
Actualmente hay 218 millones de niños trabajadores en todo el mundo, la mitad de ellos realizan trabajos peligrosos y más de 8 millones lo hacen en condiciones de esclavitud, un atentado contra los derechos de la infancia del que "no se libra ningún país", según Save The Children.
Las formas más frecuentes de esclavitud infantil son la trata de niños, la explotación sexual con fines comerciales, los trabajos forzados, los matrimonios forzosos, el trabajo en las minas o en el campo, los niños soldado y la esclavitud doméstica.
A esa última forma de esclavitud, la más desconocida y difícil de detectar porque se circunscribe al ámbito privado del hogar, dedica Save The Children su último informe: "Esclavos puertas adentro".
El informe, presentado el miércoles por el vicepresidente de la organización, Eduardo González, con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil que se celebra el 12 de junio, denuncia que cuarenta millones de niños de todo el mundo trabajan como sirvientes y, de ellos, diez millones lo hacen en condiciones "de auténtica esclavitud".
Estos niños viven sin posibilidad de escolarizarse, con jornadas de trabajo de hasta dieciocho horas, y sufriendo maltrato psicológico, abusos y palizas constantes.
Los niños que trabajan en el servicio doméstico proceden de familias pobres que, por deudas o falta de medios, ceden a sus hijos para este tipo de empleos, normalmente en grandes ciudades y como empleados de familias de clase media y alta.
Muchos de estos menores, proceden de la trata infantil y son niños que han sido secuestrados y enviados a otros países para trabajar como verdaderos esclavos, sin derechos, ayuda ni información de ningún tipo que les ayude a escapar de esa pesadilla.
Mende Nazer es uno de estos casos. Esta sudanesa, cuyo nombre significa "gacela", fue secuestrada cuando tenía 13 años y vendida a una familia de clase alta de la capital (Jartum) que la explotó durante siete años "que me parecieron como diecisiete", lamenta.
Mende vivió todos esos años como una auténtica esclava, limpiando, cocinando para la familia, cuidando a los hijos de sus dueños, soportando palizas diarias y durmiendo en un cobertizo.
Sin embargo, explica, "lo peor de todo ello no era el trabajo, sino sentirme anulada como persona porque me trataron como si no valiera nada, como si no tuviera identidad ni dignidad. Eso fue lo peor de todo".
En 2000, su dueña la envió a trabajar a Londres, a casa de una hermana que estaba casada con un diplomático sudanés.
Dos años después, un golpe de suerte hizo Mende que conociera a un compatriota que la ayudó a escapar y a denunciar su situación.
El caso de Mende Nazer, que hoy día es una activista de los derechos de los niños y que ha publicado su historia en el libro Esclava, es un ejemplo de la existencia de la esclavitud infantil también en Europa.
"Hay mucha gente como yo, pero es difícil saber dónde están porque nadie tiene constancia de que existan y, a su vez, ellos tampoco saben que tienen derechos ni dónde acudir ni dónde pedir ayuda", explica esta sudanesa.
Save The Children estima que sólo en Francia hay miles de niños -sobre todo niñas procedentes de Marruecos y Madagascar- trabajando en grandes ciudades como París, donde a las autoridades les resulta muy difícil intervenir.
Al Reino Unido también llegan centenares de niños a través de redes organizadas, procedentes de países como Nigeria, Ghana o Uganda, donde las familias engañadas entregan a sus hijos con falsas promesas como que los niños recibirán una educación.
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