Las credenciales de este espectáculo singular
Mientras unos dicen que las carreras de caballos en la playa de Sanlúcar tienen su origen en unas supuestas competiciones informales a las que eran sometidos los equinos destinados a transportar el pescado a los pueblos cercanos, otros, con mayor fundamento, afirman que el espectáculo hípico sanluqueño se debe a los bodegueros locales que frecuentaban Inglaterra, principal mercado para la venta de sus vinos.
Al gremio vinatero sanluqueño pertenecía Pedro Carrere y Doumeste, un comerciante jerezano establecido en Sanlúcar, casado con Rosario Lembeye, pariente de los hermanos Domecq, fundadores de la famosa bodega de Jerez. A Carrere, buen conocedor de las carreras de caballos inglesas por sus muchas visitas al Reino Unido, se debe la organización de las primeras pruebas hípicas regladas que se celebran en la playa de Sanlúcar en la tarde del 31 de agosto de 1845.
Por la prensa de la época sabemos del protagonismo de Pedro Carrere para llevar a buen fin aquella histórica jornada. “Felicitamos a la comisión directiva por sus justos lauros y al ingenioso y honrado vocal el señor don Pedro Carrere que con su talento, fino gusto y conocido desinterés ha concluido su feliz pensamiento con la cooperación y ayuda de sus compañeros”, se lee en el diario El Clamor Público del día 15 de septiembre de 1845, al hacerse eco del éxito de aquellas primeras carreras de caballos en la playa, de las que el diario progresista madrileño dice que “en Sanlúcar de Barrameda se ha abierto una nueva era de felicidad, explotando así una nueva mina desconocida hasta hoy”. Tras la celebración de aquellas primeras carreras, se acuerda la constitución de la Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda cuyos estatutos fueron aprobadas por las autoridades el 22 de octubre de aquel año.
Unos años antes, en 1841, había sido aprobado por el gobierno de Espartero el Reglamento de Carreras de Caballos de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de España, donde se recogía la idea del duque de Osuna “de expandir el fomento y mejora de la raza equina a través de las carreras de caballos reglamentadas”, una idea que no parecía encontrarse en el ánimo inmediato de los aficionados españoles. Hasta que, en marzo de 1846, según consta en el acta de la reunión celebrada en Madrid el día 16 de aquel mes por la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de España, se recibe un oficio procedente de Sanlúcar. En el escrito, remitido y firmado por Pedro Castelló, secretario de la Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda, se daba cuenta de la constitución de la sociedad caballar sanluqueña y se acompañaba copia de sus estatutos y reglamento. De esta forma, la sociedad hípica fundada en Sanlúcar se erigía en la primera sociedad caballar española comprometida formalmente con los mismos fines que habían llevado a la fundación de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de España, entidad que veló por la pureza y el rigor de las carreras de caballos oficiales celebradas en nuestro país.
Ante la gran trascendencia y el éxito de las carreras de caballos en la playa de Sanlúcar, algunas localidades gaditanas (El Puerto de Santa María, Cádiz y, más tarde y de forma esporádica, Chipiona) decidieron organizar carreras de caballos en sus playas. Sin embargo, la creciente desafección y el desinterés harían que los programas de carreras de estas poblaciones fueran decayendo hasta desaparecer en la segunda mitad del pasado siglo. En tanto, en Sanlúcar, consolidadas como el mayor atractivo del programa de festejos veraniegos a partir de su dorada etapa a principios del pasado siglo, las carreras de caballos siempre fueron esperadas con impaciencia por sanluqueños y veraneantes que las disfrutaban tanto en la exclusividad de sus palcos como en el más popular ambiente de la playa.
También en Sanlúcar hubo momentos en que peligró la continuidad de sus carreras, aunque nunca por falta de un público expectante, sino por escasez de ejemplares o por problemas económicos del Ayuntamiento, en cuyas manos estuvo la organización del programa hípico durante muchos años. Pero, siempre aparecerían las soluciones de última hora gracias al tesón y la fuerza impulsora de personas como el gran aficionado Cayetano Bustillo Delgado o del ejemplar funcionario municipal Juan Espejo, quienes de ningún modo estaban dispuestos a que desapareciera una tradición hípica ya por entonces centenaria.
Paradójicamente, en 1979, cuando mayor fue el peligro de desaparición de las carreras sanluqueñas, debido a incomprensibles motivaciones políticas, se produce su resurgimiento. Aquel año, bajo el aliento de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de España se refunda la primitiva Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda por un grupo de aficionados, liberando al Ayuntamiento de la organización del programa veraniego de carreras. A partir de entonces, no sin pocas dificultades, se va mejorando el espectáculo de los caballos en competición, cuyo programa se duplica hasta las seis jornadas de carreras en dos ciclos, al tiempo que se va ampliando la participación de cuadras, incrementándose la cuantía de los premios y mejorándose las necesarias infraestructuras.
Poco a poco y gracias a su progresiva repercusión mediática, las carreras de Sanlúcar van recibiendo reconocimientos y galardones (Fiesta de Interés Turístico Nacional, en 1989; Premio Leyenda del Deporte, en 1995; Fiesta de Interés Turístico Internacional, en 1997; Medalla de Oro de Andalucía, en 2020;...), que las encumbran como uno de los eventos más publicitados y atrayentes dentro del calendario turístico-deportivo español.
Hoy, las carreras de caballos en la playa de Sanlúcar, incluidas en el Atlas del Patrimonio Inmaterial de Andalucía y manteniendo como marco de su hipódromo natural el paisaje de la desembocadura del Guadalquivir, declarado Paisaje Cultural por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, es un espectáculo en el que más allá de las arenas de la playa de Sanlúcar, más allá del brumoso resplandor del atardecer del Guadalquivir, el verde pálido de Doñana parece colgar en el cielo al paso de los caballos en competición. Un valor añadido al carácter histórico, antropológico y social de las más antiguas y singulares entre las carreras de caballos que se celebran en España.
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