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Fresa ecológica durante la pandemia

Manoli Fernández y Francisco Aguilera, en su finca de Abrucena donde tienen su novedosa plantación, / Javier Alonso
Pablo Laynez

04 de noviembre 2020 - 23:12

Almería/Hace ya varios años que se puso de moda el concepto de España vaciada, pueblos pequeños y de interior que se iban quedando sin apenas habitantes, que buscaban en la ciudad oportunidades de trabajo. Sin embargo, el paro que trajo consigo la crisis del ladrillo unido al estrés que provocan las grandes urbes, ha provocado que sea cada vez más habitual que la gente regrese a sus orígenes y devuelva la vida a las poblaciones que lo necesitan.

La agricultura es uno de esos negocios que siempre está de moda, que se sobrepone a las crisis con mucho esfuerzo y que da muchos puestos de trabajo. Como los cultivos necesitan muchas hectáreas de terreno y una temperatura ideal los que no se desarrollan bajo plástico, en muchos de los pueblos de la España vaciada encuentran el contexto ideal. No sólo en el mar de plástico del poniente almeriense, nuestro gran músculo agrícola, hay grandes agricultores, sino que lugares como Abrucena están especializándose.

Francisco Aguilera y Manoli Martín son un buen ejemplo de ciudadanos de capital, que cambian la ciudad por el pueblo. Después de un tiempo pensándolo muy y mucho, emprendieron una nueva aventura a los pies de Sierra Nevada, en la que han puesto todas sus esperanzas. Apoyados moralmente por sus hijos Paula y Fran, a los que no les ha importado cambiar las aulas de La Salle por las menos poblada de Abrucena y Fiñana, la familia cambió su residencia capitalina por la del pueblo, la que hasta ahora era de veraneo, y en una finca familiar, han puesto una plantación de fresas, frambuesas, moras, grosellas y arándanos ecológicos. Igualmente, han plantado unas plantas aromáticas, que luego aprovecharán para secar la semilla y comercializarlas.

“Decidimos cambiar de vida y trabajar para nosotros e intentar asegurarles un futuro a nuestros hijos. Además, aquí tenemos una calidad vida de increíble”, decía Manoli en mayo mientras mostraba las múltiples calles de fresas que tienen sembradas y están empezando a florecer en estos días, justo en tiempos de una pandemia sanitaria. “Comenzamos esta andadura en octubre, nadie es esperaba esto. El coronavirus nos lo ha puesto muy difícil, pero no nos ha parado”. Ellos respetan todas las medidas de seguridad, aunque lógicamente en la finca se encuentran seguros, puesto que no se divisa a nadie a kilómetros a la redonda. Y aunque esto no tiene ninguna base científica y cualquier médico lo rebatiría con absoluta facilidad, el aire que baja limpio y fresco de la sierra, llena de salud.

Lo más destacable de esta aventura de Francisco y Manoli es el fruto principal de su cutivo, la fresa. Saben que no pueden competir con el principal productor español, Huelva, por lo que se inclinan por el cultivo ecológico. “Nuestros productos van a ser saludables para la gente y respetuosos con el medioambiente. Está claro que al ser diferente al resto, el precio se va a elevar, aunque nosotros anteponemos la calidad a la cantidad”, comentaba la almeriense.

Con sólo unos minutos hablando con esta pareja de agricultores y viendo cómo cuidan a los pequeños tallos florecidos, uno percibe que los productos van a ser buenos, bonitos y saludables. El precio ya lo pondrá el mercado. “Hay algunos cultivos como el nuestro en la zona, pero de momento la oferta es menor que la demanda”, que principalmente son tiendas gourmets y restaurantes que ofrecen los mejores productos de la huerta a sus clientes. Y los de Francisco y Manoli, lo serán.

Ellos siguen formándose a diario, con cursillos, vídeos tutoriales principalmente de youtube y charlas y consejos de agricultores de la zona. “Empezamos con mucha incertidumbre, noches sin dormir y dudas, imposible no tenerlas. Somos una familia unida en la que todos nos apoyamos y nos encontramos con el cariño y la ayuda de nuestros vecinos”, finalizaban estos agricultores, que acababan de de comprar unas gallinas para soltar bajo los olivos y tener también, una pequeña remesa de huevos ecológicos.

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