Tribuna libre
El mensaje del comedor
Que Google recopila datos de sus usuarios no es nuevo (es una de sus principales fuentes de ingresos y además le damos permiso para ello) y tampoco que los analiza para obtener el máximo provecho de ellos y, de paso, dicen, mejorar los servicios que nos ofrece.
Si hace un par de meses, quizás algo menos, hubiéramos visto los informes sobre movilidad de los ciudadanos de más de un centenar de países que la compañía ha publicado este viernes nos habríamos echado las manos a la cabeza. Pero en plena pandemia por el coronavirus hay muchos que hasta le dan las gracias.
La compañía ha publicado en una web informes detallados (descargables en pdf), por países y, como en España, hasta por regiones, sobre los desplazamientos de los ciudadanos para confirmar si hemos respetado las restricciones impuestas por cada país y nos hemos quedado en casa.
Para analizar los desplazamientos normales y establecer con ellos una base que sirva de guía, Google ha tomado como referencia el periodo del 3 de enero al 6 de febrero de este año. Una vez establecida esa base, ha estudiado las variaciones que se han producido sobre esos valores desde el domingo 16 de febrero al domingo 29 de marzo (en España, el estado de alarma comenzó el domingo 15 de marzo).
Esos datos generales de movilidad están no sólo desglosados por países y por regiones, sino también por actividades: Comercio y ocio, Alimentación y farmacia, Parques, Núcleos de transporte público, Lugares de trabajo y Hogares.
La idea, dice la compañía, es que las autoridades puedan comprobar de un vistazo si las restricciones de movimiento se están cumpliendo como deberían y en qué contextos, para poder decidir si las medidas implementadas hasta ahora son efectivas o es necesario reforzarlas. Desde Google se explica que su objetivo es ayudar a las autoridades de todo el mundo a combatir la pandemia y se precisa que esos informes se irán actualizando cada dos o tres días para comprobar la evolución.
La respuesta corta es: porque le hemos dejado. Google accede a nuestra localización puntual en un momento dado al usar sus servicios (Maps, entre otros) y todas esas ubicaciones puntuales se almacenan en nuestro historial de localizaciones, a través del que podemos repasar dónde hemos estado y cuándo y con el que la compañía puede repasar también dónde hemos estado por ejemplo hace un mes a esta hora y compararlo con dónde estamos ahora. Así se desactiva ese historial.
Con esa información, por ejemplo, Google avisa a los usuarios de si un lugar específico está en ese momento poco o muy concurrido, un dato que seguramente todos hemos visto al buscar un recinto o establecimiento de ocio.
Todo eso se sabía y no es nuevo. Lo que sorprende (y escandaliza) es que se publique toda esa información ordenada por regiones y por categorías (que podrían ser más detalladas, de haberlo querido).
Como siempre que se habla de este tipo de datos, se incluye la cantinela de que son agregados y anonimizados (es decir, en bruto, sin elementos personales que permitan identificar a nadie) y en esta ocasión, aseguran, han añadido una capa más de privacidad para hacer aún más irreconocibles, por así decirlo, esos datos.
A eso se suma, se justifican, que solamente se habla de porcentajes sobre la base de normalidad establecida, y no de número de personas concretas.
Aunque la información de ubicación que incluye es más acertada que la que proporcionan las antenas de telefonía (de las que hablamos cuando el Gobierno español informó de que estaba trabajando en su propio estudio de movilidad), lo recogido por Google no deja de ser una muestra del total de los ciudadanos de un país o región.
Se basa en lo recopilado de personas que llevan el teléfono encima en todo momento (sí, son una mayoría), que llevan la ubicación encendida, que usan servicios de Google y que además tienen activado el historial de ubicación. La compañía no indica de cuántos usuarios estamos hablando ni tampoco de su distribución por regiones, así que no es posible saber cómo de significativa es esa muestra.
Sin duda, o deberían, al menos como guía, ya que están ahí, al alcance de cualquiera. En este reportaje repasamos las opciones que distintos países (China, Singapur, Corea del Sur, Italia, Alemania…) emplean para controlar por medio de la geolocalización de los teléfonos móviles la propagación del coronavirus. Y también que, en España (y en Europa), es ilegal recopilar cualquier información sobre ubicación que no esté agregada y anonimizada.
Pero Google ha abierto una puerta interesante a los gobernantes que quieran controlar mejor los desplazamientos de sus gobernados. Sin tener que desarrollar ninguna aplicación ni pedir a los ciudadanos que instalen nada ni que acepten condiciones y permisos.
En Estados Unidos no son pocas las voces que piden a Google, pero también a Apple, que colaboren con el Gobierno de Donald Trump para facilitarles esta información, que en ese caso sería mucho más detallada y personalizada de la que ahora ha publicado Google. Supondría meter en un cajón todas las leyes de privacidad, pero son tiempos extraños...
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