El año que enviamos a una azafata del 'Un, dos, tres' al Festival de Eurovisión
El concurso de Chicho Ibáñez Serrador fue cantera de artistas, inclusive cantantes que dieron el paso de acudir a España a la cita internacional, como en la anterior ocasión en que se celebró en Suiza
Melody ocultó que sufrió pulmonía durante la semana del Benidorm Fest
Qué fue de Nina, la jurado de 'Operación Triunfo' que triunfa en los musicales
La sevillana Melody representará a España en el próximo Festival de Eurovisión con Esa diva, tras vencer en el Benidorm Fest del pasado sábado. Una oportunidad deseada por la intérprete de Dos Hermanas que ya estuvo a punto de cumplir este sueño en 2009. Ahora, 16 años, después, presenta toda su experiencia y la implicación de ella y su equipo para deslumbrar en Basilea y, de paso, callar a los críticos de su victoria y a unas casas de apuestas que en estos momentos no contemplan posibilidades sobre la candidatura española. Ojalá en mayo Melody brinde una intervención apoteósica. En este reportaje vamos a hablar de su antecesora española en Suiza, en el festival celebrado en Lausana.
La selección de los candidatos a través de galas ha sido un acontecimiento reciente en RTVE. El Benidorm Fest nació en 2022, tras experimentos flojos para buscar el candidato eurovisivo y después de la poca fortuna con Blas Cantó y las dos representaciones surgidas del recuperado OT, además del anterior gallo de Manel Navarro. Lo que hemos sufrido los seguidores españoles de Eurovisión en este siglo no tiene nombre.
Durante casi 30 años (del 72 al 2000, y con excepción en el 76) en la cadena pública se optó por la designación, por la llamada "selección interna", sin que trascendieran formalmente los nombres barajados entre las discográficas. En 2001, al fin se decidió crear una preselección a raíz de los malos resultados encadenados de los elegidos directamente a lo largo de los años 90 salvo la propuesta de Anabel Conde, que fue segunda en 1995. De aquella selección de 2001 (Eurocanción) surgió David Civera, que fue sexto en Europa con Dile que la quiero (el mejor puesto en este siglo tras Chanel), en competencia con quienes serían los reyes de aquel verano, Raúl y Sonia y Selena, rivales de Melody en este pasado encuentro en Benidorm.
A lo largo de esos años de designaciones por selección interna hubo aciertos cuando Eurovisión era un acontecimiento más clásico, como los segundos puestos de Mocedades (73) y Betty Missiego, eterna vencedora moral, 79, o el cuarto de Bravo en 1984 tras el injusto último puesto de Remedios Amaya, y otras propuestas que, por circunstancias diversas, pasaron de largo, como Sergio y Estibaliz, Micky, Cadillac o Patricia Kraus.
A finales de los 80 el propio Eurovisión se dispersa en estilos y a la búsqueda de una fisonomía más actual que no cuajará hasta quitarse complejos entrados los 90. En esas ediciones donde las convenciones de lo melódico se imponía en las votaciones ante cualquier propuesta heterodoxa, en 1989 Juan Carlos Calderón persistió en lograr el primer puesto que se le había arrebatado con el Eres tú del 73 y probó con una de las reconocidas voces de ese momento, aunque no hubiera despegado en una trayectoria comercial discográfica.
Tras el fiasco (un castigo excesivo) con Paloma San Basilio en 1985, que quedó por la cola (y TVE había mandado el moribundo festival al UHF), Calderón se animó a reintentarlo cuatro años después y con el programa estelar ya recuperado para la Primera Cadena. La elegida para su cuarto intento fue la barcelonesa Anna María Agustí Flores, que dicho así nadie la identificaría como Nina, la que sería directora de Operación Triunfo en el 'eurovisivísimo' año de Rosa López en 2002, la primera promoción.
Cuando Nina se presentó a Eurovisión en Suiza con una poderosa balada, Nacida para amar, que exaltaba su voz y su pelazo rizado, procedía un año antes del Un, dos, tres. Aquí una de sus más destacadas actuaciones en aquel programa, con New York, New York.
Había sido azafata del concurso más visto de la historia, sumándose a una tripulación que actuaba en cada gala. Nina había sido presentada semanas antes por su valedor, el compositor Xavier Cugat, que vio en ella todo el potencial que se confirmaba en cada interpretación de su orquesta. Con su pelo que podría competir con Marge Simpson, y una sonrisa ancha, Nina se incorporó por petición de Chicho y, con el inicio de una nueva temporada, formó parte de las noches del 87 y el 88, durante 18 programas, acompañando a Mayra Gómez Kemp y compartiendo coreografías con Kim Manning o Isabel Serrano.
Nina (que en la intro de su actuación eurovisiva aparecía con el presidente del COI, su paisano Juan Antonio Samaranch, en su oficina de Lausana preparando el 92) terminó siendo sexta, una decepción más para Calderón, un puesto que ahora nos sabría a gloria y que por entonces supo a poco. En aquella edición, tildada por la BBC como el fin de Eurovisión, ganó un país que ya no existe, Yugoslavia, con Rock Me, a cargo de un conjunto de chicle de un rincón europeo que iba a estallar poco después de ser anfitriona, en Zagreb, del festival. El grupo representante británico Live Report, con sonido muy Queen, fue segundo. Acopiaron más "twelve points" que su rival, pero no fue suficiente ante la única victoria eurovisiva yugoslava como endemoniado puzzle. En verdad aquel año debió haber ganado Reino Unido.
Tal vez a la popularidad de Nina le pasó factura lo que se consideró en ese momento como un pobre papel en Eurovisión aunque estuvo muy bien tanto en lo artístico como en la consideración del jurado internacional. Su escotadísimo vestido minifalda rosa chicle, con guantes negros, entre Cher y Whitney, ahora se contempla como un exceso ochentero. Sí, en ese momento hubiera sido mejor otro modelo, pero el paso del tiempo ha sido indulgente con su look. Como solista Nina no encontró oyentes en la radio en unos tiempos de tantos nuevos valores musicales, géneros, estilos. Demasiada competencia aunque fuera en el momento en el que más discos (conviviendo vinilo y cd) se vendían.
Las actuaciones en directo, los musicales, le fueron dando la experiencia definitiva a Nina, siempre voz brillante y actriz experimentada que reaparecería para el gran público en la academia de Operación Triunfo. Los niños que la vieron en el Un, dos, tres, eran los hermanos mayores de Rosa y Bisbal. Nina fue la que tuvo que motivar aquella noche de Tallín en la que Rosa fue séptima y los españoles entendieron que Eurovisión es mucho más serio e ingrato de lo que parece. Beth con Dime hubiera necesitado al año siguiente una motivación extra para haber aupado a la victoria una canción que sí estaba llamada a ganar.
Tras tres años en OT, aquella representante del 89 regresó a los musicales, a Cabaret y, en especial, la primera versión en España del glorioso Mamma mía, en favor de los monumentales suecos de Abba. En otras dos temporadas (una de ellas la de la pandemia) participó en el talent al que ayudó a dar forma.
Su experiencia como formadora y coach la traslada ahora en un centro que dirige para modelar y cuidar voces.
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