El descubrimiento de Oliver y Benji mientras llegaba el 'Telecupón', así empezó Telecinco
La serie de animación formaba parte de la primera parrilla de la cadena de Berlusconi, con cine de acción en las tardes y el concurso 'VIP' como espacio de entretenimiento estelar
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Telecinco celebró recientemente 35 años desde que comenzó a emitir. El director rumano Valerio Lazarov, quien se curtió en TVE durante las décadas de los 60 y 70, había dado con una fórmula exitosa en Italia y se convirtió en el hombre clave de Silvio Berlusconi para importar a España su modelo de televisión basado en entretenimiento puro, películas comerciales y un toque subido de tono. Fue en marzo de 1990 cuando Telecinco vio la luz, apenas dos meses después del debut de Antena 3, las primeras cadenas privadas en España, que desde entonces han rivalizado con La 1, cada una marcando su propio estilo. Lazarov tenía las ideas claras cuando Fininvest (hoy Mediaset), junto a la editorial Anaya y la ONCE como socios, puso en marcha el proyecto. Por eso, a las nueve de la noche, el plato fuerte era el Telecupón, el sorteo de la ONCE retransmitido en directo, presentado inicialmente por Andoni Ferreño y Silvia Marsó, un espacio que más tarde, tras año y medio, daría paso al regreso triunfal de Carmen Sevilla.
El 3 de marzo de 1990, Telecinco arrancó sus emisiones en Madrid, Barcelona y Sevilla —esta última como pionera andaluza en recibir las privadas— con una gala titulada ¡Por fin juntos!, grabada la víspera en el Teatro Lope de Vega de Madrid. Victoria Abril y Miguel Bosé fueron los maestros de ceremonia, acompañados por artistas del momento como Duncan Dhu y grandes nombres como José Carreras. Tras el evento, que sirvió como carta de presentación con humoristas y las famosas mamachichos, se emitió en abierto En busca del arca perdida, un auténtico acontecimiento que muchos grabaron en sus VHS. Curiosamente, Telecinco fue la primera cadena española en prescindir de informativos en su arranque, aunque poco después Jesús Mariñas, procedente de los Telediarios, tomaría las riendas de Entre hoy y mañana, un repaso nocturno de noticias con comentaristas al frente.
La programación inicial de Telecinco comenzaba a las 14:30, coincidiendo con la hora del almuerzo, y se prolongaba hasta la medianoche con reposiciones como Los ángeles de Charlie, en un horario donde los españoles estaban acostumbrados al Telediario. Más tarde, a la una de la madrugada, se abría paso a lo que serían los late shows emblemáticos de la cadena, como Mississippi o Crónicas Marcianas, que marcarían su época dorada. A las 14:30, de lunes a viernes, se emitía VIP, el primer programa genuinamente berlusconiano que caló hondo en esos años de fascinación televisiva. Inspirado en un formato americano, consistía en un tres en raya con famosos en balcones, aderezado con actuaciones y sketches cómicos: un Un, dos, tres a la hora de comer, algo inédito hasta entonces.
VIP se convirtió en un éxito, especialmente en su versión nocturna estelar, donde Emilio Aragón emergió como una revelación. Tras unos años 80 irregulares como Milikito, fue Canal Sur, con Saque bola en 1989 bajo la dirección de Tomás Summers, quien lo rescató como el carismático presentador que conquistaría al público. El programa también tuvo una edición infantil, VIP Guay, y los fines de semana por la mañana se reciclaba todo en la Coctelera VIP. Sin embargo, en dos años, el formato se agotó por su exceso en la parrilla.
El primer rostro de VIP fue José Luis Moreno, aunque en ese momento no logró destacar tanto. El ventrílocuo, que a veces se inventaba un pasado como cantante lírico para darse lustre, no encajaba del todo con el tono desenfadado que requería el programa, pese a lo novedoso de un espacio así al mediodía. Moreno, que en los 80 había presentado Entre amigos en La 1 con sus muñecos Monchito, Rockefeller y Macario, había triunfado en Italia con un cuervo parlanchín de gestos subidos de tono, lo que le valió el favor de Lazarov para volver a España. Sin embargo, su impacto inicial fue limitado.
Moreno no tenía prisa. Con Telecinco como trampolín, y aprovechando oportunidades en autonómicas y TVE, su carrera despegaría con el tiempo entre espectáculos, series y telenovelas. Bajo su producción ejecutiva nació Aquí no hay quien viva, considerada la mejor comedia española, emitida en Antena 3, donde sus sobrinos, Alberto y Laura Caballero, se consolidaron como creadores clave, hoy imprescindibles en Mediaset con La que se avecina. En esos días vibrantes de las mamachichos —que debutaron en VIP con el ficticio Cacao Maravillao—, Moreno empezó a tejer su imperio con programas como Noche de estrellas. Sin embargo, desde su detención en junio de 2021 en la Operación Titella, el que fuera uno de los primeros rostros de Telecinco enfrenta un complicado panorama judicial.
El ventrílocuo era de los pocos rostros conocidos entonces en el incipiente universo de Telecinco, una cadena que desplegaba una parrilla vespertina infantil con joyas como Superguay —donde La abeja Maya y Lassie deleitaban a los más pequeños tras las películas de sobremesa— y que apostaba por un pionero concurso de parejas, Su media naranja. En este último, Jesús Puente, con su carisma y su característica calva, se alzaba como uno de los rostros rescatados por Valerio Lazarov, junto a figuras entrañables como José Luis Coll. Además, Telecinco se aventuró con el primer talk show escénico de España, Hablando se entiende la gente, que más tarde evolucionaría a Hablando se entiende la basca con la llegada de Jesús Vázquez, recién fichado desde La quinta marcha, el musical juvenil que también catapultó a una jovencísima Penélope Cruz.
El humor llegaba los sábados por la noche de la mano del dúo Cruz y Raya con Tutti Frutti, un espacio que pronto se enriqueció con la genialidad absurda de Pepe Viyuela y sus sillas plegables, acompañado por cómicos de la vieja escuela como Arévalo, Félix el Gato y el inimitable Eugenio, todos veteranos de las cintas de cassette. En un tiempo donde el entretenimiento puro era la única meta, la parrilla inicial de Telecinco reservaba las siete y media de la tarde para Vacaciones en el mar —título suavizado por la censura de los años setenta, porque traducir directamente El barco del amor evocaba imágenes de Anita y Montoya en un crucero—. A las ocho y media, mientras los abuelos aguardaban el sorteo del cupón, los nietos se enganchaban a Campeones: Oliver y Benji, una serie animada japonesa que convirtió el fútbol en una epopeya de partidos eternos, abriendo una inesperada ventana a los gustos emocionantes de los españoles. Telecinco apenas había asomado la cabeza por el televisor analogico del salón.
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