La terrible entrevista de Quintero con Rafi Escobedo, asesino de los marqueses de Urquijo
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Que alguien se quite la vida después de responder a una entrevista no debe de facilitar la vida del entrevistador sino que la debe de destruir. Le pasó a Jesús Quintero, siempre achacoso por los dolores. Parece lo natural. Pocos habrían aguantado con una vida medianamente saludable después de haber hablado con acaso la mitad de las personas a las que entrevistó el Loco de la colina a lo largo de su carrera. La gota que colmó el vaso sucedió en 1988.
Era el mes de julio. verano, y Quintero fue con su equipo de Televisión Española a la cárcel de El Dueso, en Santoña, para entrevistar a Rafi Escobedo, que penaba 53 años por ser el autor del crimen de los marqueses de Urquijo, uno de los sucesos más sonados en la historia reciente de España. La entrevista ha quedado para los anales de la historia de la televisión. La conversación entre el periodista y el condenado fue escalofriante. Dos semanas después, el preso se quitó la vida. Desde entonces, Quintero dudó más de la vida.
El asesinato de los marqueses
Tres tiros de pistola mataron el 1 de agosto de 1980 a los marqueses de Urquijo. Manuel de la Sierra, propietario del Banco Urquijo, y María Lourdes Montes fueron asesinados mientras estaban durmiendo, en habitaciones distintas, en su casa de campo de Somosaguas. Descartado el suicidio, los dedos acusadores se centran en Rafael Escobedo Alday, yerno de los marqueses. Todos asumieron que Rafi, separado de la hija de los marqueses desde hacía unos meses, había cometido el crimen por venganza. Sin embargo, no pocos identificaron a Escobedo como la cabeza de turco de un plan urdido por muchas manos poderosas.
Habían pasado de aquello ocho años, el mismo tiempo que estaba penando Rafi Escobedo en la prisión cántabra hasta que llegó Jesús Quintero. La conversación fue fría, triste, abisal. Escobedo contó cómo era su vida en la cárcel, en qué creía haberse convertido y sus intenciones futuras. Su cara señala con crudeza el sufrimiento y el vacío. "La cárcel me ha destruido". "He llegado al final". "Nuestras autoridades pueden estar orgullosas. Han conseguido que hoy en día sea nada. Ya no soy nada". Fueron las palabras de Escobedo, fueron los silencios de Quintero.
"Lo único que me falta ya es la caja con la crucecita encima". "Me refugio única y exclusivamente en drogas. Lo único que utilizo para poder seguir sobreviviendo". "Me tiro horas y horas mirando las rejas de la ventana diciendo ahórcate, termina de una vez con todo esto". Días después, Rafi Escobedo apareció ahorcado en su celda. Jesús Quintero nunca volvió a ser el mismo.
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