Elcano, contra los elementos

Diario de una gran hazaña | Capítulo 70 (23 de marzo de 1522)

Los temporales, el hambre, la vuelta del temido escorbuto y el peligro de los portugueses marcan la travesía de la 'Victoria' por el Índico cuando se cumplen tres meses desde que zarparan de las Molucas

Las fuertes corrientes contrarias han obligado a Elcano a navegar en zig-zag para poder seguir avanzando

La ‘Victoria’ se topó hace cuatro días con esta isla desconocida, la isla de Amsterdam, pero ha resultado ser inaccesible debido a sus acantilados.
La ‘Victoria’ se topó hace cinco días con esta isla desconocida, la isla de Amsterdam, pero ha resultado ser inaccesible debido a sus acantilados. / D.C,

Que la travesía por el Océano Índico iba a ser larga y dura era algo que sabían de antemano los 45 hombres que conforman la tripulación de la nave Victoria. Pero posiblemente ninguno de ellos podía imaginarse que en este tiempo la nave que comanda Juan Sebastián de Elcano tuviera que hacer frente a tantos elementos contrarios a la vez.

Anteayer, el 21 de marzo de 1522, se cumplieron tres meses desde que esta nave partiera de Tidore, la capital de las Molucas, con el objetivo de llegar a España como sea para entregar su cargamento de casi 30 toneladas de especias y, sobre todo, para informar al rey y a todos de que, si llegan vivos, serán los primeros en circunnavegar la tierra. Pero a día de hoy España queda muy lejos, tanto en lo físico como en lo mental, porque demasiado tiene la tripulación con vivir el día a día para intentar seguir manteniendo a flote una nave que está tan castigada tras dos años y medio de navegación continua.

Al mando de la Victoria, Elcano tiene que hacer frente a tres enemigos claros: los temporales de vientos contrarios que están frenando mucho la navegación, la cada vez más preocupante escasez de víveres, que trae consigo el racionamiento, el hambre y la aparición de esa temida enfermedad llamada escorbuto, y la preocupación constante de que aparezca en el horizonte una nave o una flota portuguesa, ya que ello irremediablemente pondría fin a esta aventura que se inició en Sanlúcar de Barrameda hace ahora dos años y medio.

La Victoria sigue cruzando el Océano Índico con rumbo al oeste, buscando el sur de África y el temido cabo de Buena Esperanza. Y lo hace rebasados los 40 grados de latitud sur, es decir, muy alejados de la costa para evitar ser vistos por las flotas enemigas. Navegando tan al sur se incrementa el frío y también los temporales. El último de ellos, con viento y corrientes contrarios y muy fuertes, obligó la semana pasada a la nave a amainar durante varios días, desandando así parte del camino ya realizado. Y en otras ocasiones Elcano ha optado por ceñir contra el viento, haciendo bordadas al norte y al sur. Así, navegando en zig-zag, la nao ha podido mantener un avance efectivo aunque muy mínimo hacia el oeste.

Tras tantas semanas de navegación los víveres y el agua potable han menguado de manera notable. Ello ha obligado a comer exclusivamente a base de arroz y a racionar el agua entre la tripulación. Además, la ausencia de frutas y de vitamina C en la dieta ha hecho que aparezca otra vez el escorbuto, como sucedió en la travesía del Pacífico hace ahora poco más de un año. La caída de dientes en algunos hombres y la inflamación y sangrado de las encías en otros son los símbolos más visibles de esta enfermedad conocida como el mal del mar.

Para combatir el escorbuto no hay nada mejor que comer alimentos frescos. Por eso la expedición española se llenó de optimismo cuando hace cinco días divisaron una isla hasta ahora desconocida en esta zona del Índico. La idea era buscar allí carne, pescado y fruta. Sin embargo, el gozo cayó en un pozo porque tras rodearla descubrieron primero que no estaba habitada y segundo que era inaccesible, debido a sus imponentes acantilados. Ni siquiera hubo la posibilidad de arriar un bote con un reducido grupo de hombres ya que el desembarco en esta isla de Amsterdam, que es su nombre, parecía peligroso y en cierto modo inútil.

Este revés impide que se pueda levantar el racionamiento de víveres y de agua y, lo peor de todo, abre la posibilidad a que a corto plazo el escorbuto pueda cobrarse alguna vida entre una tripulación que tiene ahora el mínimo de componentes que garantiza una navegación segura.

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