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Cádiz/Cuando este mes de octubre de 1519 apura sus últimas jornadas, al fin puede afirmarse que la flota de las Especias capitaneada por Fernando de Magallanes y con el patrocinio del rey Carlos V ha puesto ya rumbo hacia América.
Las cinco naos partieron de Sanlúcar de Barrameda el pasado 20 de septiembre y, tras una semana de acopios en la isla de Tenerife, zarpó de Canarias el 2 de octubre. Pero ante la sorpresa del resto de los capitanes, Magallanes decidió que la flota no pusiera entonces rumbo hacia Occidente sino que se decantó por la llamada ruta portuguesa, es decir, navegar hacia el sur en paralelo a la costa africana. Y tras llegar a la altura de Sierra Leona, en el grado 8 de latitud septentrional, el capitán general de la expedición decretó hace escasas fechas, ahora sí, poner rumbo hacia América.
Al parecer el objetivo del marino portugués es cruzar el ecuador durante la travesía por el Atlántico y llegar luego a la tierra que los portugueses bautizaron como Brasil, algo que espera conseguir antes de que acabe el presente año. A partir de ahí el objetivo se centrará en encontrar el paso marítimo que permita conectar con el nuevo océano bautizado de momento como el Mar del Sur y navegar luego hacia las Molucas o isla de las Especias.
Hasta el momento la navegación se ha caracterizado por las intensas precipitaciones registradas y por la desconfianza cada vez más grande con la que el resto de capitanes, liderados por Juan de Cartagena, analizan las diferentes decisiones que va tomando Fernando de Magallanes.
En estas primeras semanas desde que zarparon de Canarias las cinco naos que componen la flota se han beneficiado del viento del mistral que ha empujado a las embarcaciones hacia el sur recorriendo muchas millas náuticas en cada jornada. Y ello ha ido de la mano de unas intensas precipitaciones que han venido a demostrar la capacidad que tienen estos cinco barcos para evacuar de sus cubiertas el agua acumulada.
Uno de los momentos claves de este inicio de la travesía fue sobrepasar cabo Bojador, varias millas al sur de las islas Canarias. La presencia de este accidente geográfico de la costa africana siempre ha asustado a las tripulaciones de las embarcaciones que navegan por este punto. Y es que la desaparición de muchos barcos debido a los cambios bruscos de viento tan característicos en esta zona ha dado pie en los últimos años a mucha superstición. Tanto que hay marineros que siguen afirmando que navegar más allá de cabo Bojador en dirección sur conlleva un enorme peligro por la existencia incluso de monstruos marinos que engullen las embarcaciones.
Esta tarea de calmar a la parte de la tripulación más supersticiosa y pesimista ha sido más fácil entre otros motivos porque el viento del mistral ha permitido que bandadas de peces sobrevuelen las naos y algunos de ellos caigan en cubierta. Gracias a ello la expedición ha podido variar de manera sustancial su menú con pescado fresco, lo que reporta una dosis amplia de tranquilidad y optimismo.
Pero además de las lluvias y el viento la otra nota característica de estas primeras semanas de travesía ha estado en la poca fe que la mayoría de los capitanes de las naos tienen en la persona de Fernando de Magallanes. La nacionalidad portuguesa del capitán general de la expedición es un elemento de peso que justifica una desconfianza que ya existía antes de la partida desde Sevilla y Sanlúcar, que se acrecentó tras seis días fondeados en Canarias y que ha alcanzado su cota máxima –al menos de momento– al estar tanto tiempo navegando con rumbo sur.
Incluso ha quedado confirmado que tras zarpar de Canarias y no enfilar la ruta de Occidente de manera inmediata, los capitanes de las naos San Antonio (Juan de Cartagena), Concepción (Gaspar de Quesada), Victoria (Luis de Mendoza) y Santiago (Juan Serrano) forzaron una reunión de urgencia con Fernando de Magallanes, director general de la flota y capitán de la Trinidad, que tuvo lugar a bordo de esta nao, buque insignia de la expedición.
En ese encuentro los capitanes afearon a Magallanes el secretismo de esos seis días fondeado en Tenerife, primero en el norte de la isla y luego en un punto del sur, pero también que pusiera dirección sur. "Tienes que consultarnos todo como conjunta persona", le llegaron a decir al capitán general de la expedición al tiempo que le exigían que les anticipara la derrota que pretendía seguir. Pero el marino portugués se negó en rotundo a ello argumentando que él era el jefe de la expedición y que no tenía que compartir sus planes con nadie.
En cualquier caso Fernando de Magallanes se encuentra en una situación personal bastante comprometida ya que, por un lado, sabe que la mayoría de los capitanes de su flota no se fían de él por su nacionalidad portuguesa. Pero es que además también conoce de primera mano, porque así se lo comunicó su suegro por carta durante su estancia en Canarias, que el rey luso, Manuel I, ha dispuesto la partida de una flota de combate que tiene como misión hundir la expedición española y evitar que llegue a la isla de las Especias navegando hacia Occidente.
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