Diario de una gran hazaña | Epílogo
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Diario de una gran hazaña | Capítulo 31 (21 de octubre de 1520)
Hoy, 21 de octubre de 1520, la Iglesia católica celebra la festividad de las Once Mil Vírgenes en recuerdo de Santa Úrsula, aquella joven que en el siglo I d.C. se convirtió al cristianismo y peregrinó desde Colonia hasta Roma junto a otras doncellas para consagrar su voto de castidad, pero que, ya de regreso en su tierra, terminaría siendo martirizada por Atila, el rey de los Hunos. Y, como es habitual desde que zarpó de Sanlúcar hace hoy un año, un mes y un día, Fernando de Magallanes ha recurrido al santoral para poner este nombre, Once Mil Vírgenes, al cabo que su flota acaba de doblar.
Este descubrimiento ha tenido lugar apenas tres días después de que las cuatro naos que conforman esta expedición a las Molucas zarparan de Puerto Santa Cruz con rumbo sur poniendo así punto y final a su segundo confinamiento en la Patagonia.
Navegando con viento de proa y con una mar muy picada, en estos tres días la expedición apenas ha podido confirmar que la desembocadura del que han llamado río Gallegos no es tampoco el paso interoceánico al Mar del Sur que el cosmógrafo Martín de Bohemia dibujara años atrás y que fue la clave para que el rey Carlos I aceptara patrocinar esta expedición capitaneada por Magallanes.
Ahora, cuando según sus cálculos se encuentran a 52º de latitud sur, el marino portugués acaba de acceder a una pequeña bahía tras doblar el cabo Vírgenes. En su cabeza se pregunta si existe la posibilidad de que el famoso paso interoceánico que lleva tanto tiempo buscando estuviera tan cerca del lugar donde han permanecido confinados los últimos siete meses. Pero tampoco quiere ilusionarse mucho. Y es que Magallanes, al igual que los restantes miembros de su expedición, tienen muy presente aún el recuerdo de lo sucedido a principios de año en el Río de la Plata. Allí fondearon el 11 de enero de este 1520 convencidos de que estaban ya en el paso al Mar del Sur, pero les inundó una amarga sensación de fracaso cuando tres semanas después corroboraron que allí simplemente desembocaban dos ríos que no eran navegables para embarcaciones de gran calado.
Y hay otro elemento que impide a Magallanes ilusionarse en vano. La apertura del Río de la Plata era grandísima, rondando los 220 kilómetros entre una punta de tierra y la otra. Y, por el contrario, la boca de la bahía a la que acaban de ingresar es mucho más pequeña, de apenas 32 kilómetros. Pero por inspeccionar la zona, habrá pensado el capitán general de la flota, no pierden nada.
De momento sus cuatro barcos han tomado dirección noroeste y Magallanes cree haber visto desde la lejanía que en el extremo más occidental de esta bahía puede haber un paso, aunque quizás sea demasiado angosto. Pero ahora, al desaparecer la luz solar, lo que toca es fondear en el enclave más al norte de la bahía, para intentar protegerse de unos vientos que no dan ni un segundo de tregua. Mañana, con las claras del día, la San Antonio y la Concepción irán de avanzadilla para inspeccionar mejor la zona.
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