Proeza de Elcano, que consigue salvar el cabo de Buena Esperanza

Diario de una gran hazaña | Capítulo 75 (20 de mayo de 1522)

Pese a perder tres hombres más y pese a los temporales que han roto el mástil y la verga del trinquete, la 'Victoria' remonta ya el Atlántico tras dejar atrás el cono sur de África

La tripulación llegó a sopesar la opción de arrojar las especias por la borda para soltar lastre, pero la terminó descartando

El escorbuto sigue devorando a una tripulación que queda reducida a apenas 40 hombres y que suma ya 103 días sin pisar tierra

Vista del cabo de Buena Esperanza. A la izquierda, el Océano Atlántico por el que ya navega la 'Victoria'.
Vista del cabo de Buena Esperanza. A la izquierda, el Océano Atlántico por el que ya navega la 'Victoria'. / D.C.

Gesta, proeza, hazaña, machada,... pueden elegir ustedes el sustantivo que más le guste porque con cualquiera de ellos se puede definir lo que acaba de realizar el marino español Juan Sebastián de Elcano en el cono sur de África. Y es que después de siete días terroríficos, con unos temporales y unas corrientes que han convertido este punto del planeta en algo muy parecido a un infierno, Elcano ha sido capaz de que la nave que comanda, una Victoria que ha sufrido daños considerables en su estructura, haya sido capaz de salvar el cabo de Buena Esperanza para empezar a remontar desde el sur el Océano Atlántico.

Hoy, 20 de mayo de 1522, la nave española ya ha dejado atrás el interminable Océano Índico y ha puesto proa al norte. Busca llegar a España cuanto antes para completar así la primera vuelta al mundo, pero lo principal ahora es hallar zonas más calurosas y con el mar en calma, porque aún no han logrado salir del temporal que los ha azotado a su antojo durante una semana eterna.

La Victoria está muy, muy dañada. Si ya le costó cruzar el Índico por los desperfectos que presentaba su estructura de madera tras más de dos años y medio de navegación casi continua, lo que ha vivido esta embarcación en el cabo de Buena Esperanza lo ha superado con creces. Y es que los temporales no sólo rompieron el mástil y la verga del trinquete del barco sino que éste quedó varios días al través, con el consiguiente peligro que ello conllevaba.

El viento, las olas, las corrientes, las lluvias y la niebla hacían casi imposible que la Victoria pudiera salir adelante, y más haciendo la locura de cruzar el cabo de este a oeste, lo menos aconsejable para la navegación... pero logró hacerlo tras siete días de lucha constante contra una mar embravecida. En el momento más crítico la visibilidad era casi nula, pero la oficialidad de la nave ha hecho sus cálculos y ha llegado a la conclusión de que han pasado a apenas ocho leguas de las rocas que conforman el cabo de Buena Esperanza. O sea, un milagro en toda regla que no habría sido posible sin la pericia marinera de un Juan Sebastián de Elcano que inició esta aventura en Sanlúcar siendo un oficial de segundo o tercer escalafón y que ahora se ha convertido por méritos propios en la piedra angular de lo que queda de la Flota de las Especias.

La situación de esta última semana ha sido tan angustiosa que la tripulación llegó a sopesar la opción de arrojar por la borda parte de la carga de cerca de 30 toneladas de especias que llevan en las bodegas. De esta manera, pensaron, la nave lograría tener menos peso, ser más liviana, y así poder hacer frente al oleaje. Sin embargo, esta posibilidad terminó siendo desechada porque todos son conscientes de que si logran llegar a España, este cargamento de especias es la prueba irrefutable de que efectivamente consiguieron llegar a las Molucas navegando hacia Occidente.

Las 27 toneladas de especias siguen, por tanto, a buen recaudo. Pero no se puede decir lo mismo de la tripulación de la Victoria, que ha quedado reducida a 40 hombres después de haber tenido que lamentar cinco fallecimientos en apenas 12 días. Si en los días previos al paso del cabo de Buena Esperanza fallecían dos marineros por escorbuto, durante esta semana negra se han perdido tres vidas más. En concreto, dos grumetes morían los días 17 y 18, coincidiendo con el peor momento del temporal, y otro marinero ha dejado hoy de respirar. En todos los casos sus cadáveres han sido arrojados por la borda tras rezarse una oración en cubierta a la que han asistido todos los miembros de la tripulación que pueden mantenerse en pie.

Sí, es así, porque mantenerse en pie es algo a lo que hoy no pueden aspirar muchos efectivos de la tripulación. El hecho de llevar casi tres meses y medio sin tocar tierra está haciendo un daño físico que en algunos casos es irreparable. Y a todo ello se le suma el escorbuto, esa enfermedad que surge cuando el cuerpo humano lleva mucho tiempo sin ingerir alimentos frescos y sobre todo sin tomar vitamina C.

De todo esto es consciente Elcano, que sabe que es muy probable que en cualquier momento se vean obligados a tocar tierra en busca de alimentos frescos que salven vidas. Pero en ningún momento se le escapa que ello les situaría en una ruta muy usada por las naves portuguesas que buscan las Molucas navegando hacia el Oriente y costeando África. Por ello, Elcano ha insistido en la necesidad de navegar bastante alejados de la costa africana, para evitar así males mayores.

Elcano jamás ha navegado por estas aguas del Atlántico sur, pero le tranquiliza saber que está en su océano, un océano que suele regalar buenos vientos a las naves que surcan sus aguas. A eso se aferra el marino español, que no ve el momento de cruzar el Golfo de Guinea. A partir de ahí ya todo será navegar por lugares conocidos. Con un poco de suerte, piensa Elcano, su nave podría tocar suelo español en dos o tres meses. Pero rápidamente mira a su tripulación diezmada y desnutrida y mira un barco que ha logrado reparar sus palos, sí, pero que también presenta varias vías de agua y rápidamente llega a la conclusión de que más vale no anticiparse. Porque queda mucho para que la Victoria pueda cantar victoria.

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