Diario de una gran hazaña | Epílogo
Así acabó una gesta que hizo cambiar el concepto del mundo
Diario de una gran hazaña | Capítulo 83 (1 de agosto de 1522)
Lo necesitaban, vaya si lo necesitaban. El pesimismo estaba tan asentado en la diezmada tripulación de la nao Victoria que cuando hace cuatro días alguien divisó al noreste la silueta del pico del Teide, el subidón de la moral de la tropa fue evidente. Estaba muy pero que muy lejos, porque la nave que comanda Elcano navega muchas millas más al oeste para alejarse precisamente de la ruta a las Canarias por temor a toparse con la Armada portuguesa, pero la visión difusa de la parte superior del volcán de la isla de Tenerife supone, de facto, el primer contacto, aunque sea mínimo, con suelo español en casi tres años.
La visión lejana del pico del Teide se produjo hace cuatro días, el 28 de julio del presente año de 1522. Así al menos lo ha anotado Antonio de Pigafetta en su crónica de este azaroso viaje. Noble de origen italiano, de la zona de la Lombardía, Pigafetta embarcó en esta expedición como supernumerario, un puesto que se reserva a miembros jóvenes de familias poderosas europeas para que se abrieran paso en profesiones vinculadas a la navegación.
Su idea inicial, que ha logrado mantener a duras penas en estos tres años, era la de plasmar en sus escritos todo lo acontecido en este viaje a las Molucas. Y la descripción de la visión del Teide no es sino un capítulo más de una extensa crónica que incluye, además del relato en sí de todo lo acontecido en esta vuelta al mundo, dibujos e incluso un primer diccionario para conocer la lengua que se habla en la zona de Cebú, en Filipinas.
Pigafetta era una persona muy cercana a Magallanes y nunca ha tenido mucha cercanía que digamos con Juan Sebastián de Elcano. De hecho, en todo lo que se lleva escrito de este viaje prácticamente ni siquiera ha citado al actual comandante de la Victoria. Sin embargo, cuando en diciembre del pasado año la flota se tuvo que dividir entre los que embarcaban en la Victoria y los que se quedaban en Tidore reparando una nave Trinidad que actualmente intenta cruzar el Pacífico con dirección a Panamá, Pigafetta se decidió por la primera de las opciones. Pero no lo hizo por seguir a Elcano, evidentemente, sino porque está ansioso por llegar a España. Cuando lo haga tiene decidido hacer llegar sus escritos lo antes posible no sólo a la Corte del emperador Carlos sino también al rey de Portugal y luego al Vaticano.
Con la moral algo más recompuesta la Victoria sigue remontando el Océano Atlántico. El objetivo sigue estando muy claro: llegar a las islas Azores, bajo dominio portugués, y tras rebasarlas, poner rumbo este con dirección a la Península Ibérica.
Sin embargo, Elcano ha querido innovar en este viaje a las Azores. Por eso, y como buen conocedor del Atlántico, ha preferido tomar la ruta denominada volta do mar o volta da mina, una maniobra de navegación inventada y utilizada por los marinos portugueses en los viajes oceánicos. En concreto, esta estrategia busca cruzar las bandas de alisios, evitar la zona de calma, y aprovechar así los vientos favorables para agilizar la navegación. Y eso se hace dibujando una especie de arco o media luna que ha iniciado con dirección noroeste y que culminará en sentido noreste hasta superar el archipiélago de las Azores.
Los víveres obtenidos semanas atrás en Cabo Verde han permitido salvar la vida de muchos de los 19 tripulantes que aún siguen a bordo de la Victoria y, quién sabe, puede haber sido un elemento clave para que la nave española logre regresar a casa, si es que las vías de agua no terminen llevando a pique la embarcación. Pero también es verdad que aún hay hombres que están bastante enfermos y que no han logrado recuperarse. Así que habrá que seguir rezando para que se salven y para que este agosto que empieza hoy sea el último mes de esta aventura que parece no tener fin.
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