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La moral de la tropa vuelve a estar bajo mínimos. Si el pasado 27 de septiembre, cuando la Trinidad y la Victoria se hicieron de nuevo a la mar, las ilusiones de la expedición española a las Molucas parecían haberse renovado de manera inesperada, ahora, tres semanas después, el tedio y el pesimismo vuelven por sus fueros. Y es que esta travesía de regreso por el mar de Joló se está haciendo mucho más larga de lo que se preveía. Y eso se debe a dos razones fundamentales: el desconocimiento absoluto sobre la ruta que hay que seguir para llegar a las Molucas y el hambre, que vuelve a hacer mella una vez más en los 108 hombres que han logrado sobrevivir a tantos reveses y a tantas desgracias.
La huida repentina de Brunéi impidió llenar como era menester las bodegas de las dos naos. Y en Bataraza, donde han invertido casi 40 días en reparar la TrinidadTrinidad, tampoco había el sustento necesario para garantizar a la flota mucho tiempo de navegación sin que escasearan los suministros. Y eso es exactamente lo que ha sucedido, que en apenas tres semanas se han vaciado las despensas de las dos naves y el hambre empieza a hacer de las suyas. Evidentemente la situación no tiene comparación con la vivida en el primer trimestre de este año 1521 en la travesía del Pacífico, cuando el escorbuto se cobró varias vidas a bordo, pero nada ayuda a que la expedición pueda levantar el ánimo.
La falta de sustento ha provocado una situación muy curiosa y es que las dos naves españolas han protagonizado hace escasas fechas una batalla naval contra una flota del rey de Palawan que se dirigía hacia Brunéi. Los españoles han salido victoriosos de la contienda pero han perdonado la vida a sus adversarios ya que éstos han aceptado la única exigencia planteada desde la Trinidad: que les dieran toda la comida y el agua potable que llevaban a bordo.
Esos víveres han dado algo de fuelle a la flota, aunque la situación no es nada halagüeña. Por ello, los dos comandantes al frente, Gonzalo Gómez de Espinosa y Juan Sebastián Elcano, tienen claro que hacer una escala en tierra es algo que no se puede demorar más.
Y para ello tienen dos opciones: o desembarcar en una de las numerosas islas pequeñas que hay en la parte oriental del mar de Joló a la que están llegando o poner rumbo nordeste y buscar cobijo y comida en el sur de la isla de Mindanao. Esta segunda alternativa no desagrada, ya que la flota hizo escala algunos días en mayo al noroeste de esta isla –tras la huida repentina de Cebú– y el trato recibido por la población aborigen fue excepcional, además de que encontraron allí mucha comida y bebida.
Pero hagan escala en un lugar o en otro, ambos comandantes tienen claro que existe la necesidad imperiosa de encontrar a uno o a varios guías o pilotos que conozcan la ruta a seguir para llegar a la Especiería. Alcanzar esta meta sigue siendo el objetivo principal de esta flota que zarpó de Sanlúcar hace ahora 25 meses y que sigue deambulando sin rumbo fijo en la otra punta del planeta.
Desde que Magallanes falleciera a finales de abril en Mactán la expedición española navega de oídas. Saben que el Moluco no debe estar muy lejos, pero sin ayuda externa que le marque el camino, la empresa puede terminar fracasando.
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