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Estas son las paradojas que tiene la vida. Tras 99 días de una navegación penosísima por el Océano Pacífico en el que no han avistado ni una sola isla donde poder desembarcar, en los diez días siguientes la flota de las Especias se ha topado ya con un puñado de ínsulas que seguramente permitirán primero salvarle la vida a muchos de los miembros de la expedición que padecen el escorbuto y posteriormente recuperar fuerzas para seguir la búsqueda de las Molucas.
Hace hoy siete días que Magallanes ordenaba a sus tres naves huir precipitadamente de la Isla de los Ladrones (también llamada Guam). Varios malentendidos con los nativos impidieron que la flota pudiera desembarcar y descansar durante un tiempo más largo, como era la idea inicial. Así que el pasado día 9 ponían de nuevo proa a la mar con rumbo sudoeste. Y exactamente siete días después los vigías volvieron a avistar tierra.
Lo primero que descubrieron un poco más al norte era la isla de Yunagan, pero al ver desde lejos sus acantilados comprendieron que el desembarco iba a ser muy complicado. Pero de inmediato un poco más al sur se toparon con otra isla llamada Suluan. Cuando pusieron rumbo a esta segunda isla vieron de lejos unas canoas que, al detectar la presencia de las tres naos españoles, huyeron. Ese detalle no gustó a Magallanes, que después de lo vivido en la Isla de los Ladrones no quería un nuevo enfrentamiento con las poblaciones nativas, pero no porque las temiera sino porque sabía que sus hombres estaban muy débiles tras una travesía del Pacífico tan dura.
Afortunadamente, cuando se acercaban a Suluan los vigías detectaron que tras ella había otra isla algo más grande y que a priori presentaba mejores condiciones para fondear y para desembarcar: la isla de Homonhon. Y hacia ella pusieron rumbo. Con una cautela absoluta Magallanes ordenó que una primera expedición armada tocara tierra para detectar si la isla estaba o no habitada. Y pocas horas después quedaba constatado no sólo que Homonhon no estaba habitada sino que además parecía ser una tierra rica en frutas, marisco, pesca y cerdos salvajes.
A raíz de ahí vino un desembarco general y lo primero que hizo Magallanes fue ordenar que se levantaran dos cabañas para atender allí a los muchos enfermos de la dotación. Y es que el estado físico de los 150 hombres de la expedición es muy lamentable, con una debilidad física evidente tras tantos días comiendo muy mal o sin comer. Por ejemplo, hoy, 16 de marzo, al poco de tocar tierra ha fallecido otro marinero, en este caso un paje de origen cántabro que estaba enrolado en la Trinidad. Con esta ya son 11 las bajas acumuladas desde que las tres naos desembocaron en el Pacífico tras cruzar el Estrecho de Magallanes.
Además de intentar mejorar la atención a los enfermos, en paralelo se han organizado las primeras batidas para recabar alimentos y agua potable. Igualmente se han empezado a planificar los trabajos de limpieza, reparación y calafateado de las tres naves que aún formaban parte de la expedición y cuya salubridad es muy deficiente tras el paso por el Pacífico.
Al poco de asentarse en tierra se ha producido ya el primer encuentro con los indígenas que en número de nueve han llegado en canoa hasta donde están los españoles. Casi desnudos, con largas melenas y con sus cuerpos pintados estos nativos de alguna isla cercana han mantenido un primer encuentro que parece haber abierto un clima de acercamiento. Esto ha satisfecho a Magallanes que en los próximos días intentará saber si estos nativos conocen el camino hacia las Molucas, que piensa que no debe estar muy lejos. Pero lo primero es descansar en este remanso de paz que parecen ser las Filipinas. Aquí cumplirá la flota de las Especias dentro de cuatro días su primer año y medio de expedición desde que partieran de Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519.
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