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Olvidada casi en su totalidad la durísima travesía por el Océano Pacífico, la flota de la Armada española que busca la Especiería navegando sólo hacia Occidente se encuentra actualmente realizando un periplo por varias islas de las Filipinas con el convencimiento de que el objetivo principal de la expedición está cerca o muy cerca.
Esta búsqueda de las Molucas se ha reactivado después de los nueve días de descanso que la flota ha permanecido en la isla de Homonhon, donde desembarcaron el pasado 16 de marzo. Allí ha dado tiempo a que sanen muchos de los enfermos, a que la flota coma y beba adecuadamente, a hacer aprovisionamiento de víveres y a reparar las naos. Todo esto ha tenido lugar coincidiendo con una Semana Santa que nada ha tenido que ver con la vivida hace un año. Entonces, en 1520, el Domingo de Ramos coincidía con la llegada de la flota de las Especias a Puerto San Julián, en la Patagonia, para resguardarse del incipiente invierno austral. Y ese mismo día, además, explotaba el motín contra Magallanes instigado por varios capitanes españoles y que terminó siendo sofocado con el uso de las armas y con varios fallecidos.
Pero un año después ya no queda atisbo alguno de aquella rebelión interna. Bien al contrario, Magallanes incluso acepta ya algunos consejos de sus oficiales, como el de que la estancia en Homonhon se prolongara más de una semana.
En este tiempo se ha producido una cierta confraternidad con los nativos de las islas cercanas que le han indicado a los españoles la ruta hacia el sur que deben seguir en busca de una población llamada Cebú. Allí, siempre según la versión de los indígenas, hay una población con más habitantes y más desarrollada, que tiene otro rey, donde hay otro y otros materiales preciosos y donde los españoles pueden encontrar los suministros de los que ahora carecen.
Así que tras escuchar atentamente estas indicaciones Magallanes decretó el pasado 25 de marzo, coincidiendo con el Domingo de Resurrección, volver a la mar con rumbo sur. Pero esta travesía por un archipiélago al que han puesto el nombre de San Lázaro apenas ha durado tres días ya que ayer, 28 de marzo de 1521, la flota ha vuelto a desembarcar en otra isla que responde al nombre de Mazava. Aquí Magallanes quiere constatar que las indicaciones recibidas en la isla de Homonhon son fidedignas.
Al igual que sucedió cuando desembarcaron en la isla anterior también aquí en Mazava las relaciones con los indígenas están siendo exquisitas. Los españoles han quedado sorprendidos de la bondad y generosidad de los nativos, con los que intercambian numerosos regalos. Así, no es extraño ver a algunos de esos indígenas vistiendo túnicas o portando cuchillos o espejos regalados por los españoles. Además, las mujeres de esta isla parecen no mostrar reparo alguno en mantener relaciones sexuales con los españoles, una circunstancia que fue prohibida expresamente por el capitán general de la flota antes de desembarcar pero a la que ahora Magallanes prefiere hacer oídos sordos.
El único aspecto negativo de este periplo por las Filipinas es que los fallecimientos en la expedición no cesan. Y aunque el escorbuto parece que se va alejando poco a poco, los más débiles siguen cayendo. Por ejemplo, en los últimos nueve días ha habido que lamentar cuatro bajas más. La última ha sido hoy, con la muerte de un sobresaliente portugués enrolado en la Trinidad. La flota de las Especias se queda ahora con 155 hombres.
En esta isla de Mazava se ha producido un hecho importante ya que un esclavo de Magallanes que viene ejerciendo de intérprete, y que responde al nombre de Enrique de Malaca, ya entiende algo el idioma que habla la población aquí asentada. Esto, que no sucedía ni en Homonhon, ni en la Isla de los Ladrones, hace pensar efectivamente que las Molucas, de donde procede este esclavo, no tienen que estar muy lejos de donde se hallan actualmente.
La buena sintonía con los nativos ha hecho que, a instancias de Magallanes, los clérigos que forman parte de la expedición estén aprovechando para cristianizar a buena parte de la población. De esta manera el almirante portugués cumple otra de las órdenes recibidas por el Rey de España antes de zarpar hace ya un año y medio. Y para asentar este mensaje evangélico Magallanes ha ordenado levantar una gran cruz en el lugar más alto de la isla, una iniciativa que no ha recibido reproches del rey de los indígenas, a quien se le ha hecho ver que esta gran cruz ofrecerá protección a su pueblo.
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