Diario de una gran hazaña | Epílogo
Así acabó una gesta que hizo cambiar el concepto del mundo
Diario de una gran hazaña | Capítulo 38 (2 de enero de 1521)
Magallanes lo ha vuelto a hacer. Cuando la flota española a las Molucas parecía que había encontrado al fin un mínimo de tranquilidad tras desembocar en el Océano Pacífico el pasado 27 de noviembre, su capitán general ha decidido dar un cambio de rumbo –nunca mejor dicho– y ha vuelto a sembrar la incertidumbre entre la tripulación de las tres naos que aún conforman esta expedición.
Esta última variación se produjo hace ahora dos semanas. Durante unos 20 días las tres naves –la Trinidad, la Victoria y la Concepción– habían empezado a remontar el Pacífico con rumbo norte pero siempre en paralelo a la costa americana. El objetivo era buscar el ecuador porque es en esa zona donde se sabe que se ubican las islas de las Especias, que es el destino final de esta expedición. Además, la navegación no podía ser más halagüeña, ya que ha transcurrido sin temporales, ni borrascas siquiera, y con un viento de popa que ha permitido avanzar muchas millas náuticas en poco tiempo.
Todo parecía ir relativamente bien –con las dudas que conlleva evidentemente navegar por un océano desconocido para todos y con una provisión de víveres y agua potable que ya empieza a escasear– pero en éstas que Fernando de Magallanes ha ordenado variar ese rumbo norte y poner proa hacia el oeste y hacia el noroeste, de manera alternativa. La consecuencia es que desde hace dos semanas la tripulación no ve ya la costa americana, para desasosiego de casi todos.
Y es que hasta ahora tener tierra ahí al lado, a estribor, daba cierta tranquilidad a la marinería. Porque siempre se podría fondear y desembarcar en el caso de que hubiera sido necesario atender a algún herido, buscar comida, refugiarse de algún temporal o reparar una nave. Pero eso ya no será posible porque la costa queda ya muy lejos, a sus espaldas. Ahora, desde hace dos semanas, la tripulación sólo ve agua y más agua, con un Océano Pacífico que sigue regalando una tranquilidad inusitada que en nada se parece al revoltoso Océano Atlántico.
Las razones por las que Magallanes ha decretado este cambio de rumbo son un total misterio, ya que las cartas náuticas y los mapas que maneja el almirante portugués suponen un secreto absoluto. Se sabe que las Molucas están ubicadas a la altura de Panamá, aproximadamente, pero nadie sabe a qué distancia se encuentran de la costa. Y hay quien duda que hasta el propio Magallanes sepa contestar a esa pregunta.
Precisamente, el alejarse ahora de la costa invita a pensar que la Especiería no está tan cerca como en principio pudiera imaginarse, aunque hay también quien defiende que Magallanes quiere buscar vientos aún más propicios o, simplemente, que piensa que al alejarse de tierra esfuma la posibilidad de que algunas de las otras naos o parte de la marinería quisiera desertar poniendo rumbo a la costa.
En cualquier caso, tras superar en alta mar la Navidad y la entrada en este nuevo año 1521, la tripulación sólo espera ver tierra cuanto antes, ya que la falta de alimento empieza a ser preocupante.
Además, esa tripulación sigue menguando paulatinamente ya que en estos 35 días de travesía por el Pacífico han fallecido a bordo de la Victoria tres marineros –dos de origen portugués y uno navarro– que arrastraban diversas enfermedades respiratorias debido a la dureza del invierno austral que tuvieron que soportar en la Patagonia.
La tripulación española que busca las Molucas navegando siempre hacia Occidente ya ha bajado de los 170 hombres.
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