El invierno austral amenaza a la expedición de Magallanes
Diario de una gran hazaña | Capítulo 13 (15 de marzo de 1520)
El capitán general de la flota de las especias se niega a suspender la navegación pese al intenso temporal y las temperaturas bajo cero que tiene que soportar la tripulación
La existencia de bloques de hielo en el océano se convierte en un peligro más para la flota
Cádiz/Todas son malas noticias para la expedición de Magallanes en su intento, hasta ahora infructuoso, de encontrar el paso interoceánico en la costa de América. La última amenaza lleva el nombre de invierno austral, un frío bajo cero que cada vez es más intenso y que está azotando a las tripulaciones de las cinco naos de la llamada flota de las especias.
Al capitán general de esta expedición que persigue llegar a la isla de las Molucas navegando hacia Occidente se le van acabando las excusas para o bien poner rumbo hacia España –lo que constataría sin tapujos su fracaso– o bien ordenar el desembarco y buscar refugio en tierra ante el intenso frío creciente.
Desde que abandonara el Río de la Plata el pasado 3 de febrero, la flota sólo ha vivido penalidades. La última ha sido una intensa galerna que se ha prolongado por espacio de 16 días. Este fortísimo temporal obligó a desvestir los palos de todas las embarcaciones para salvaguardar las velas. Ello dejó a las naos a merced de las olas, lo que conllevó que los cinco barcos se fueran dispersando en las aguas del Atlántico.
Ante esta situación Magallanes ha ordenado que la flota siga navegando en paralelo a la costa de Sudamérica en dirección sur a lo largo del día pero que fondeen de noche cerca de la costa, una medida que no ha sido bien vista por el resto de capitantes, que consideran que existe el peligro de embarrancar o de chocar contra las rocas. En cualquier caso, estos capitanes, alineados con Juan de Cartagena y claramente enemistados con Magallanes, critican sin disimulo alguno todas las órdenes que el marino portugués ha venido decretando desde que la flota partiera de Sanlúcar el 20 de septiembre del año pasado.
A todo esto hay que unirle el intenso frío que viene soportando esta expedición que, es importante recordarlo, sigue navegando por un punto del planeta por el que nadie lo había hecho hasta ahora. Debido a este frío, los barcos navegan sin casi nadie en cubierta y con toda la tripulación refugiada en el interior de las embarcaciones.
El único aspecto positivo registrado hasta la fecha tiene que ver con la dieta. Ante la escasez de comida la tripulación ha optado por probar la carne de pingüino, esos animales que no se habían visto nunca en Europa y que han sido descubiertos ahora. La carne de pingüino ha resultado ser dura pero sabrosa y, además, sus huevos, más grandes que los que ponen las gallinas, se han convertido en otro manjar suculento que, de paso, ha permitido racionar los víveres con los que aún cuenta la expedición.
Mientras la navegación continúa con temperaturas bajo cero, Magallanes ha visto un peligro añadido que para nada entraba en sus cálculos cuando la expedición se echó a la mar. Y es que el marino portugués ha detectado la presencia, cada vez más creciente, de bloques de hielo que se desplazan sobre la superficie del Atlántico en la dirección que marcan el viento y las corrientes. Magallanes entiende que estos bloques suponen una seria amenaza para el casco de las embarcaciones y teme que puedan ir creciendo en número y en dimensiones conforme sigan navegando hacia el sur.
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