Diario de una gran hazaña | Epílogo
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Diario de una gran hazaña | Capítulo 18 (22 de mayo de 1520)
Desde que la flota de las especias partiera de Sanlúcar de Barrameda hace ya ocho meses, en concreto el 20 de septiembre de 1519, a Magallanes no dejan de crecerle los enanos. Primero fue el rechazo del resto de los capitanes tanto a su liderazgo como a sus decisiones, después vino el fracaso del Río de la Plata, donde el marino portugués falló en su intento de encontrar ahí el paso al otro océano; y a todo esto hubo que sumarle el motín vivido a principios de abril nada más desembarcar en la Patagonia y que logró ser sofocado por Magallanes, aunque dejando algunos cadáveres por el camino. Pero cuando estaba convencido de que lo peor ya había pasado, el mando único de la flota de las especias va a tener que asumir ahora la pérdida de una de las cinco naos que conforman la expedición, después de que la más pequeña de ellas, la carabela Santiago, haya sido destrozada por un fortísimo temporal cuando navegaba frente a la costa de la Patagonia.
El naufragio ha tenido lugar hoy, 22 de mayo de 1520, y habrá que esperar varios días para que Magallanes se entere de lo ocurrido. Y cuando eso pase, conocerá que, dentro de lo malo, el suceso ha tenido también su parte positiva y es que únicamente ha muerto uno de los más de 30 hombres que conformaban la tripulación. El muerto ha resultado ser un esclavo propiedad del comandante de la Santiago, Juan Serrano.
Esta embarcación de 90 toneladas ha quedado inservible cuando regresaba a la bahía de San Julián, donde se encuentran las otras cuatro naos de esta flota. Magallanes ordenó a la Santiago que zarpara el 30 de abril con rumbo sur para explorar la costa en busca del paso interoceánico. El pasado 13 de mayo este barco dio con una abertura marítima que bautizó con el nombre de bahía de Santa Cruz, pero tras intentar remontar el río que allí desemboca, la tripulación descubrió que tampoco por aquí se llega al Mar del Sur que avistara por primera vez Núñez de Balboa en septiembre de 1515 cuando exploraba a pie una cumbre de Panamá.
Tras no poder remontar el río, el comandante de la Santiago decidió permanecer varios días en esta Bahía realizando aprovisionamiento de agua, leña y comida, pues la zona es muy rica en pescado, marisco y lobos marinos que aportan pieles esenciales para combatir las bajas temperaturas reinantes en esta zona a estas alturas del año.
Fue el pasado día 20 cuando la Santiago zarpó con rumbo a la bahía de San Julián, ubicada a unas 25 leguas marinas (unos 150 kilómetros) de distancia, aunque se topó al día siguiente con un fortísimo temporal. Su comandante decidió alejarse de la costa para intentar capear la tempestad, aunque no evitó que la embarcación perdiera primero los aparejos y luego el timón, quedando al pairo.
El viento intenso y la mar embravecida fueron acercando el barco hasta una costa repleta de salientes y acantilados. No obstante, la fortuna posibilitó que la Santiago quedara embarrancada en una pequeña ensenada. Y antes de que el fortísimo oleaje fuera destrozando toda la madera de la embarcación, a la tripulación le dio tiempo a saltar a las rocas, a excepción de un esclavo del comandante que pereció en el naufragio.
Una vez en la costa Juan Serrano decidió que una parte de la tripulación se encaminara a pie hacia la bahía de Santa Cruz de la que habían partido hace dos días, que otro grupo de hombres se quedara en el lugar del naufragio para ir rescatando la mercancía que iba en la nave y que la marea está devolviendo a la orilla, y que dos de sus hombres pusieran rumbo en sentido contrario, hacia San Julián, para informar a Magallanes de lo sucedido y pedir ayuda. El camino que le queda por delante a estos dos hombres es muy tortuoso, con mucha maleza y lagunas convertidas en hielo por sortear, por lo que calculan que pueden tardar en llegar unos diez días.
Ajenos a lo que le ha sucedido a la nao Santiago, el grueso de la flota se mantiene protegida del mal tiempo en San Julián mientras continúan las tareas de reparación de las otras cuatro naves. Pero también aquí se ha vivido un momento luctuoso, ya que ayer, 21 de mayo, se descubrió flotando el cadáver del grumete que se arrojó al mar hace algo más de tres semanas por el temor a ser denunciado por cometer un acto de sodomía. Este grumete y el esclavo fallecido en el hundimiento de la Santiago elevan a ocho las víctimas mortales que acumula ya esta expedición.
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