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"¿Qué demonios hacemos nosotros en Brunéi? ¿Qué pintamos aquí cuando nadie nos ha invitado y cuando nuestro objetivo, que sigue siendo llegar a las Molucas, se supone que está mucho más al sur y bastante más al este?" Preguntas como estas, y mil incógnitas más, machacan las cabezas de los miembros de las tripulaciones de las naos Trinidad y Victoria que ayer, 9 de julio de 1521, recalaron en Brunéi durante su búsqueda de la Especiería.
La decisión de hacer escala en Brunéi la adoptó de manera unilateral el nuevo capitán general de la flota, Joao Lopes Carvalho, que durante la reciente estancia en Palawan supo de la existencia de Brunéi y de las riquezas existentes en esta tierra.
Movido posiblemente por una ambición sin límites, y una vez constatado que la expedición había adquirido las correspondientes provisiones en esa despensa inesperadas que ha sido Palawan, Carvalho ordenó soltar amarras y poner rumbo suroeste en dirección a Brunéi. La travesía ha durado unos 12 días y en ella la flota española se ha servido de la experiencia de varios nativos de Palawan que conocen bien estas aguas y que han ejercido de pilotos provisionales.
Los marineros españoles están desnortados, no saben qué pintan en Brunéi, no quieren estar aquí, pero eso no quita para que todos, sin excepción, se maravillaran cuando vieron la grandeza de esta ciudad, primero desde el mar y luego mucho más cerca, cuando atracaron en el muelle.
Desde que partiera de Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519, esta expedición se ha encontrado con poblados de indígenas (en la Patagonia, en Guam, en Homonhon, en Mazaua, en Mindanao), se ha topado con islotes inaccesibles y despoblados (como los que hallaron durante su larga travesía por el Estrecho), ha tenido contacto con islas reservadas para presos y deportados (por ejemplo la isla de Cagayan, en el mar de Joló) y ha apreciado núcleos de población bastante desarrollados, sobre todo Cebú. Pero todo eso queda a años de luz de lo que están empezando a descubrir en Brunéi. Y es que este enclave oriental, ubicado al oeste de la isla de Borneo, tiene un aspecto imponente, con mucha población, muchos y muy grandes edificios y, sobre todo, una riqueza extrema, porque la presencia de oro, de joyas y de piedras preciosas es visible en cualquier parte de la ciudad.
De momento el primer encuentro con la población nativa ha sido bastante curioso. Ayer mismo, nada más atracar, subió a la Trinidad un grupo de ancianos locales que, en señal de bienvenida, agasajaron a Carvalho y al resto de la oficialidad con regalos de todo tipo: sedas, animales vivos para alimentar a la tripulación, huevos, leche y un vino extraño que extraen de arroz destilado. En la conversación posterior mantenida a bordo, esos ancianos no pararon de adular a las tropas portuguesas y de criticar a los españoles. Pero ninguno de los recién llegados se indignó, ya que tienen la certeza de que ninguna nave española habías llegado antes a esta parte del mundo y de que los únicos europeos a los que han conocido en Brunéi han sido los portugueses. De ahí esos elogios que repiten como si fueran papagayos.
Tras esta primera visita ha llegado ya una invitación oficial proveniente de la autoridad principal de Brunéi, el rajá Siripada, para que le visiten en su palacio. Carvalho ha dispuesto para ello una comitiva de siete hombres en la que él no figura y que estará encabezada por el segundo de la expedición, Gonzalo Gómez de Espinosa, por el tercero, Juan Sebastián de Elcano, y por cinco hombres más. La idea de Carvalho se supone que es entablar amistad y, ya puestos, recibir todos los regalos posibles.
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