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Congelados de frío, frustrados por no haber encontrado el paso al otro océano y temerosos de que puedan toparse con alguna tribu de indígenas hostiles. Así es como han desembarcado en un punto bastante al sur del continente americano los más de 240 hombres que componen la tripulación de las cinco naos de la llamada flota de las especias que comanda el marino portugués Fernando de Magallanes.
Para nada quería el capitán general de esta expedición fondear en un punto tan inhóspito. Su idea era seguir navegando con rumbo sur hasta toparse con ese paso transoceánico, que es el objetivo principal desde que zarparan de Sanlúcar el pasado 20 de septiembre. Sin embargo, al final las condiciones meteorológicas han terminado imponiéndose. Y es que desde que la flota levara anclas de Río de Janeiro el pasado 27 de diciembre, el clima ha ido empeorando mucho y de manera paulatina, hasta sumar ya varias jornadas con las temperaturas bajo cero. Ello ha conllevado muchos problemas de habitabilidad en las embarcaciones, porque nadie podía dormir ya en cubierta, estando todos los hombres hacinados en el interior de las naos, provocando todo ello un ambiente insalubre y nauseabundo.
Han sido por tanto tres meses consecutivos de navegación en los que las incursiones en tierra de los miembros de esta expedición han sido mínimas. Ni siquiera durante la fracasada estancia en el Río de la Plata permitió Magallanes el desembarco, por miedo a las tribus caníbales que allí habitan.
Pero ahora, por mor del frío y de la presencia cada vez más numerosa en el mar de grandes bloques de hielo que suponen un peligro para las embarcaciones, el marino portugués se ha decidido a fondear, una estancia que se ha iniciado hoy, 31 de marzo de 1520, y que da por hecho que se prolongará durante varios meses, hasta que pase el invierno austral. Y como es habitual, lo primero que ha ordenado Magallanes es preparar una misa de acción de gracias que se celebrará mañana, 1 de abril , y que coincide además con la festividad del Domingo de Ramos.
El lugar elegido para tomar tierra ha sido una ensenada que está protegida de los vientos y situada en los 49 grados de latitud sur. El lugar ha sido bautizado por Magallanes como la bahía de San Julián y lo primero que se ha descubierto, para satisfacción de la tripulación, es que es un enclave en el que parece que no faltan ni el agua, ni la comida. Y los indígenas con los que se han topado hasta el momento son por lo general muy altos y van provistos de arcos y flechas, aunque parecen ser amistosos.
Además de todas estas preocupaciones, Magallanes no se quita de la cabeza el temor a que se produzca un motín entre su tripulación. Por el momento, ha mantenido una primera reunión con los otros cuatro capitanes de embarcaciones en la que dos de ellos, Gaspar de Quesada y Luis de Mendoza, se han encarado airadamente contra él, acusándole de ser un insensato e incluso un cobarde por quedarse en una tierra tan inhóspita durante una estancia que se prevé larga.
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