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El tedio se ha convertido en un miembro más de la flota de las especias que comanda Fernando de Magallanes, la cual suma ya más de tres meses confinada en la bahía de San Julián, en el cono sur del continente americano. Tras concluir la reparación de las cuatro naves que siguen activas y después de terminar hace tiempo ya todo el proceso de instalación y adecuación de las cabañas donde duermen y donde se protegen del intenso frío, los más de 230 hombres que conforman la expedición matan el tiempo, en las pocas horas de sol que hay al día, pescando, cazando animales para comer o para hacerse con piel con la recubrir sus ropajes o confraternizando con los indígenas de la zona, a los que han bautizado con el nombre de patagones debido a sus grandes dimensiones. De momento no ha habido altercado alguno con estas tribus nativas.
La única novedad en las últimas semanas ha sido que ya ha regresado a esta Bahía de San Julián la tripulación de la nao Santiago hundida el pasado 22 de mayo algunas millas más al sur, cerca del Puerto de Santa Cruz. En aquel naufragio solamente hubo que lamentar la pérdida de una persona, un esclavo del comandante de la nave, Juan Serrano.
La tripulación se ha mantenido en la zona de la costa cercana al lugar del naufragio para ir recogiendo todos los enseres de la Santiago que la marea ha ido devolviendo paulatinamente a la orilla. Además, estos 30 hombres que conforman la tripulación han contado con la ayuda de una dotación enviada a este enclave por el propio Magallanes. Una vez recogido todo el material que puede ser reutilizado, la tripulación de la Santiago emprendió el camino a pie hasta la Bahía de San Julián, donde ya están todos reunidos de nuevo casi dos meses después.
Eso sí, en la flota está aumentando de manera preocupante el número de enfermos a causa de las bajas temperaturas que tienen que soportar. Hasta ahora solamente ha habido que lamentar un fallecimiento, el de un tonelero sevillano, pero preocupa el estado de salud de algunos hombres más. Tampoco ha logrado recuperarse aún Juan de Elorriaga, el maestre de la nao San Antonio y que resultó herido por arma blanca en el motín del pasado 1 de abril.
Mientras tanto, el capitán genera de la flota, el marino portugués Fernando de Magallanes, sigue sin atisbar una mínima mejoría climatológica que le permita pensar en volver a zarpar. Cuando tuvo que tomar tierra en este punto de la Patagonia el 31 de marzo, calculaba en permanecer aquí unos tres meses, hasta que concluyera el invierno austral. Pero superado ese plazo está claro que el mal estado de la mar no invita a navegar.
Mientras tanto, Magallanes sigue haciendo sus cálculos. Por un lado, cada vez está más convencido de que, de acuerdo con el Tratado de Tordesillas firmado entre España y Portugal en 1494, la flota pisa actualmente suelo español. Y también tiene claro que, cuando el tiempo lo permita, volverá a poner proa al sur en busca del paso interoceánico que permita a la flota salvar el continente americano y navegar hacia las Molucas.
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