Mientras se cabalga ya sobre la sexta ola de la pandemia y se teme que aumente de nuevo la presión hospitalaria, como ya ocurre en otros países, quizás estamos pasando por alto la atención a nuestros adolescentes. Tras dos cursos irregulares en los que las clases se cortaron o se hicieron semipresenciales, se constata en este tercer curso que las consecuencias derivadas de la pandemia han pasado factura.

Por una parte, la carencia es, lógicamente académica, ya que al bajar la presión sobre el alumnado (directrices generales que se dieron para facilitar la situación) bajó también la asimilación de materias. No hablo de memorización, los datos están ahora al alcance de cualquiera en internet, sino de la falta de aprendizaje que se consigue con la interacción constante entre el trabajo individual (en casa) y el colectivo (en clase). Dos cursos más tarde, el enfrentamiento a niveles académicos superiores pone sobre el tapete que vuelve aumentada la presión, al tiempo que escasea una base bien asentada.

Por otra parte, la socialización ha sido mínima en unas edades en las que la identidad se construye gracias y a pesar del grupo, en las que aparecen las fiestas, se exploran nuevas amistades, se tontea con el primer amor… Años en los que las excursiones provocan encuentros diferentes entre colegas y se descubren mundos en los que apetece profundizar. Años, en definitiva, cargados de estímulos que han desaparecido de golpe.

Pero es que, además, han recibido constantes mensajes que les reprochaban su imprudencia e insolidaridad cuando lo cierto es que, aunque se hayan producidos excesos, como en todas las franjas de edad, en general se han seguido las normas y se ha sufrido la privación del trato con la familia y los amigos. En realidad, no ha habido ni siquiera la oportunidad de sacar los pies del plato.

Evidentemente no hay culpables, pero observo que nuestra adolescencia se siente desatendida y desengañada. Me duele constatar una falta de ilusión impropia de los 16 y 17 años.

Con la autoestima por los suelos y una nube de incertidumbre sobre sus cabezas, me temo que debemos prestarles mucha atención o los perderemos.

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