Momentos de peligro

El Partido Socialista del Palmar de Troya es la nueva secta milenarista que ha sustituido al viejo y admirable PSOE

Escribo este artículo con náuseas físicas, no sé si debidas a una gripe pos-Covid o al espectáculo de fervor norcoreano que hemos visto estos días entre algunos intelectuales y artistas del auto-intitulado “mundo de la cultura” (me inclino por las dos posibilidades a la vez). Yo entiendo que haya gente que haga el ridículo más servil porque tiene que pagar una hipoteca o porque necesita ganarse la vida (yo sería el primero en hacerlo). Eso es comprensible. Pero ¿y la gente que tiene millones en el banco? ¿Y la gente que tiene la vida más que resuelta? ¿A qué viene tanto servilismo, tanta cobardía intelectual y tanto deseo lujurioso de lamer las botas del poder? ¿De dónde surge ese profundo deseo de sometimiento moral? ¿Y cómo es posible que una persona como Pedro Almodóvar –que vive de ser reconocido como un artista inteligente– haya escrito en un artículo que se echó a llorar cuando leyó la carta de Pedro Sánchez? ¿Quién puede creerse ahora la inteligencia emocional de Almodóvar? ¿Y su perspicacia? ¿Y su capacidad de entender el alma humana? ¿Y cómo podrá hacernos creer que es capaz de desenmascarar las mentiras de esta época?

Y por supuesto, no puedo olvidarme de los dirigentes del recién fundado Partido Socialista del Palmar de Troya, la nueva secta milenarista que ha sustituido al viejo y admirable Partido Socialista de Julián Besteiro, María Lejárraga, Indalecio Prieto y Alejandro Jaume, el bisabuelo del gran Andreu Jaume. ¿Cómo no fueron capaces de ver el ridículo inenarrable que protagonizaron en ese comité federal que parecía más bien una ceremonia de la Iglesia Pentecostal del Fuego Sagrado de Moisés? ¿No se supone que esos dirigentes representan al partido de la ilustración humanista? ¿No habíamos quedado en que ellos eran los auténticos defensores de la democracia y de la razón? Pues se ve que no, porque todo parecía la ceremonia de una secta tenebrista como el Templo del Pueblo del reverendo Jim Jones (y no olviden cómo terminaron los fieles del Templo del Pueblo en Guayana, eh, no lo olviden).

Cualquier persona que crea en la libertad de expresión y en el Estado de Derecho sabe que estamos viviendo momentos muy peligrosos. Y cuando uno ve esos montajes nauseabundos de histeria delirante sí que tiene motivos para echarse a llorar. O a vomitar, ya puestos con las náuseas.

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