La deuda de Cádiz con Falla
75 aniversario de la muerte de Manuel de Falla
La capital gaditana, cuna natal del compositor, no tiene proyectos de calado para convertir su figura en el referente musical y cultural de la ciudad, como correspondería a su obra
Hoy domingo, 14 de noviembre, se cumplen 75 años del fallecimiento del compositor gaditano
Manuel de Falla fue nombrado Hijo Predilecto de Cádiz en 1926. Aquella distinción, de la que en un lustro se cumplirá el centenario, coincidió con el 50 cumpleaños del compositor y la ceremonia, presidida por el alcalde Agustín Blázquez, fue un reconocimiento de la ciudad a quien ya era considerado como el músico español, entonces contemporáneo, más influyente de todos los tiempos. A tenor de lo sucedido en años posteriores desde Cádiz respecto a la figura de Falla, dejando a un lado el también solemne recibimiento de su féretro y su entierro en la cripta de la catedral, la capital gaditana no debería más que sonrojarse ante el considerable olvido que padece su hijo más universal. Cádiz estuvo muy presente en la obra del músico, pero Falla no vive en Cádiz más allá de un puñado de placas, algún busto, un teatro, un conservatorio... Todo está bien, todo suma, pero alrededor de una figura como la del compositor todo lo que hay se antoja insuficiente, cuantitativa y cualitativamente, para corresponder al auténtico calado de su obra musical y al potencial de su figura. Es como si Salzburgo, por ejemplo, le hubiera dado la espalda a Mozart.
José Ramón Ripoll, poeta y musicólogo, ha comisariado varias exposiciones sobre Manuel de Falla, incluida la que estos días, al amparo del Festival de Música Española, se muestra en la última planta de la Casa Pinillos y que, precisamente, ayuda a comprender que las raíces gaditanas de Falla no se limitaron a su nacimiento y años de juventud, sino que se extendieron por su obra y por muchos momentos de su vida, por mucho que Falla fuera también hijo de otras ciudades como Madrid, París y, sobre todo, Granada.
Y Ripoll, voz autorizada, lo tiene claro: “Lamentablemente Cádiz ha hecho muy poco por la difusión del legado de Manuel de Falla, indiscutiblemente el artista con mayor proyección internacional de todos los que han nacido y vivido en nuestra provincia. Aparte de nombrarlo Hijo Predilecto de la ciudad y de haber dado su nombre a varios proyectos, edificios, colegios públicos, teatros, festivales de música, fallidas orquestas, cátedras y a nuestro conservatorio de música, no ha habido un consenso entre las diversas administraciones gaditanas para promover su obra y continuar su importante legado de regeneración musical de la cultura y de la sociedad”.
El poeta gaditano, además, arroja luz a la llegada a Cádiz de los restos mortales del músico, un entierro en principio no previsto porque la primera intención fue enterrarlo en Argentina: “El régimen de Franco estaba interesado solamente en atribuirse a un intelectual que, por una u otra causa, se había ido de España al finalizar la guerra civil y no regresó en vida, y por eso le organizó unos funerales casi de Estado, trasladando sus restos desde la Argentina a la catedral de Cádiz, sin la expresa voluntad del difunto. Después de eso, se organizaron algunos conciertos puntuales para conmemorar aniversarios. Con la llegada de la democracia, todos creíamos que la vida cultural gaditana iba a dar un cambio radical, expandiéndose hacia el mundo y recuperando un poco su tradición universal, pero salvo excepciones, se ha escogido el camino contrario: localismos, autocomplacencia y endogamia”.
Tiene claro Ripoll que el potencial existe, que Cádiz puede capitanear lo que hoy vendría a llamarse la ‘marca Falla’, pero cuestiona el capítulo de las voluntades y achaca a esa desidia gaditana la eterna confusión sobre la cuna del músico: “Cádiz, que ha sido una de las capitales de la música europea, se ha convertido en la ciudad de la música gaditana, pero sin Falla, que por lo visto es demasiado extranjero. Y luego nos quejamos cuando alguien dice que Falla era de Granada: allí tiene una Casa-Museo y el valiosísimo Archivo. Aquí no hay nada de eso. Si estuviéramos en Francia, la casa natal de la plaza de Mina estaría convertida en un museo. O la de la calle Ancha, donde pasó la mayor parte de sus años gaditanos y que ahora está en venta para hacer apartamentos”.
Recuerda Ripoll el intento, hace años, de crear a través de la Diputación Provincial una biblioteca sobre Manuel de Falla, una iniciativa de Rafael Román, entonces presidente, que llegó a contar con un acuerdo con la sobrina del músico, Isabel de Falla, pero que quedó aparcada y olvidada cuando Román dejó el gobierno provincial. Y destaca el poeta gaditano que desde Granada el clima de colaboración ha sido, es y será permanente: “La voluntad del Archivo Manuel de Falla y de su responsable, Elena García de Paredes, es que Cádiz cuente con este espacio que, en principio, creíamos, tanto ella como yo, que estaba más o menos resuelto para echar a andar con la exposición ‘Cádiz en Falla: una vida Atlántica’, en la Casa Pinillos del Museo de Cádiz, pero problemas burocráticos impiden comenzar la andadura de cara a la continuidad. Sin embargo, esperemos que todo tenga una solución rápida y consensuada por parte de las diversas administraciones. La Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz, de la que soy miembro, está implicada en esta propuesta y confío que, entre todos, podamos hacer realidad estos objetivos”.
No parece que iniciativas particulares, aunque estén respaldadas por potentes entidades, sean capaces por sí solas de sacar adelante proyectos de envergadura para corregir la enorme deuda que Cádiz tiene con Falla, que si se considerara como un símil bancario tendría tal débito en el capítulo de intereses que serían necesarias décadas para enjugar el déficit. El futuro en torno a Falla en Cádiz, antes o después, debe partir de la suma de voluntades y de la imprescindible aportación de la administración pública.
“Al ser Falla una figura universal –explica José Ramón Ripoll–, por encima de gustos, intereses, épocas y generaciones, creo personalmente que todas las administraciones deben implicarse en esta justa empresa sin ningún tipo de remilgos ni celos competenciales. Que el espíritu integrador de Falla sirva como ejemplo y agrupe desde el Ministerio de Cultura hasta el Ayuntamiento de Cádiz, con la Junta de Andalucía, la Consejería de Cultura, la Diputación y el Museo, para conseguir poner en marcha de una vez esta justa reivindicación, no solo como justa memoria del compositor en su tierra, sino como merecida empresa cultural para los gaditanos. Empresa a la que habría que sumar el empeño de otras instituciones culturales de Cádiz y provincia”.
Y no se puede negar que el horizonte se presenta despejado, porque al fondo de un hipotético paisaje oceánico, tan atlántico como se sentía Falla, se atisba una fecha ideal: el 150 aniversario del nacimiento del músico. Asumido por la fuerza de los hechos que el día de hoy, el del 75 aniversario de su muerte, pasará por Cádiz como un domingo más, pues nada hay previsto y hasta la exposición de Pinillos cierra..., habrá que fiar el pago de la deuda, con sus citados intereses, a ese 23 de noviembre de 2026.
Cinco años hay, que no son pocos, para activar la maquinaria que, de una vez por todas, haga justicia al gaditanismo de Falla por encima de intereses absurdos. Ripoll, que lo vive como propio, lanza su particular listado de propuestas: “Bastaría con que las administraciones se pusieran de acuerdo y mantuvieran la intención de trabajar por la cultura y la música alrededor de la figura de Manuel de Falla, al margen de la foto y el postureo: una intención abarcadora, transversal y que olvidara los protagonismos personales de cada uno de los agentes en pro de la ciudadanía. Como medida rápida, el mantenimiento de un espacio abierto diariamente a los visitantes, tanto turistas como vecinos de la ciudad, donde pudieran contemplar por medio de fotografías, documentación, cuadros y otros objetos, la presencia de Falla en Cádiz y viceversa. Diseñar una ruta ciudadana por los lugares, edificios, casas, escuelas, locales que Falla frecuentó en sus años gaditanos, con pequeñas leyendas que expliquen en pocas líneas su importancia en la vida del compositor. Conferencias, tertulias, conciertos, audiciones comentadas, tanto de las obras más conocidas como de las que permanecen en segundo plano. Y como sueño: la compra de la casa de la calle Ancha y su rehabilitación como museo, centro de interpretación y sala de conciertos. Pero esto es un sueño personal mío”.
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