“Un donante puede salvar la vida de ocho personas y mejorar la calidad de vida de cien”
Mikel Celaya | Jefe de la UCI y coordinador de trasplantes del hospital Puerta del Mar de Cádiz
El responsable de la coordinación de donaciones y trasplantes en el hospital de la capital gaditana, el doctor Mikel Celaya, aboga por que las personas decidan en vida si quieren o no ser donantes de órganos tras su fallecimiento
Donaciones y trasplantes durante la pandemia
Récord histórico de trasplantes renales en el Puerta del Mar
Mikel Celaya (San Sebastián, 1979) llegó por primera vez a Cádiz en el año 2005, una llegada que coincidió con el ascenso del Cádiz a Primera División: “Me sorprendieron los festejos en la calle con la gente en la Avenida y el paso de los jugadores”. Tras estancias en los hospitales de Puerto Real y Ceuta , decide regresar a Cádiz y establecer aquí su vida hasta el punto de que sus dos hijas son gaditanas. Actual jefe de la UCI y coordinador de trasplantes en el Puerta del Mar, admite que nadie durante su estancia en Cádiz le ha cantado el cuplé de las ‘Las momias’ sobre las donaciones de órganos: “Me imagino el final...”, dice cuando se le recita la copla. Anécdota al margen, el doctor Celaya analiza en esta entrevista su trayectoria y el complejo mundo de la donación de órganos y su capacidad para salvar vidas gracias a los trasplantes.
–¿Cómo acabó en Cádiz en 2005 de médico residente?
–Pues lo elegí. Tenía diferentes opciones, pero me decidí por Cádiz.
–¿Tenía alguna vinculación con la ciudad?
–Ninguna. Sólo unos amigos de la familia que son de Cádiz, profesores que vivían en San Sebastián, y había escuchado muchas veces hablar de Cádiz. Uno está entonces en ese momento vital en el que tiene que optar por una vía, y así fue.
–Y decide quedarse.
–Conocí a la que hoy es mi pareja y nos quedamos. Cuando acabé la residencia, me fui al hospital de Puerto Real y ella se marchó a Ceuta. Después me marché yo y al tiempo volvimos a Cádiz entre 2015 y 2016.
–¿Cómo son las sensaciones después de llevar ya varios años afincado en Cádiz?
–Bien, es una ciudad muy cómoda, muy acogedora en todos los sentidos y, luego, con un hospital que en mi opinión tiene un potencial increíble. Quizás necesita un poquito más de apoyo institucional, un poquito más de empuje porque realmente tiene mucho potencial. En toda administración pública es importante que todos empujemos hacia adelante, y que busquemos la forma de que el dinero que haya se use de la manera más eficiente posible sin olvidar que al final estamos para atender a los pacientes.
–La vocación médica, vista desde fuera, tiene una parte de admiración y otra, imagino, de tremenda responsabilidad si se vive desde dentro.
–Claro, es una responsabilidad porque tienes delante la vida de una persona; y no sólo la vida, sino la calidad de vida de las personas, que también es muy importante. Uno tiene que ser muy consciente de que no tenemos un trabajo rutinario donde hay que esforzarse pero no es necesario ampliar conocimientos. A nosotros se nos demanda una actualización permanente en conocimientos, en habilidades técnicas y en tomar decisiones a veces en tiempo real que implican una responsabilidad. Hay que tener en cuenta que todos somos humanos y que nos afecta a lo que nos enfrentamos. No gusta tener delante a alguien que está sufriendo o a un enfermo por el que no podemos hacer mucho más.
–¿Hubo médicos en su familia?
–No, no (ríe). El primer médico de la familia.
–¿Cómo le fue llevando su actividad médica a la coordinación de los trasplantes?
–Yo soy intensivista, y la UCI está muy relacionada con los trasplantes. Es la unidad que más donantes potenciales tiene: pacientes críticos, con daño cerebral, que es el grueso de los pacientes que pueden ser donantes.
–Fue intensivista antes que coordinador de trasplantes.
–Efectivamente. De hecho, el 99% de los coordinadores en los hospitales son intensivistas. Ser coordinador implica detectar esos pacientes que pueden ser potenciales donantes, hacer una evaluación de si realmente pueden serlo, que no tengan ninguna contraindicación. Teniendo en cuenta que vamos a trasplantar a un paciente y tiene que ser con la máxima seguridad, no podemos someter a un riesgo a una persona por un trasplante. Y luego hay que hacer un mantenimiento de ese potencial donante para que esté en las mejores condiciones para hacer la donación.
–Es un equilibrio complejo.
–El perfil del donante ha ido cambiando, las necesidades de órganos han ido aumentando y hemos buscado fórmulas para que todas aquellas personas que quieran ser donantes puedan serlo. Hay pacientes con un daño cerebral catastrófico para los que no hay solución y que no desarrollan una muerte cerebral. Pero si querían ser donantes cuando eran conscientes, en vida, y sus familiares también quieren, pueden ser donantes y se hace una adecuación del esfuerzo terapéutico. Es algo que también es importante en las UCI: uno tiene que hacer todo lo que puede por el paciente siempre y cuando sea lo correcto. Estamos hablando de personas que tienen derecho, sobre todo cuando no pueden defenderse porque están inconscientes, a que se vele por su integridad y por su bienestar. Entendido como que no vamos a seguir haciéndole cosas si no va a servir para nada y se está prolongando una agonía para esa persona.
–Potencialmente es un donante.
–Claro, si no tiene ninguna contraindicación para serlo. Y esa adecuación del esfuerzo terapéutico, esas medidas de soporte que se han establecido para intentar salvarle la vida, cuando hemos visto que no se puede salvar, lo que se hace es retirarlas, y eso permite que hecho de forma controlada y en un quirófano se puedan donar los órganos.
–Que tienen que ser mantenidos.
–Se hace mediante la máquina de perfusión normotérmica. Es la donación en asistolia controlada. Cuando el corazón se para, esperamos el tiempo que la ley marca para certificar el fallecimiento y esa máquina se pone a circular. Solamente por la cavidad abdominal para darle una reperfusión a los órganos; está un rato funcionando para que vuelvan a la situación previa a la del fallecimiento.
–El trasplante ha sufrido una evolución muy grande. De hecho, podríamos decir que los trasplante han sufrido históricamente dos rechazos: el corporal y el social. En los dos parece que se ha ido evolucionando: médicamente ha descendido la tasa de rechazo del órgano y socialmente es un asunto más normalizado. La gente está mas concienciada. Esa es la impresión.
–Sí, de hecho la donación ha sido siempre la gran desconocida. Nosotros podemos sentarnos en una cafetería y a lo mejor, si tenemos mucha confianza, nos contamos que nos henos hecho el seguro de decesos, y lo vemos como normal. O en un encuentro familiar. ¿Pero cuántas personas se sientan en una mesa y expresan su intención de donar los órganos si tienen un accidente grave? Eso es lo que buscamos, porque hay fórmulas de reflejar en vida la voluntad de ser donante, como el registro vital anticipado. Porque al final, nos sentamos con familias que acaban de perder a un ser querido y a las que se les ofrecemos ese derecho, esa posibilidad de salvar otras vidas tras la muerte de su ser querido. Es fácil imaginar lo que por esas cabezas está pasando en ese momento. Y ahí, en poco tiempo, tienen que tomar una decisión.
–La psicología debe jugar un papel importante.
–Muy importante. Y no sólo en ese momento, también antes. Cuando un médico sabe que algo va a pasar, no puede esperar al último momento para preparar a la familia; en la donación y en todas las patologías.
–Y ahí no hay una conversación más allá de un sí o un no. Quiero decir que si la respuesta es negativa, ahí se para todo.
–Depende. Porque entendemos que es un momento de confusión máxima y que la mayoría de las veces el ser querido no ha expresado su voluntad. Hay veces que se dice sí o no porque lo había dejado dicho en vida. Y este sí o este no son inamovibles. Si una persona ha dicho en vida que no quería, yo no insisto ni diez segundos. Pero hay veces en que no saben, y entonces intentamos hacerle la transición más fácil hacia ambos lados, que piensen qué es lo que le habría gustado.
–La idea sería que es una muerte que genera vida.
–Claro, en realidad es eso. Es transformar la muerte en vidas. Un donante puede salvar la vida de ocho personas, pero puede mejorar la calidad de vida de hasta cien personas con la donación de tejidos, por ejemplo. La persona que está ciega y vuelve a ver tras un trasplante de córnea... O la persona que necesita una válvula cardiaca.
–Porque médicamente los trasplantes han mejorado muchísimo.
–Cuando empezamos el programa en el hospital, en torno a los años 80, había donantes muy jóvenes que procedían de accidentes de tráfico, y eso no llegaba a cubrir todas las necesidades de trasplantes. Cuando fue bajando la mortalidad en los accidentes de tráfico, disminuyeron los donantes de ese perfil. Pero la sociedad va cambiando, tanto mentalmente como en otros aspectos: la esperanza de vida se prolonga, el cateterismo urgente ha reducido mucho la muerte por infarto cardiaco, hay más ictus... Y la técnica ha avanzado mucho: la perfusión regional normotérmica ha posibilitado que el paciente que fallece por parada cardiaca pueda ser donante, y antes no podía.
–¿Y la donación en vida?
–Está limitada al riñón y a una fracción de hígado, y además está muy regulada porque el tráfico de órganos no puede pasar. Hay todo un proceso de valoraciones psicológicas y judiciales porque esto no puede ser nunca fruto de un comercio o de intereses. Habitualmente son donaciones renales, y el Puerta del Mar es el único hospital de Andalucía que hace el trasplante renal robótico, con el robot Da Vinci.
–Se intuye que la coordinación entre la donación y los trasplantes debe ser perfecta.
–Mucha coordinación. El modelo español nos ha llevado a ser líderes mundiales por dos razones: una por la generosidad y la solidaridad de la población y por la forma en que se ha organizado en España la red de coordinación, con la integración que hay entre las diferentes comunidades autónomas.
–Aquí no hay fisuras.
–No las hay y todos trabajamos igual. Sólo hay una forma de trabajar, aunque cada hospital conforma sus equipos y su organización.
–¿El tiempo sigue siendo oro en un trasplante?
–Sí, y lo seguirá siendo.
–No ha aumentado el margen entre la donación y el trasplante.
–No. Cuando se hace la cirugía de donación, los órganos tienen que ponerse cuanto antes; y por eso se organiza toda la logística. Es un sistema en red que permite que todo el mundo tenga la misma posibilidad de ser trasplantado. Un ejemplo: imaginemos que tenemos un donante que dona todos sus órganos, y puede ser que su corazón se priorice para una persona que está en Compostela, los pulmones en Valencia, un riñón para Córdoba o un hígado para alguien de Madrid... Pues cada equipo responsable de esos receptores viene hasta Cádiz, se meten todos en el mismo quirófano, cada uno hace la extracción del órgano que va a trasplantar y se lo lleva. Así funciona. Se organiza la hora de inicio de la cirugía para que todos los vuelos, privados, puedan venir. Es algo que merece la pena ver. Además, antes se ha hecho una valoración exhaustiva de cada órgano, pero después se vuelve a hacer por parte de cada cirujano para detectar alguna posible lesión o alteración anatómica no visible por imagen. Aunque hayamos descartado patologías transmisibles al receptor, el cirujano lo vuelve a valorar in situ, y ante cualquier duda se descarta el órgano.
–¿Quién tiene la satisfacción de llamar al paciente que espera la donación?
–Eso es cada equipo. Nosotros no participamos de eso, pero debe ser una satisfacción. Es el objetivo y el fin de ese periplo que pueda llevar ese paciente conectado, por ejemplo, a una máquina. Ya empieza otra vida. Los trasplantados suelen decir que tienen dos cumpleaños: el del nacimiento y la fecha del trasplante.
–¿Es posible que la familia de un donante sepa quién ha recibido cada órgano?
–No. Nosotros sí lo sabemos.
–Pero no se da información.
–Jamás, está prohibido por ley. No se puede saber. Pero está totalmente registrado cada paso del proceso, cada prueba que se hace está registrada en un sistema centralizado. Todos los datos se vuelcan a la Organización de Nacional de Trasplantes. Todos los hospitales almacenan muestras de sangre tanto de los donantes como de los receptores durante años, para cualquier problema que pueda surgir en el futuro.
–Todo lo que relata tendrá unos criterios. Si un corazón va de Cádiz hasta Compostela, es que allí está el receptor que más lo necesita de España.
–Está la persona compatible que con mayor urgencia lo necesita. Eso está en la Organización Nacional de Trasplantes, que es quien centraliza toda esa información y gestiona esas listas de espera llamando a los hospitales correspondientes para saber si el receptor elegido está en esos momentos en condiciones de ser trasplantado.
–¿Son buenos los datos de donaciones?
–Cádiz, durante 2023, ha tenido el récord absoluto de donaciones y de trasplantes. Hicimos en el Puerta del Mar 110 trasplantes renales. Y en el conjunto de la provincia tuvimos 67 donantes de órganos. Son los mejores datos que hemos tenido nunca. Es la tasa de trasplantes más alta de toda Andalucía y de las más altas de España.
–Destacamos en algo.
–Destacamos en muchas cosas, y podríamos destacar en más; todo empieza por creérnoslo. Tenemos que creernos que podemos estar al nivel de los mejores porque lo estamos.
–¿Lo ideal sería hacerse donante?
–Claro. Si hacemos un registro vital anticipado y dejamos claro que queremos ser donantes o que no queremos serlo, que no juzgo la decisión libre de la persona, se facilita mucho el papel a la familia porque no tiene que decidir. No tendrían entre ellos ningún cruce de sensaciones.
–Si hablamos del futuro de los trasplantes, ¿la inteligencia artificial tiene algo que decir?
–(Ríe). Eso esto ciencia ficción. No sé qué va a pasar. Y seguramente mañana vamos a seguir haciendo lo mismo: y es que la generosidad de una persona le va a salvar la vida a otras. Aunque ojalá la inteligencia artificial nos permita avanzar más rápido, encontrar nuevos tratamientos más eficaces.
–Y si todo este asunto de la coordinación de trasplantes funciona tan bien, por qué el resto de la sanidad no se organiza igual.
–Yo sé que en los trasplantes trabajamos todos igual, trabajamos todos en equipo, no hay diferencias de pensamientos, de ideologías, de comunidad autónoma... No hay discrepancias porque trabajamos todos igual. El objetivo es trasplantar a las personas que lo necesitan y que ninguna persona se muera esperando un órgano. Es el objetivo de todos los equipos de España, todos hablamos el mismo idioma, nos comunicamos los datos... Y funciona.
–Entiendo también que los medios humanos y materiales son los adecuados.
–Sí, son los adecuados. Siempre podemos ser más. En todo. Soy jefe de la UCI y me encantaría tener más médicos y más enfermeros, pero tengo los que tengo y son buenísimos, y con lo que tengo intentamos hacer el máximo posible. Tenemos que ser conscientes de los recursos que tenemos y aprovecharlos lo mejor posible.
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