El pozo de la plaza de Candelaria
Tribuna de opinión
El descubrimiento del brocal de un aljibe del antiguo convento de la plaza gaditana rescata la historia popular del niño que cayó al pozo y cuyo relato dio nombre al convento
Aparecen restos del antiguo convento de Candelaria
¿Cómo era el convento de Candelaria de Cádiz?
La reciente obra que se ha iniciado en la plaza de Candelaria, desmontando el suelo de dos de las cuatro naves de la misma, ha dejado al descubierto algunos restos del antiguo convento de Candelaria que estuvo en este lugar y que fue demolido hace ahora 150 años, en tiempos de Fermín Salvochea, que alegó para ello que el edificio estaba en mal estado.
Entre estos restos ha aparecido, justo en la confluencia de la plaza con la calle Sacramento, el brocal del aljibe que servía de acopio de agua en aquel tiempo. Seguramente hay en este espacio grande de Cádiz otros aljibes, porque el convento también tenía su huerta y era necesario tener recogida toda el agua que pudiera ser.
Aprovechando el descubrimiento del pozo, quiero ya recordar lo que sobre este convento nos han ido contando y cómo este sitio guarda una estrecha relación con una las partes de la corona de Coronación de la Virgen del Rosario, Patrona de Cádiz.
Desde ahora quiero advertir, por si hubiera en ello algún error, que todo lo que voy a contar es de memoria, sin contrastarlo con ningún documento ni con historia alguna.
Nos dicen que en uno de los pozos de esta casa, cayó un día el niño del hortelano de la misma, siendo sacado del pozo por su padre y quienes le ayudaron, totalmente ileso y sin mojarse ni un solo pedazo de la ropa que llevaba puesta.
Cuando le preguntaron el por qué de aquello, el niño contestó que una señora que había en el pozo le había sostenido hasta que lo rescataron. Entonces bajaron a buscar a esa señora y lo que encontraron fue la imagen de la Virgen de Candelaria, que allí estaba y que fue fácil de reconocer porque tenía en sus manos las dos tórtolas que se entregaron al rescatar al Niño Jesús cuando su Presentación en el Templo.
A raíz de esto al convento se le puso el nombre de la Virgen y el pozo -que bien puede ser este que se ha localizado ahora o el que se encuentre tapado aún en esta plaza- se convirtió en un lugar de peregrinación para recoger el agua, que se creyó milagrosa por haber acogido a la Virgen. La imagen de la Virgen, que se colocó en el templo conventual, adquirió tal devoción que a Ella se la dotó de una corona nueva de oro, hasta que el convento fue derribado.
La imagen de la Virgen quedó en Cádiz, encontrándose ahora en el oratorio particular del señor obispo. Y la corona de oro que tenía quedó en manos de las hermanas agustinas, que se la llevaron con ellas a Medina, en donde estaría hasta el año 1947.
Ahora es cuando viene el dato curioso de esta curiosa historia: José María Pemán y Fray Manuel Crespo, que tanto trabajaron por la coronación canónica de la Virgen del Rosario, cuando tuvieron que empezar las gestiones para hacerle a la Patrona su corona de Coronación, cayeron en la cuenta de este canasto, y lo compraron, añadiéndole las estrellas que forman los dos arcos a su alrededor y el portaviático, que decimos que era del obispo Tomás Gutiérrez, con el que se remata la corona. El canasto y todo lo demás se enriqueció sobremanera con las joyas aportadas por los gaditanos; y de ellos es también, esta completa, la corona del Niño Jesús y todo lo que de pedrería contiene.
La historia no puede ser más bonita, porque la vinculación de los niños de Cádiz con sus varas de nardos y su cariño a la Virgen del Rosario nos dicen también que brotó casi espontáneamente en aquel año de la Coronación. Su corona fue el testimonio y la ofrenda de la ciudad porque la Virgen salvó a aquel niño y sigue siendo Madre de todos los gaditanos chicos que en esos días de octubre se acercan a Ella. Y el pozo encontrado, que es boca de uno de los aljibes de esa casa, derruida por las ideas de entonces, sigue siendo hoy testimonio de ello.
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