Cazadores de monstruos
Sucesos
Pedófilos y pederastas han encontrado en las redes sociales de los menores un resquicio por el que entrar en sus vidas para destruirlas
Para evitarlo están agentes de unidades especiales de la Guardia Civil
Cádiz/El mundo está lleno de monstruos. Algunos llevan traje y corbata, otros llegan a la elite del deporte, como el futbolista alemán Metzelder, internacional con su país antes de que un tribunal lo condenara a diez meses de libertad condicional por almacenar contenido pedófilo. Los hay que tienen 18 años y los hay de 80. Con un alto nivel sociocultural y personas sin apenas recursos. No existe un perfil tipo por más que los investigadores exploren sus aristas. Lo único que tienen en común es que todos esconden una fea cara oculta: son ejemplares ciudadanos de día y pedófilos de noche. Monstruos capaces de compartir imágenes de violaciones a menores, adictos a un sexo atroz donde los niños son utilizados como objetos de tortura y sometidos a aberraciones incomprensibles para mentes sanas.
Pero donde hay monstruos también hay cazadores que los persiguen. Es el caso de la Unidad de Delitos Tecnológicos y del Grupo de Personas de la Policía Judicial de la Guardia Civil. Esta semana Diario de Cádiz pasó una mañana con dos de sus miembros más veteranos, Jorge y Antonio, comprobando cómo trabajan y prestando oídos a las terribles historias que cuentan sobre los pedófilos y, más peligrosos aún, sobre los pederastas, los que no se conforman con compartir y atesorar imágenes sino que van un paso más allá. Estos pretenden abusar sexualmente de los menores en encuentros furtivos tras una larga estrategia de acoso psicológico y amenazas que, en ocasiones, llega a provocar incluso el intento de suicidio de sus acorraladas víctimas.
Para entender a qué se enfrentan los agentes de la Benemérita basta con apuntar un dato: en alguna operación los agentes han intervenido a un sólo pedófilo hasta 80 discos duros con vídeos y fotos de abusos de menores, desde bebés hasta adolescentes. “Es imposible ver todo eso en una vida”, dice Antonio. “Son coleccionistas, es una adicción”.
Para intentar localizar a estos monstruos los cuerpos de seguridad del Estado cuentan con una eficaz herramienta, un programa denominado Quijote, que realiza un barrido y localiza si alguien tiene ese tipo de archivos en sus equipos. Detecta la IP y ya se inician las averiguaciones pertinentes sobre los dispositivos informáticos.
Antonio lo explica más en profundidad. “Es un metabuscador que detecta archivos pedófilos que se comparten en redes P2P, aunque cada vez se utiliza menos este sistema porque los pedófilos, tras realizarse múltiples operaciones policiales contra ellos, tienden a refugiarse en grupos más cerrados, grupos a los que se entra por invitación y que son más difíciles de investigar. Lo primero que te piden como prueba es mandar material nuevo que no esté en la red. Es normalmente la forma de entrar en esas redes pedófilas cada vez más encapsuladas”, dice.
A partir de ahí ya se investiga de otra forma. “Normalmente contamos con colaboración internacional. Esos servidores están situados en otros países. Desde allí los detectan y es cuando, a través de esas colaboraciones, podemos ir tirando del hilo”.
Pero los menores tienen al enemigo en casa. Son nativos digitales, su mundo está en internet, en sus redes sociales, abiertas en la mayoría de los casos para contar con más seguidores, con miles de amigos, como si no fuera difícil poder contar a los buenos con los dedos de una mano. “Instagram es un claro ejemplo”, reconocen los agentes. “Pedófilos y pederastas contactan con menores por ahí. Es un trabajo de ingeniería social. El acosador busca conseguir ganarse la confianza del chaval, o la chavala, que le mande una foto, una imagen comprometida, o que le cuente algún secretillo importante para el menor. Una vez que eso ocurre ya lo tiene coaccionado y empieza a presionarlo para que le mande material cada vez más fuerte. O incluso conseguir captar a más gente”.
Cuentan los agentes que han visto casos en los que un pederasta se ha hecho pasar por una joven y creado un perfil falso en una red social para hacerse amiga de una chica. Tras ganarse su confianza y saber todo de ella se ha creado otro y desde ese último la ha amenazado diciéndole “si no me mandas una foto voy a secuestrar a tu hermana pequeña, que se llama así, que va a tal colegio, que tiene estas aficiones... Una vez que envías la primera foto comprometida comienza la tortura”.
La próxima pregunta surge sola: ¿El fin es mantener relaciones sexuales con los menores? “En unos casos sí y en otros no. El pedófilo se satisface únicamente con las imágenes. Ya luego el que busca un paso más es el pederasta, que es el más peligroso además”.
Porque la primera amenaza es “voy a difundir estas imágenes por todas tus redes sociales. Eso, a cualquier chaval de 13 o 14 años lo hunde. Es que no sabe como responder. La mayoría ¿qué hace?, pues mandar más imágenes”.
Dice Antonio que cuando analizan los dispositivos que intervienen “podemos observar cómo el crío le pide por favor que pare, que lo deje, se encuentra agobiado, hasta que en una de estas consigue comunicárselo a un profesor, a una amiga que se lo cuenta a su hermana mayor, o simplemente su madre lo detecta en el móvil, que normalmente es el medio que más se da y el que nos permite poner fin a ese asedio dramático”.
Reconoce la Guardia Civil que el 99,9% de estos monstruos son hombres. “Mujeres apenas. De los casos que yo he conocido —dice Antonio—, sólo me he encontrado con una mujer, y siempre tuve la sensación de que se echó la culpa para proteger a su hijo. Decía que el material era suyo”.
Para los investigadores de la Guardia Civil no es fácil tener que visionar imágenes durísimas. Les preguntamos cómo lo hacen para poder desempeñar su labor sin que les afecte personalmente. “Al final te embruteces un poco, porque de lo contrario es imposible. Todos tenemos hijos y es duro. Lo que pasa es que al final vas buscando detalles, la tipología del delito, intentar identificar que sea menor de 13 años, el tipo de imagen que es, si son actitudes especialmente gravosas, si son violaciones reales, si el menor está amarrado, pornografía dura, y después ver elementos en las imágenes que te permitan identificar a la víctima, porque al final una de las cosas importante de la investigación es precisamente esa”, comentan Antonio y Jorge.
Europol tiene una base de datos con todas las imágenes que Guardia Civil y Policía les van remitiendo y hay muchísimos menores identificados ya en numerosos países. “Es una de nuestras misiones. No sólo ver para completar el tipo penal y poder acusar a la persona de una tenencia o distribución de pornografía de menores sino identificar a la víctima. No te centras en mirar el plano sexual sino en los detalles. Cuando estás en tu puesto de trabajo y mirando esos vídeos hay que intentar conseguir las pistas que nos lleven hasta la víctima y el autor de los delitos”.
En cuanto a las víctimas, no hay estadísticas sobre si hay más chicos abusados o chicas. Sí las hay sobre edades, y eso que hasta los tres o cuatro años es muy difícil detectar que un menor haya sido abusado. La mayoría se da entre los 7 y los 14 años. “Son los que más pueden ponerlo al descubierto”, explica Jorge, “porque un bebé objeto de abuso o fotografiado en determinada postura como no lo denuncia una tercera persona no hay nada que hacer”.
Reconocen no obstante que la mayoría de las grabaciones provienen de países extranjeros. “Aquí en España hay pocos casos. Alguna vez hemos llevado casos de madres que han denunciado al padre por grabar imágenes del hijo. Recuerdo al menos dos casos de ese tipo”, dice Jorge.
En 2020 en la provincia de Cádiz se dieron 21 casos del delito tipificado como posesión de pornografía infantil. Dentro de la provincia hay una localidad recurrente cuando se hace un barrido con el programa Quijote: San Fernando. “No sé por qué, en las grandes operaciones de Quijote, que se hacían en un plazo a lo mejor de diez días, siempre caía gente en Cádiz. Siempre algún objetivo. Y muchos de ellos estaban en San Fernando”.
“Dentro de Europa —prosiguen— hay un montón de herramientas, y son relativamente bastante más rápidas. Pero los datos vuelan. España tiene una de las legislaciones de conservación de datos de las más restrictivas, de los países donde más tiempo tienen que conservar los datos. Ahora mismo se guardan un año, pero también está pendiente de cambiar la legislación para adaptarla a la norma europea y reducir ese plazo de 365 días, que es el tiempo que tenemos para investigar. Pasado eso no hay datos porque las compañías no tienen obligación de conservarlos. En otros países son tres meses los que tienen de plazo, alguno ni lo guarda. Pasa en EEUU con los plazos que te da Facebook, que van de tres a seis meses, dependiendo también del delito. La cantidad de peticiones diarias que les llegarán de todo el mundo será inmensa. Te preguntan qué estás investigando antes de darte los datos. Si les dices que es un acoso sexual a un menor suelen abrirte el plazo y darte más facilidades que si estás preguntando por una estafa. Algunos países no tienen la herramienta legal siquiera”, cuentan.
La Guardia Civil ha realizado relativamente hace poco tiempo dos operaciones que todavía están instruyéndose. Una de ellas, la denominada Promises, ya fue publicada con detalles por este periódico. En ella supuestos representantes de futbolistas iban a Sudamérica a captar a jóvenes jugadores. Les prometían que iban a triunfar en equipos como el Rayo Vallecano, que iban a tener gastos pagados, que iban a estar seis meses haciendo pruebas, pero cuando llegaban aquí la realidad era muy distinta. “Los iban ahogando poco a poco económicamente, les hacían pagar un alquiler, participar en la manutención, y no había dinero. Entonces le abrían la vía de ganarlo teniendo relaciones sexuales con otros hombres. El supuesto entrenador hacía las veces de Madame, concertaba los encuentros, los llevaba a localidades como Rota o El Puerto, a zonas de encuentros homosexuales”.
Dos de las víctimas salieron de la órbita de este sujeto y denunciaron. “Aparte de que Prado del Rey no es un pueblo demasiado pequeño pero todo lo que se salga de lo normal llama la atención, gente forastera que llevaba meses allí, empezó a levanar sospechas entre Asuntos Sociales, y entre esto y las denuncias activamos la operación”, recuerda Jorge.
La otra operación que se localizó en Arcos fue un hallazgo casual. Una madre que coge el teléfono del hijo porque se le había averiado el suyo. Mete su tarjeta para ir tirando unos días y empiezan a llegarle mensajes a su hijo de 13 años de un adulto dando a entender que ya se conocían, que se habían visto. El niño, tras horas intentando que contara algo, lo confesó. “Hay que entender a un chico que se ve delante de la Guardia Civil y de sus padres teniendo que admitir que había mantenido relaciones sexuales con un hombre y además una condición sexual que hasta entonces no era conocida en su familia”. “Fue algo durísimo para el chaval”, recuerdan. “Tuvimos que hacerle ver que podía haber otros menores en su situación y así pudimos sacarle una declaración, encontrar otra víctima y poder identificar al autor. Y ahí seguimos”.
Otra pregunta importante. ¿Dónde están los límites de la intimidad del menor? “Es complicado. ¿Quieres la versión legal o la versión padre?”, bromea Antonio. “Legalmente el niño tiene derecho a su intimidad. Otra cosa es que como padre tengas que estar pendiente. Creo que todos tenemos nuestros métodos”.
Un factor sobre el que alertan es que las niñas están más espabiladas en estos terrenos pantanosos habitados por monstruos. “Quizá por una cuestión incluso de machismo, por embarazos no deseados, por esto o lo otro, a las niñas se les ha explicado que tienen que tener mucho cuidado con quien van, cuidado a la hora de mantener relaciones sexuales, una visión un poco arcaica de lo que era la protección a las chicas, y eso con los chicos se ha quedado aparcado. Y verdaderamente ahora hay muchos casos de niños que sufren estos abusos”.
El problema es la violencia psíquica más que la física. Los agentes aclaran que estos abusadores no necesitan usar las amenazas físicas para lograr lo que quieren. “Los tienen cogidos de una forma que no tienes que amenazarlo físicamente si quiera. Voy a mandar esta foto a todos tus contactos de tus redes sociales. Incluso llegan a tener tal superioridad sobre los menores que les piden fotos sobre hermanos pequeños, y así consiguen otras víctimas auxiliares. Si ya has mandado fotos de tu hermano pequeño es que te tienen cogido por todos lados. ¿Cómo le explicas a tus padres que has hecho fotos a tu hermano para mandarla a un pedófilo?”.
Al preguntarle a los agentes qué hacer para escapar de una situación de acoso su respuesta es clara. “Que denuncien. Si no lo hacen y no hay un hallazgo casual, como el de esta madre que antes comentábamos, es imposible. Y no nos vale con denuncias anónimas, porque necesitamos saber quién es la víctima. Si no tienes la identificación de la red social para poder encontrar el perfil del malo es complicado. Esas relaciones además siempre se realizan por mensajería directa, en chats privados con los menores”.
También reconocen que, aunque no es algo habitual, se encuentran con casos en que los menores se prestan a tener relaciones con gente mayor voluntariamente. “Lo que pasa es que aunque sea voluntario, hablamos de un niño de 13 años teniendo sexo con un tipo de 42. Por mucho que se vaya a la cama voluntariamente con él, hay que tener en cuenta que ese chico aún no ha madurado. Aunque sí que hemos encontrado casos en que menores se dan de alta voluntariamente en aplicaciones de contactos homosexuales, como la denominada Grindr. También hay algunos menores que cobran voluntariamente por tener relaciones con adultos”.
Los agentes insisten en que “hay que concienciar a los menores que el poder lo tienen ellos, porque en cuanto se lo cuentan a alguien el problema se ha acabado”. Y si el problema se acaba, el monstruo desaparece.
La ‘Deep Web’, donde habitan los peores peligros
En ese bosque tenebroso que es la internet habitada por trolls, la Guardia Civil también tiene que luchar en un océano aún más desconocido que es la internet profunda, la conocida como Deep Web. “Eso un mundo aparte —dice Antonio—. Ahí se compra y se vende cualquier cosa, literalmente. Hay de todo. Desde sicarios hasta adolescentes. Es muy difícil de investigar. Localizar el servidor es difícil. El propio funcionamiento de la deep web es complicado. Ahí las url son unas series de letras y números y vas pasando de servidor a servidor hasta que llega la conexión que tú has hecho. Hay que dar varios saltos hasta llegar al objetivo que estás investigando”.
Los agentes nos cuentan que estos servidores están alojados normalmente en países muy pobres. “Si pones un servidor en un país del tercer mundo que bastantes problemas tiene ya como para dedicarse a mirarle algo a España por un tema de imágenes o de un delito económico, todavía nos lo ponen más duro. Si tienen tiempo y recursos te dicen que lo harán, pero es difícil que nos puedan ayudar”.
No obstante, la Guardia Civil intenta estar al día. “Es verdad que internet ha permitido que cada vez haya más ciberdelincuentes, pero no es menos cierto que nos ha permitido contar con unas herramientas de las que antes carecíamos”, relata Jorge, un agente experto que ha resuelto algunos casos muy mediáticos y detenido a homicidas que llevaban muchos años escondidos sin responder ante la justicia.
Los agentes coinciden no obstante en que una mala experiencia en la red “no puede ser castigado dejando al crío sin internet. Hay que educar. Porque no por tener un día un problema en la calle vas a dejar de salir de casa”.
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