Fernando Quiñones, la palabra hecha Cádiz

Literatura

Veinticinco años después de su muerte surge de nuevo la oportunidad de recordar su figura literaria y humana, pero también su desmesurado y a veces crítico amor por Cádiz, la ciudad que más presencia tiene en su obra

Quiñones, mucho que contar

Exposición en el Museo de Chiclana

F.Q.
F.Q. / Miguel Guillén

En los primeros años de la década de los años 90, a las puertas de una nueva edición del Festival Alcances (subtitulado por entonces como Muestra Cinematográfica del Atlántico), Fernando Quiñones visitó las añejas instalaciones de Diario de Cádiz en la calle Ceballos y aprovechó su estancia, como siempre hacía, para saludar a la redacción. Y allí mismo, sobre la marcha, se le pidieron algunas líneas sobre el Alcances que él mismo había fundado en 1968 para que fueran publicadas en la edición del día siguiente. Quiñones recogió el guante y también sobre la marcha dictó en voz alta un artículo que un periodista tecleó mientras el escritor vigilaba el texto y corregía expresiones, ideas y giros lingüísticos. Apenas tardó unos minutos en confeccionar un breve y certero artículo que salió de su prodigiosa memoria pero, también, de su amplio corazón gaditano.

Porque Quiñones jamás renunció a Cádiz: ni en su vida, ni en su forma de expresarse, ni en su visión social y política de la realidad y, ni muchos menos, en su literatura, construida a partir de sus raíces chiclaneras, gaditanas, andaluzas y universales pero donde Cádiz sobresalía dominando las palabras que con singular maestría hilaba en unos textos donde el lenguaje culto y el popular, que tantos críticos divorcian, casaban en una duradera alianza que se encuentra en la misma base de su brillante estilo literario.

Hace ya 25 años, hoy mismo 17 de noviembre, que Fernando marchó. No vale ya lamentarse diciendo que lo hizo demasiado pronto, quizás con aún mucho que contar, pero sí queda la esperanza de aprovechar la fecha para recordar de nuevo su ancha producción literaria, revivir sus mejores anécdotas y, sobre todo, para resucitar una genuina y gaditanísima forma de ser alejada de tópicos y chovinismos, que Fernando superaba con una envidiable conciencia crítica que incluía también a la ciudad de sus amores y desvelos.

Fernando Quiñones fue ante todo escritor. Un hacedor de historias y de personajes que tocó todos los palos literarios bordando la maestría en los cuentos y relatos cortos y encumbrándose en la historia de la literatura del siglo XX con sus dos obras finalistas del Premio Planeta: ‘La mil noches de Hortensia Romero’, resultado de ensanchar un relato breve, y ‘La canción del pirata’, la deslumbrante recuperación del pícaro español de centurias pasadas en una historia espléndida que nace y muere en Cádiz pero que transita, como el mismo Quiñones en vida, por otros territorios del mundo en un alarde de universalidad.

Y evidentemente Quiñones escribió mucho más. En el año 2018, a los veinte años de su muerte, la Universidad de Cádiz celebró un congreso con el objetivo de agitar la bandera literaria del autor chiclanero y de vestir de academicismo el análisis y estudio crítico de su obra. Aquel congreso tuvo algún fruto, como el libro ‘Si yo les contara...’ en el que una veintena de autores trataba de profundizar en sus obras. Fue un volumen editado por los profesores universitarios José Jurado, Alberto Romero y Nieves Vázquez.

Coincidió la presentación de aquel libro con la inauguración del llamado Espacio Quiñones en el caletero Baluarte del Orejón, edificio recuperado gracias a la pujante Asociación de Amigos de Fernando Quiñones que desde su creación no ha cejado en su empeño de rescatar la memoria del escritor, toda vez que la fundación que lleva su nombre no ha terminado de cuajar a la espera de que llegue la refundación que consolide la institución.

Además de su amplia programación literaria y artística, la asociación mantiene viva la figura de Quiñones con sus rutas anuales, una forma espléndida de pasear por Cádiz a través de aquellos lugares que significaron tanto para el escritor y que después plasmó en sus mil historias. Una asociación, además, que ofrece en el propio Baluarte del Orejón, con la tremenda foto de Kiki del Quiñones más caletero, un acercamiento a su obra y su pensamiento en una sencilla pero completa exposición permanente.

Un espacio situado frente a su escultura y frente al paseo que lleva su nombre pero que también se asoma a su veraniega Caleta, lugar que adoraba lejos de los tópicos carnavaleros y al que, también, se empeñaba en cuidar retirando con sus propias manos cualquier objeto que ensuciara el entorno. Resultaría curioso adivinar la reacción del caletero Quiñones si pudiera contemplar ahora los aplausos que la puesta de sol se lleva cada verano de los turistas agolpados en la balaustrada de la playa. O mejor no pensarlo...

Mejor pensar en el Quiñones gaditano y universal, en el andaluz y americanista, en el flamencólogo jondo que fue, en el impulsor de un Alcances multidisciplinar y valiente en plena dictadura, en el amante de la gastronomía gaditana con la popular caballa en la cúspide de sus manjares y en el gaditano crítico con aquello que frenaba a Cádiz y su Bahía, aunque a veces tuviera que pasar por impopular.

Y mejor que todo, recordar las palabras de su viuda, la también artista Nadia Consolani, en un artículo que escribió para este periódico en el año 2008: “No puede caer en el olvido un hijo tan prolífico de Andalucía. Fernando fue libre, en su vida, en su literatura tan personal. Su ideología progresista no le impidió huir de cualquier tipo de maniqueísmo”.

El 25 aniversario de su muerte es otra oportunidad, una más, para rescatar a Quiñones del amenazante olvido, para rescatar su obra, su vida y también su pragmática y peculiar filosofía que alimentaba en cualquier esquina de una calle de Cádiz, la ciudad que se hizo verbo gracias a sus historias.

Una jornada sin resonancia en la capital gaditana

Este viernes 17 de noviembre en el que se cumplen 25 años de Fernando Quiñones nada recordará en Cádiz su desaparición. Mientras Chiclana, su lugar de nacimiento, ha programado un intenso mes de actos y exposiciones, la capital gaditana dejará pasar este día como cualquier otro. Ninguna administración pública ha caído en la cuenta de la fecha, y el Hijo Predilecto de la Provincia o el doctor honoris causa por la UCA que fue Quiñones, ambos reconocimientos recibidos poco antes de morir, no será recordado hoy en la ciudad que tanto amó. Ni siquiera la cercanía de la fecha con la celebración del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad ha sido aprovechado para homenajear a Quiñones con este arte que le ocupó libros y del que incluso llegó a presentar un programa de televisión. Una pena. Si de verdad se quiere recuperar su figura, la cultura gaditana, empezando por la institucional, debe demostrarlo con hechos.

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